María Dueñas, escritora: “La historia de la emigración nos la han contado siempre los hombres, pero detrás había mujeres y familias enteras”

Entrevista

Hablamos con la escritora superventas en el recientemente clausurado Hay Festival de Segovia sobre supervivencia en el exilio, motor de todas sus tramas

La escritora María Dueñas

La escritora María Dueñas

Foto: © Carlos Ruiz

Desde que nos contó la historia de Sira en su primera novela, El tiempo entre costuras, que la lanzó a la fama en 2009, la escritora María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) ha publicado cinco más. Su trabajo ha sido traducido a 35 idiomas, ha vendido millones de ejemplares y ha recibido varios premios. Pero, más allá de las cifras, toda su obra tiene un denominador común: una mujer que emigra en un contexto histórico convulso. El exilio, ya sea social o político, y siempre emocional, se convierte en una oportunidad para explorar literariamente aspectos relativos a la identidad, la reconstrucción personal y la resistencia.

En su último título, Por si un día volvemos (Planeta), Dueñas se detiene en Orán como ciudad que acoge a una importante comunidad de españoles. Y, de nuevo, como en sus novelas previas, el exilio supone la reinvención de una mujer que se ve forzada a adaptarse a un nuevo destino.

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¿Cómo elige los escenarios del exilio –Tetuán, Nueva York, California, Londres...–?

Son escenarios que conozco, pero de los cuales quiero aprender más. Para mí, cada novela también es un proyecto de aprendizaje personal, y me interesa mucho este tipo de contextos. Mi último libro lo abro con una cita de Max Aub, que estuvo interno en uno de esos campos de refugiados españoles en el norte de África bajo férreo control francés, y escribió versos sueltos que publicó en México en el exilio.

La cita empieza: “¿Dónde estás, España? Por el mundo abierta”. Me interesa mucho esa “España abierta por el mundo”, en la que, por alguna razón, ha habido presencia de unas grandes comunidades de españoles que se han arraigado y después se han emancipado. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con el Nueva York de la calle 14, de aquel entorno que narro en Las hijas del capitán, donde esa comunidad se va asimilando y ese concepto de unidad desaparece. O como en Por si un día volvemos, en que desaparece por completo, porque después de la independencia de Argelia se va todo el mundo, mientras que en otros sitios se quedan con arraigo.

La escritora María Dueñas en su biblioteca

La escritora María Dueñas en su biblioteca

Cedida

Su trayectoria muestra un interés constante por ahondar en episodios históricos poco conocidos, como es el caso de la emigración de los españoles a Argelia o la presencia de algunos en la BBC de la posguerra. ¿A qué atribuye esa “ignorancia” sobre nuestro propio pasado?

Yo creo que no es fruto de ninguna campaña para hacernos olvidar nuestro pasado. Es simplemente que no se ha difundido. Siempre encuentro mucha información, pero está muy restringida al ámbito académico, y falta trasladarla al gran público, algo que podemos hacer a través de la literatura.

Varias de sus novelas están situadas en el norte de África. En la actualidad, España se ha convertido en receptora de población norteafricana y muchas voces se levantan en contra. ¿Es una llamada a la memoria histórica?

Me gustaría que así fuera. Aunque al escribir ficción no intento convencer a nadie –no es la finalidad última de la novela–, si puede sensibilizar a los lectores, abrirles los ojos a contextos desconocidos y llevarles a hacer una pequeña reflexión, yo me doy por satisfecha.

El Orán de la época que retrata María Dueñas en 'Por si un día volvemos'

El Orán de la época que retrata María Dueñas en 'Por si un día volvemos'

Archivo

En su obra, el exilio o la emigración no son solo un telón de fondo histórico, sino motores narrativos. Participó recientemente en el Hay Festival de Segovia, donde reconoció querer reconstruir la vida tan dura de una generación de españoles que aprendieron a hacer del exilio un lugar para vivir, trabajar y soñar. ¿Qué le interesa de estas experiencias de desarraigo?

Me interesa el resultado del proceso, que es hablar de esa comunidad que está en un lugar determinado, y me interesa también el proceso en sí, porque hay que tener mucho valor y muchas agallas para irse. No siempre fue voluntario; muchos se vieron obligados. Era doloroso dejar atrás el mundo conocido, difícil adaptarse a lo nuevo. En algunos entornos era más fácil por la lengua, pero en otros llegaban sin referencias, sin conocer el idioma ni la cultura.

En las novelas me interesa mostrar ese recorrido: desde el sufrimiento y la marginación inicial hasta el esfuerzo para salir adelante. No es un golpe de suerte lo que les hace prosperar, sino trabajo duro y situaciones adversas con mucha amargura hasta que consiguen salir adelante.

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Sus protagonistas son siempre mujeres que atraviesan un proceso de reinvención ligado al exilio. ¿Por qué explorar esa transformación en clave femenina?

La historia de la emigración nos la han contado siempre los hombres desde el punto de vista masculino. Quizá siempre haya habido más hombres que mujeres en la historia de la emigración y eran ellos los que daban el primer paso, pero detrás de cada hombre que se iba había mujeres y familias enteras que sostenían el proyecto migratorio.

Mujeres que estaban más desprotegidas, en situaciones más vulnerables, propensas a sufrir más desventajas y abusos, y aun así sacaban adelante a sus familias, desempeñaban oficios, llevaban adelante pequeños negocios. Quiero contar esas historias para que nos creen conciencia a cada uno de nosotros y porque creo que merecen un reconocimiento.

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¿Considera que las mujeres de sus novelas encuentran en el exilio más oportunidades de emancipación que las que hubieran tenido en su tierra de origen? ¿Cree que el exilio, aunque duro, abre oportunidades de independencia y empoderamiento para sus personajes?

Normalmente iban a lugares donde les cambiaban mucho las reglas del juego. Casi todas mis novelas –excepto La Templanza– transcurren en el siglo XX, una época muy difícil para las mujeres en España, con muy pocas opciones. Al emigrar se les abrían nuevas oportunidades.

En España no trabajaban, pero en el extranjero debían trabajar para sobrevivir, y eso las fue incorporando al mundo laboral lentamente, porque muchas no tenían preparación alguna, muchas eran analfabetas. Ese cambio les permitió pequeños progresos, les ofreció ocasiones para ascender un poquito, no quedarse toda la vida cosiendo en su cocina o fregando en casas ajenas.

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En sus novelas, la protagonista siempre se ve rodeada de una red solidaria de otras mujeres que la ayudan en su camino y la apoyan.

Son mundos en los que todas han sufrido en su momento el mismo desarraigo y las mismas dificultades. La solidaridad entre mujeres ha existido desde que el mundo es mundo. Y fuera creaban comunidades para ayudarse unas a otras, en los partos, en los entierros, en encontrar un trabajo… Es un hoy por ti y mañana por mí.

¿Cómo se documenta para recrear la experiencia real de las mujeres exiliadas?

Es un recorrido muy enriquecedor en el que una puerta te lleva a otra. Y, como vengo del mundo académico, intento hacerlo con rigor y con seriedad, utilizando recursos de todo tipo, desde los estudios académicos a prensa de la época, material gráfico cuando es posible, mapas, obras artísticas y la voz de la memoria viva. Siempre he tenido la suerte de contar con “confidentes”, como los llamo yo, que siempre me acogen con una gran generosidad y complicidad, que ven la oportunidad de cobrar voz y de reivindicar su mundo.

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En sus tramas, el exilio es duro, pero también posibilita la independencia. ¿Cómo logra equilibrar la dureza histórica de un contexto devastador con un horizonte de esperanza?

Lo que me interesa es el proceso y por eso todas mis obras son largas, porque me interesan todos esos momentos de amargura, de caos, para hacer crecer a mis protagonistas. Es fundamental que los personajes sean absolutamente distintos al final de la novela que al principio. En resumen, es un juego de equilibrios entre lo que encuentran y su forma de ir plantando cara a esas adversidades y a esas situaciones tan complejas.

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