Dani Rovira ha compartido en el programa El Faro de la Cadena SER una sincera reflexión sobre su experiencia con la fama tras el éxito de Ocho apellidos vascos, la película que lo catapultó al estrellato hace una década. El actor reconoce que, aunque en aquel momento vivió una auténtica explosión mediática, con ofertas constantes en cine, televisión y teatro, en su interior anhelaba paz y tranquilidad.
Dani Rovira y su búsqueda del equilibrio personal
El actor ha aprendido a valorar la tranquilidad de su vida cotidiana lejos del bullicio mediático
“Me llamaban para todo, para todo, para todo”, recuerda Rovira, quien admite que le costó asimilar la magnitud de su popularidad. “En aquella época empecé a descubrir que lo que realmente me apetecía era paz y silencio, pero tampoco quería renunciar a mi ikigai”, explicó en la entrevista.
A pesar de su amor por la interpretación y el cariño del público, Rovira admite que los eventos mediáticos no son lo suyo: “Soy un seta. Cuando hay una alfombra roja intento disfrutarla, pero lo que realmente anhelo es llegar a casa, pasear a mi perro y recoger la caca”. Para el actor, estos pequeños momentos de la vida cotidiana le ayudan a mantener los pies en el suelo.
El humorista también ha hablado de su proceso de autoconocimiento a lo largo de estos años. Afirma que la fama le hizo darse cuenta de la importancia de encontrar un equilibrio entre su carrera y su bienestar personal. “Me gusta mi tiempo, mi lectura, mi gimnasio, mis paseos... mi vida contemplativa”, asegura.
Con la misma cercanía que lo caracteriza, Dani Rovira sigue apostando por un estilo de vida más tranquilo y alejado del bullicio mediático, sin dejar de lado su pasión por el cine y el teatro, pero siempre priorizando su bienestar.