Manel Ortega,músico, pintor y director de cine:

“No tengo piernas, pero voy en moto, tengo novia y la vida merece la pena”

Tengo 61 años. Nací en Ripollet, Barcelona, recorrí mundo y he vuelto a los orígenes. Estoy separado, tengo dos hijos. Soy ingeniero de telecomunicaciones y estudié Arte en la Massana. La globalización y la multiculturalidad están creando problemas que no habíamos previsto y que no resolvemos. Soy ateo. (Foto: Xavier Cervera)

Mi vida dio un vuelco a los 50 años cuando me atacó un virus, el Streptococcus pyogenes.

La bacteria carnívora.

Muere todo dios, así que es una alegría estar vivo. Todos la tenemos latente y en uno de cada mil casos, si tienes las defensas muy bajas, muta, va por el torrente sanguíneo, se instala ahí donde quiere y te come desde dentro.

¿Qué le hizo a usted?

Me tuvieron que amputar una pierna por encima de la rodilla, otra a la altura de la ingle y todos los dedos de las manos.

Era usted músico y lo sigue siendo.

Carlitos Segarra, de Los Rebeldes, y yo somos muy amigos, desde los 16 años hemos tocado juntos por medio mundo.

¿Lo suyo era la guitarra?

Sí, pero me enamoré de un instrumento, el steel guitar que aquí nadie conocía, y cuando me casé decidimos irnos a EE.UU., donde lo estudié y empecé una nueva aventura.

Cuénteme.

Me enamoré del Oeste americano y decidí pintarlo. Recorrí todas las reservas indias, donde me quedaba un par o tres de meses pintando a su gente, sus niños y los paisajes.

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¿Qué le enseñaron los indios?

A ser mejor persona. Pasé tiempo con los navajos en Arizona, había leído mucho sobre ellos y eso les gustó y me llevaron a ver cosas que jamás había visto el hombre blanco: cuevas con pinturas de sus ancestros. Íbamos a caballo y comíamos serpiente de cascabel.

¿Tuvieron éxito sus pinturas?

Muchísimo, y fue muy estimulante, pero volví a Barcelona y me dediqué a tocar el steel guitar. Entre tanto colaboré en el diseño de las medallas de los JJ.OO. De Barcelona’92.

Es usted inquieto.

Cuando cumplí 50 años, una noche me metí en la cama perfecto, y horas más tarde sentí un dolor terrible en una pierna, ¡estaba negra! Llegué al hospital muerto, con un paro multifuncional.

¿Cuándo volvió a la vida?

Seis días después me despertaron con dos inyecciones de adrenalina en el corazón y me dijeron: “Te hemos cortado una pierna”, y yo como estaba de morfina hasta las cejas dije: “Pues muy bien”. Me palpé, vi que era por encima de la rodilla y me alivió. Pero la adrenalina es traidora.

¿Qué pasó?

Se queda en las terminaciones más finas, tuvieron que amputarme la otra pierna y todos los dedos de las manos. Es duro, pero hoy me apaño y me lo hago todo solo.

¿Cómo vivió este trance?

Es difícil, fueron muchas operaciones. Mi hija tenía 8 o 9 años y lloraba en el colegio porque decía que cada vez que me veía me habían quitado un trozo más. Decidí comprarme un disfraz de pirata que me puse en la cama del hospital y contarle que había decidido ser pirata y que pronto navegaríamos.

¿Por eso la prótesis de una de sus piernas es una calavera?

Exacto, mire lo que pone: “Yo estuve muerto, ¿y tú?”. A partir de ahí mi hija se lo tomó de otra manera, pero la verdad es que yo quería tirarme por la ventana. Yo tocaba la guitarra por todo el mundo, hacía exposiciones, me encantaba ir en motos grandes…

Ya.

Pero decidí bajar por la escalera cogido de la mano de mi hija con mis prótesis en lugar de tirarme por la ventana; y compré una moto de tres ruedas y volví a sentir el aire en la cara.

Buena elección.

Ahora puedo pintar como antes, porque no se pinta con la mano, se pinta con la cabeza, y todavía puedo coger el pincel. Y me he fabricado un guante con tres púas en tres dedos que me permite seguir tocando el steel guitar; dicen que soy de los mejores.

Imagino que la pregunta de por qué a mí es inevitable.

Antes era superegoísta, pero no hace mucho, pasando de la silla de ruedas a otra silla me caí, estaba solo, no podía hacer nada, tumbado en el suelo pensé mucho.

¿Qué pensó?

Comprendí que tenía que intentar que la gente que estaba a mi lado fuera feliz, y ahora eso me hace feliz, y me llaman del hospital para que hable con amputados, y les cuento que aunque no tenga piernas voy en moto, tengo novia y la vida merece la pena.

¿Ahora a qué se dedica?

A disfrutar. Mi casa es un estudio de grabación, hago mi música, y la Banda de Manel Ortega da conciertos con la organización Sifu; y he escrito un libro de chistes y estoy dirigiendo una comedia.

¿No se ha deprimido?

No sé qué es la depresión. Estamos en una sociedad en que mucha gente no sabe auto­cuidarse; y las nuevas generaciones son de cristal. Estamos aquí para tirar para adelante y aprender de nuestras experiencias.

¿Qué merece la pena en la vida?

La honestidad, los valores, vivir con ahínco. La vida es muy bonita y es muy breve.

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