En una ciudad donde el bullicio domina las calles y donde el silencio tan solo se refugia en los rincones escondidos, muchos barceloneses de edad avanzada libran una batalla silenciosa contra la soledad, ese vacío que acecha cuando se cruza la sutil frontera hacia la vejez. Pero hay refugios que resisten, que construyen espacios contra ese aislamiento predecible. Uno de ellos es el Casal de Gent Gran Maria Aurèlia Capmany, en la calle Enric Granados, en pleno corazón del Eixample, uno de los más de cien centros públicos que se erigen como símbolo de compromiso con el envejecimiento activo y la inclusión social.
Este equipamiento público afronta su cierre inminente debido a la apertura de un nuevo centro mucho más grande en otra parte del Eixample, concretamente en la calle Viladomat, bastante alejado de este lugar de encuentro habitual. Gracias a su amplia oferta de actividades culturales, formativas y de bienestar, como talleres de memoria, escritura, meditación, gimnasia… más de 150 personas mayores disfrutan, hasta ahora, de encuentros fugaces con amigos y de un impulso vital que desafía el peso de los años.
El equipamiento mantiene activos a sus usuarios, que no se sienten motivados a acudir a otro centro
“Agradable y familiar”. “Recomendable”. “Un espacio excelente donde profesionales de gran categoría nos ayudan a seguir estudiando y disfrutar de las clases”. Estas son algunas de las reseñas del centro, realizadas tanto por usuarios como por sus familiares, que dan fe de la importancia y la necesidad de este espacio para muchos de ellos. En este refugio de las personas mayores del barrio la cuenta atrás ya se ha iniciado.
Entre los usuarios del centro se encuentran perfiles tan diversos como el de un señor de casi 100 años en silla de ruedas; una señora que, pese a necesitar oxígeno, no falta a las clases de gimnasia; Clemente, que ronda los 94 años; o Salvador, que ha sufrido un ictus y presenta síntomas iniciales de parkinson.
“Todo el Eixample se queda huérfano”, lamenta con voz temblorosa Rosa Guimet, de 72 años, que desde hace unos veinte participa fielmente en las actividades del casal, como la clase de meditación de Alexandra Di Stefano, que cada semana reúne alrededor de 35 personas.
El Ayuntamiento justifica el cierre porque la instalación no tiene los metros cuadrados requeridos
Según fuentes del Ayuntamiento, el futuro cierre del Espai de Gent Gran Maria Aurèlia Capmany se debe a la falta de espacio ya que solo cuenta con 200 m2, muy por debajo de los 1.000 metros cuadrados requeridos por el plan municipal de mejora de este tipo de equipamientos. Además, está ubicado en un entresuelo alquilado, lo que dificulta la realización de ciertas actividades y, en cierto modo, también el acceso. El traslado se enmarca en la estrategia de casals de l’Esquerra de l’Eixample, que dispone de centros mejor equipados como el Montserrat Olivella, Espai Esquerra y el nuevo Germanetes. El Ayuntamiento afirma que “tenemos en cuenta a las personas usuarias, especialmente a las que tienen más dificultades de movilidad, ofreciéndoles apoyo individual y grupal”.
Paralelamente, el distrito busca espacios en la Dreta de l’Eixample, aunque la presión inmobiliaria lo complica, y está ampliando el Espai de Sagrada Família hasta los 1.200 metros cuadrados. El compromiso del distrito del Eixample ha permitido disponer a día de hoy de siete casals adaptados al plan de equipamientos de personas mayores. Pero las razones del Ayuntamiento no acaban de convencer a los afectados.
“Nos prometieron que antes de cerrar abrirían otro casal cerca, pero solo nos han mandado a Germanetes, que está muy lejos y mal comunicado”, se queja Guimet. El nuevo casal que sustituirá al actual está ubicado en un espacio peatonal, a varias manzanas de distancia de los vecinos y vecinas que suelen acudir al centro cerca de sus casas.
¿Si nos quitan esto, qué nos queda?
Carme Garriga, de 78 años, camina con gran dificultad por los problemas de rodilla que arrastra desde hace tiempo. “No somos nadie ni tenemos nada”, dice con resignación. En el casal hay personas en silla de ruedas, con respiradores, con necesidades que hacen impensable trasladarse al nuevo centro.
Las puertas del centro de la calle Enric Granados siguen abiertas, de momento, pero la esperanza se desvanece. “Hace dos años nos aseguraban que todo estaba listo pero nos han estado mintiendo”, se quejan las usuarias. “Cuando alguien nuevo quiere apuntarse, le dan la tarjeta de l’Esquerra de l’Eixample pero no la del centro, para que no conste cuántos somos en realidad”.
Han ido a reuniones, han enviado cartas, han salido a la calle a manifestarse... pero se sienten menospreciados. “Yo he perdido la esperanza”, confiesa Guimet. Y Mercè Montell, otra de las fieles del casal, lanza la pregunta que sigue resonando en el aire: “¿Qué necesitamos las personas mayores realmente?, ¿Si nos quitan esto, qué nos queda?“”.