En las últimas décadas Irán ha ocupado innumerables portadas de los periódicos. Sin embargo, el enfrentamiento de este país, en las diversas formas que ha tomado a lo largo de la historia, con Occidente puede remontarse, según como se mire, a mucho más atrás.

Técnicos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) inspeccionan una planta de uranio en Irán, en una imagen de 2007
Cinco décadas de odio. Los bombardeos de Israel sobre Irán son un capítulo más en el desencuentro entre estos dos países en las últimas cinco décadas. Desde los años 90 en la política israelí se han sucedido los avisos de que Teherán podía fabricar la bomba nuclear, al tiempo que la república islámica alimentaba milicias en varios escenarios de la región. Para Israel, Irán es una amenaza existencial; Teherán ve en ese país al Pequeño Satán.

Retrato oficial de Mohammad Reza Pahleví en torno al año 1973.
Golpe de Estado y excesos. El Gran Satán, por supuesto, es EE.UU.. El origen del odio de Teherán hacia los estadounidenses hunde sus raíces en los años 50, cuando Washington y Londres propiciaron un golpe de Estado para proteger sus intereses, que depuso al primer ministro. El sha Reza Pahlevi, al frente del país desde 1941, se convirtió en gran aliado de la superpotencia. El mandatario quiso modernizar el país aunque acabó convirtiendo los excesos en seña de identidad del régimen.

El ayatolá Jomeini en una imagen icónica
Revolución islámica. La distancia entre ambos países se amplió a partir de la revolución iraní de 1979, liderada por el ayatolá Jomeini, y que instauró la república islámica. De aquellos momentos es la crisis de los rehenes. Irán había dejado de ser el garante de los intereses de Washington en la región y tenía ideas propias respecto al papel que debía desempeñar.

Tropas griegas en la batalla de Maratón. Cuadro de Georges Rochegrosse, 1859.
Una antigua rivalidad. Se podría argumentar que históricamente Irán siempre se ha enfrentado con los pueblos que ha tenido al oeste. Darío el Grande impulsó una expansión hacia occidente que se topó con la alianza griega en Maratón. Hacerse con Persia, el mayor imperio del momento, se convirtió en un sueño (cumplido) para Alejandro Magno. Y al fin y al cabo, el origen de los partos, uno de los grandes enemigos de Roma, estaba en el noreste del actual Irán.
Más allá

Russell Crowe en 'Gladiator'
Más críticas a ‘Gladiator’. Solo para aficionados enfermizos al mundo romano. Aunque es cierto que una cosa es la ficción y otra el rigor histórico, el debate sobre los dos Gladiator es inacabable. El blog A Collection of Unmitigated Pedantry dedica hasta tres entradas a analizar (y a machacar) la batalla inicial de la primera película. Una de las conclusiones es que las legiones no usan tácticas propias sino macedonias, de las que, en realidad, los romanos se habrían burlado. (en inglés)
El pasado de Barcelona. En los últimos tiempos han proliferado las cuentas en redes sociales que exploran el pasado de Barcelona a través de fotografías y filmaciones antiguas. Una de las últimas incorporaciones es Luxincamera, que muestra imágenes restauradas y coloreadas, la mayoría muy poco conocidas, de un mundo ya desaparecido.
Déjà vu
Inexpugnables pero menos. El ataque de Estados Unidos contra las infraestructuras nucleares iraníes y, en especial, contra el complejo de Fordow, a decenas de metros bajo tierra, ha evidenciado la potencia tecnológica del Pentágono. Irán instaló en este lugar, situado a cien kilómetros de Teherán, miles de centrifugadoras capaces de producir uranio altamente enriquecido, un ingrediente clave para la fabricación de bombas nucleares. La estructura fue construida dentro de un búnker en el interior de una montaña, a decenas de metros de profundidad con la intención de que fuera inexpugnable.
Siempre según la versión de Donald Trump, las bombas estadounidenses GBU-57, de casi catorce toneladas y diseñadas para penetrar 60 metros bajo tierra antes de estallar, acabaron con las instalaciones con explosiones de gran potencia. Este punto de vista también ha sido apoyado por la CIA. Conclusión: cualquier fortificación es inexpugnable hasta que deja de serlo y eso sucede por los avances tecnológicos. Con todo, el debate sobre la eficacia de la operación está abierto, porque algunas informaciones publicadas señalan que el éxito no fue tan grande y que no destruyó la capacidad nuclear iraní.

Panorámica del yacimiento arqueológico de Masada.
Pero al margen de cuál sea realidad en este caso concreto, la historia está repleta de fortificaciones invencibles que no lo eran tanto: en la Antigüedad, Troya y la famosa estratagema del caballo de madera o el asedio de la fortaleza de Masada, en el que los romanos lograron la victoria gracias a su ingeniería; los grandes castillos medievales que tuvieron que ceder su primacía con la llegada de la pólvora; o, en tiempos contemporáneos, la Línea Maginot, superada por la moderna tecnología de los carros de combate alemanes, que la rodearon.
Tampoco las fortificaciones subterráneas son nuevas. Una de las más famosas es, por supuesto, el búnker de la cancillería de Berlín, donde el nazismo vivió sus últimos días y donde Adolf Hitler se suicidó junto a su esposa Eva Braun. No obstante, los escasos diez metros de profundidad en los que estaba construido hacen que palidezca ante el complejo iraní. La tecnología actual contra la de los años 40 del siglo pasado.