Según algunos historiadores, el peso de Wilhelm Canaris en la no beligerancia española fue decisivo. Al menos, eso es lo que han sostenido desde la publicación en 1951 de la influyente biografía escrita por el británico Ian Colvin, Master Spy. “A usted puede parecerle ahora que nuestra posición es más fuerte, pero en realidad es desesperada”, parece que le escribió el almirante alemán, jefe del Abwehr (la inteligencia militar del Reich), a Francisco Franco antes de que este se reuniera con Hitler en Hendaya.
Sin embargo, estudiosos como el alemán Michael Mueller o el español Ángel Viñas (Sobornos, 2016) lo ponen en duda (el propio Serrano Suñer negó en sus memorias conocer esa carta). ¿Se exageró la influencia de Canaris en la decisión de Franco en una época, los años cincuenta, de reivindicación del almirante como héroe antinazi y de la construcción del mito de una Wehrmacht (fuerzas armadas) inocente?
Más que los consejos disuasorios de Canaris, lo que sí parece que hizo mucho por convencer a Franco fueron los sobornos que recibió por parte de Winston Churchill. Como se desveló hace unos años, el gobierno británico, a través del banquero Juan March, gastó catorce millones de dólares en comprar la neutralidad de Franco y sus generales. Operación que, a buen seguro, conocía el jefe del Abwehr.
Pero ¿y a la inversa? ¿De qué manera medió Canaris para recabar los apoyos que el general Franco precisaba tras la sublevación de julio de 1936? ¿Estaba a favor de esa asistencia militar? ¿Qué oposición encontró en el seno del Tercer Reich a esa alianza?
Una noche en la ópera
La noche del 25 de julio de 1936, Canaris se encontraba en la ciudad bávara de Bayreuth asistiendo al tradicional festival de música dedicado a Wagner, el compositor favorito del Führer. Cuando se disponía a descansar tras haber asistido a la ópera La valquiria, Hitler lo mandó llamar.
El canciller acababa de reunirse con una delegación española enviada por Franco. El general sublevado pedía ayuda al canciller para trasladar sus tropas de África a la península, y poder así continuar, como decía en la misiva, la “gran lucha” contra el comunismo que había “decidido firmemente empezar”.
Wilhelm Canaris (izqda.) Y Reinhard Heydrich en 1941
Como buen conocedor de España, Canaris fue consultado por Hitler. El almirante no lo dudó: había que ayudar a los rebeldes. Ante los recelos expresados por el jefe de la Aviación Hermann Göring, quien temía crear tensiones con Francia y Gran Bretaña (la crisis de la remilitarización de Renania estaba todavía reciente), Canaris advirtió del riesgo de que Stalin apoyara a los republicanos (lo hizo, aunque como respuesta a la intervención italoalemana), y los comunistas acabaran haciéndose con el poder en España.
Según este, una victoria del bando republicano, unida a la reciente subida al poder del Frente Popular en Francia, supondría la casi segura bolchevización de toda la Europa suroccidental. Además, Canaris expuso también razones militares y económicas. Sugirió que la intervención en España sería una gran oportunidad para probar los aviones de la Luftwaffe y que el suministro de armas proporcionaría jugosas divisas a Alemania. Para finalizar, ponderó la figura de Franco como militar, a quien conocía personalmente.
El precio de la amistad
Sin embargo, el argumento que terminó por convencer a Hitler fue otro: el ofrecimiento de la delegación española del usufructo de las explotaciones mineras de hierro, zinc y wolframio, materiales indispensables para el programa de rearme alemán.
La operación, bautizada como Fuego Mágico (Feuerzauber), por el nombre del tercer acto de La valquiria, se puso finalmente en marcha. Y Canaris iba a ser uno de sus principales actores.
Tres meses después de aquella reunión, un argentino llamado Juan Guillermo se citaba en Salamanca para comer con Franco. El tal “Guillermo” no era otro que Canaris. Y lo que iban a discutir entre plato y plato era el envío de la Legión Cóndor.
El almirante había sido designado como enlace entre Hitler y Franco. La elección de este último como único interlocutor en las relaciones hispanoalemanas durante la Guerra Civil marcaría el futuro de España, aupando al futuro Generalísimo como jefe de los militares golpistas en detrimento de Emilio Mola.
Franco junto al general Mola y otros jefes sublevados
El papel de Canaris en la Guerra Civil resultó de gran importancia para el bando sublevado. La mayoría de las decisiones que llegaban de Berlín pasaban por sus manos. El jefe del Abwehr utilizó sus contactos empresariales para canalizar el programa de apoyo armamentístico y activar la antigua red de espías que había establecido en España, con el objetivo de conseguir información sobre los movimientos de las fuerzas republicanas y los agentes soviéticos.
Feliz en España
Igualmente, se valió de sus dotes diplomáticas para actuar como mediador entre Franco y los generales alemanes e italianos, cuya falta de sintonía dio lugar a muchas fricciones. Canaris se sentía a gusto en España. Apreciaba su cultura y el carácter de los españoles. Su relación con Franco, de quien admiraba su fe religiosa, era excelente, y el curso de la guerra no podía ser más favorable a sus intereses.
Como ferviente anticomunista y cristiano, la victoria de los sublevados le llenaba de satisfacción. Pero había otra razón por la que le gustaba viajar a la península: le permitía alejarse de las tensiones de Berlín. El almirante se sentía cada vez más preocupado por la deriva de la política exterior de Hitler.
Una senda que, a principios de 1938, llegaría a un punto crítico. Tras recibir la orden de organizar una operación militar de engaño en la frontera de Austria, destinada a socavar la resistencia del canciller austríaco a la anexión de su país con Alemania, Canaris lo vio claro: Hitler estaba decidido a ir a la guerra, y él debería hacer algo para evitarlo.
Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 663 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a [email protected].


