¿Cuál es el espacio vital de EE.UU.?

LA VENTANA INDISCRETA

¿Cuál es el espacio vital de EE.UU.?
Adjunto al director

Resulta difícil imaginar a los generales del Estado mayor del ejército de EE.UU. Concentrando sus esfuerzos en controlar los movimientos de sus posibles enemigos en torno a su clásica zona de control más directa, el hemisferio occidental, el continente americano. Una de las grandes novedades, además de poner el foco sobre los europeos, del reciente y polémico documento sobre Estrategia de seguridad nacional de la administración de Donald Trump.

Se ha hablado mucho de lo estrafalario de centrar las críticas en Europa, el aliado más fiel, casi servil, del amigo americano. Pero la recuperación trasnochada de la doctrina Monroe no es menos aparatosa. La expansión del poderío estadounidense comenzó primero en el continente americano, el decadente imperio español fue una de sus víctimas más conocidas a cuenta de la guerra de Cuba, pero los términos en los que lo plantea ahora Trump son justamente contrarios, parecen de repliegue.

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¿Puede EE.UU. Concentrar sus energías en esa zona, por lo demás ya bastante controlada desde hace más de siglo y medio? Los movimientos militares en aguas venezolanas y en torno a sus reservas petrolíferas invitarían a responder que sí. Pero en términos más amplios, pensando la cuestión de otra manera, ¿Cuál sería el espacio vital actual de EE.UU? El equivalente al lebensraum alemán de la primera mitad del siglo XX?

Existe al menos un posible antecedente histórico en el que la cúpula del poder de EE.UU. Discutió a fondo este asunto. Como en tantos otros casos, tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los episodios más trágicos y cruciales de la historia de la humanidad. En junio de 1940, Adolf Hitler, paseó, triunfante, por los Campos Elíseos. Francia había capitulado y los nazis parecían imparables.

A US Navy C-2A Greyhound approaches to land at Luis Munoz Marin International Airport in San Juan, Puerto Rico, on November 30, 2025. In recent weeks, US President Donald Trump has deployed warships, fighter jets and thousands of soldiers to Latin America and launched strikes on 21 alleged drug-smuggling boats, killing at least 80 people. (Photo by Miguel J. Rodriguez Carrillo / AFP)

Aviones de guerra de EE.UU. Frente a las costas de Latinoamérica

MIGUEL J. RODRIGUEZ CARRILLO / AFP

En EE.UU., que aún no había entrado en la guerra, se activaron las alarmas. La perspectiva de una Europa, Rusia incluida, dominada por el fascismo alemán, ajena a la influencia y la política de apertura de mercados que preconiza Washington, sacudió a la elite del país.

Como describe detalladamente el historiador Stephen Wertheim en su obra Tomorrow, the World, el presidente Franklin D. Roosevelt creó en ese momento varios grupos de trabajo precisamente para definir posibles áreas geográficas de influencia que permitieran a EE.UU. Sobrevivir con cierta holgura o comodidad a ese escenario de una gran Europa, desde el Mediterráneo a Rusia, controlada por Alemania. Se pusieron sobre la mesa diversas propuestas, desde la más restringida, el cuarto de la esfera terrestre, que abarcaba norteamérica, centroamérica y el norte de sudamérica (Brasil, Venezuela, Colombia y Ecuador, fundamentalmente), al conjunto del hemisferio occidental, es decir todo el continente, la nueva doctrina Monroe. Tras estudiarlas con detalle, se llegó a la conclusión de que no serían suficientes para garantizar un adecuado nivel de vida a los norteamericanos, al no reunir las condiciones económicas óptimas.

Las dimensiones de la zona mínima que se consideraba necesaria fue creciendo, hasta concluir que “si el dominio alemán de Europa se mantenía, EE.UU.tenía que dominar casi todo el resto del mundo. “El resultado del (...) Análisis fue una nueva proposición en la historia de las relaciones exteriores de EE.UU: debía tener un “poder incuestionable” en el mundo”. Y así ha sido hasta hoy, con todas las administraciones presidenciales norteamericanas. Trump ha definido un giro que debe estar provocando choques tectónicos en el seno de los grandes centros de poder del país, especialmente, aunque no solo, en sus fuerzas armadas.

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En verdad, al final de la guerra varias grandes zonas del planeta quedaron fuera del control de Washington, la URSS y China. Pero hasta los cambios producidos por la caída del Muro de Berlín y la política de desarrollo de China de finales de los años ochenta, ambas economías apenas representaban el 10% de la economía mundial. Ahora, en cambio, solo la segunda representa más del 20%, además de ser la más dinámica y exportadora.

Mientras Trump se centra en disolver la UE, en un buen ejemplo de simetría entre lo que el presidente quiere eliminar en el interior y en el exterior de su país, la China de Xi Jinping da nuevos pasos hacia delante sin complejos. El Financial Times informaba ayer que empresas chinas productoras de móviles avanzados y de sistemas de inteligencia artificial “han mejorado el rendimiento de las máquinas de litografía ultravioleta (DUV) fabricadas por ASML, con sede en los Países Bajos”, un producto estratégico cuya exportación a China está prohibida.

En términos estratégicos, China está concentrada en consolidar su zona de influencia para proteger sus intereses económicos, algo que puede ser letal para los grandes grupos económicos estadounidenses. Pero Trump parece más interesado en disgregar el continente europeo.

Aunque debe dejarse constancia de que no ha sido Pekín quien ha cuestionado el orden mundial vigente. La burocracia dirigente estaba muy cómoda con el anterior modelo, ahora cuestionado, de exportaciones masivas a EE.UU. A cambio de dólares. El Banco central chino los atesoraba y a cambio entregaba a empresas y ciudadanos yuanes, no convertibles y por lo tanto solo utilizables en el interior del país. Ese poder económico ha sido la base de su poder político durante las décadas de expansión. El cierre parcial del mercado estadounidense ha obligado a Pekín a buscar nuevos mercados en el resto del mundo, especialmente Europa. Justo cuando fabrica a una escala, volumen, que está indigestando al planeta. Pero la administración Trump aparenta haberse desentendido del problema mientras el resto del mundo espera a saber qué piensa hacer.

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