La defensa conjunta de Estados Unidos e Israel no ha sido capaz de interceptar la totalidad de los misiles lanzados por Irán, como lo fue en gran medida en abril y octubre del año pasado. La Cúpula de Hierro se ha demostrado insuficiente para derribar los misiles balísticos iraníes. Ha sido saturada y penetrada, y se han reportado decenas de impactos en Tel Aviv y otras ciudades del país. La participación estadounidense, con baterías de misiles Patriot y THAAD (de gran altitud), ha vuelto a ser clave en la defensa de su aliado, aunque ha sido más limitada que la desplegada el año pasado por la Administración de Joe Biden, cuando activos aéreos y marítimos también ayudaron a derribar misiles iraníes durante ambos ataques.
Mientras ardía el cielo de Oriente Medio, el presidente Donald Trump monitoreaba la situación desde la sala de crisis de la Casa Blanca junto a su equipo de Seguridad Nacional, al que reunió durante gran parte de la histórica jornada. El presidente exhibió durante el viernes varias contradicciones notorias en su discurso, más allá del incumplimiento de la promesa de campaña de que bajo su mandato no iban a producirse nuevos conflictos, o de que Israel iba a estar a salvo si él estaba al mando.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 9 de junio en la Casa Blanca. Evelyn (Hockstein / Reuters)
Trump deberá explicar al pueblo estadounidense por qué se ha pasado meses, y especialmente esta última semana, oponiéndose con fuerza a un ataque israelí y defendiendo la diplomacia para desarticular el programa nuclear iraní. Durante el viernes, no solo celebró los bombardeos, describiéndolos como “excelentes”, sino que reconoció que conocía los planes de Tel Aviv, que requirió de su aprobación para usar cierto armamento, así como de su inteligencia –según ABC News– para atacar con tal precisión las instalaciones nucleares.
Tras el primer ataque sobre Irán, durante la noche del jueves en EE.UU., el secretario de Estado, Marco Rubio, se desmarcó por completo, afirmando que “Israel ha tomado una acción unilateral contra Irán” y añadiendo que “nosotros no estamos involucrados”. Horas después, Trump revelaba que el ataque se había producido tras el vencimiento del ultimátum de 60 días “para llegar a un acuerdo” que dio el presidente hace dos meses a Irán: “Hoy es el día 61”, escribió en Truth Social: “Les dije lo que tenían que hacer, pero no fueron capaces de cumplirlo”.
Poco después, Trump confirmaba que “lo sabíamos todo” y que intentó “evitarle a Irán la humillación y la muerte”, pero no pudo convencer a su aliado de que no atacara. “Me esforcé mucho porque me habría encantado ver un acuerdo. Aún pueden llegar a un acuerdo, no es demasiado tarde”, señaló sobre las negociaciones sobre el programa de enriquecimiento de uranio iraní. Un programa en el que ayer se reafirmó Teherán, destacando que continuará “con fuerza”, a la par que daba por finalizadas las negociaciones, que este fin de semana iban a encarar su sexta ronda de diálogo en Omán.
El mandatario abandonó durante la jornada de ayer su presunto compromiso con la diplomacia –y, de paso, su búsqueda del premio Nobel de la Paz– y se pasó la mañana celebrando el ataque de Israel y amenazando a Irán con ofensivas “aún más brutales” si abandonaba las negociaciones. Teherán deberá poner fin a su programa nuclear “antes de que no quede nada” del país persa, para “salvar lo que una vez se conoció como el Imperio Iraní”, señalaba el presidente en una publicación tempranera, a las 6 de la mañana, a través de su red social.
Mientras el primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, con quien mantiene una relación conflictiva, vende los bombardeos como la única manera de desarticular el programa nuclear de Irán, Trump los interpreta como una estrategia de presión para que Teherán negocie. Y lo hace cuando se ha pasado los últimos dos meses, desde que comenzaron los contactos, defendiendo lo contrario: que un ataque israelí haría colapsar las negociaciones, como finalmente ha ocurrido.
En la guerra, es imprescindible mantener en secreto la estrategia militar para sorprender al enemigo. Pero, en democracia, un candidato establece un contrato (aunque no vinculante) con sus votantes. Y Trump no solo prometió paz y estabilidad, vendiéndose como el único hombre en la tierra capaz de evitar la tercera guerra mundial, también señaló la ineptitud de Biden para mantener a salvo a Israel, pero su defensa se ha demostrado mucho menos efectiva, como demuestran los edificios bombardeados, los heridos y los muertos en Tel Aviv.
Ahora el pueblo estadounidense y algunos congresistas republicanos tienen preguntas, cuya respuesta entra por el momento en el terreno de la especulación. ¿Desde cuándo sabía EE.UU. que Israel iba a lanzar su ofensiva? ¿Por qué no autorizó hasta 24h antes la evacuación de los diplomáticos y las familias de los militares estadounidenses? ¿Por qué no pudo frenar el ataque de Israel, si es que es cierto que se oponía? ¿Por qué pasó en un día de defender la diplomacia a amenazar con la destrucción por completo de “lo que un día fue el imperio iraní”? ¿Hasta qué punto estuvo coordinado el ataque, como afirman medios israelíes? ¿Por qué no movilizó una defensa mayor para prevenir las represalias de Irán?
En su comunicado tras el primer ataque israelí, el secretario de Estado, Marco Rubio, se encargó de advertir a Teherán de que se abstuviera de atacar “intereses” o “personas” americanos. En caso de que lo haga, el Pentágono podría responder con sus efectivos desplegados, especialmente los de la Marina, cuya flota incluye el portaaviones Carl Vinson, que se encuentra en el mar Arábigo junto con el crucero lanzamisiles Princeton y los destructores Milius, Sterett y Wayne E. Meyer.
Irán asegura que también dirigirá sus ataques a las bases regionales de cualquier país que intente defender a Israel
En el Mar Rojo, cuenta con otros dos destructores, el Truxton y el Forrest Sherman, mientras que un buque de combate litoral llegó a puerto en Baréin a finales del mes pasado. Además, la Armada cuenta con tres destructores adicionales en el mar Mediterráneo, y podría tener submarinos en la región, aunque el Pentágono no suele revelar su ubicación por motivos de seguridad. Ayer el Pentágono informó que dos otros destructores se dirigían al Mediterráneo Oriental.
EE.UU. tiene 40.000 soldados con base en Irak, Turquía, Jordania, Arabia Saudí, Kuwait, Bahréin y otros países de la región, por lo que tiene capacidad para identificar y responder a un ataque aéreo de Irán que sobrevuele estos países, o cerca de ellos, en dirección a Israel. Es previsible que en los próximos días de bombardeos –pues ninguna de las partes implicadas muestra señales de tregua– EE.UU. movilice más recursos para la defensa del Estado hebreo.
Trump deberá decidir hasta qué punto quiere implicarse en su defensa, pues un alto funcionario iraní ha asegurado a la CNN que “intensificará sus ataques contra Israel y los dirigirá a las bases regionales de cualquier país que intente defenderlo”, en un evidente desafío a Washington. Si EE.UU. es atacado y decide entrar en el conflicto, se arriesga a una escalada regional con consecuencias potencialmente devastadoras.