El Patronato del Museo Guggenheim ha decidido en su reunión de esta tarde en Bilbao enterrar definitivamente el proyecto de un nuevo museo en la reserva de la biosfera de Urdaibai, tal y como se apuntaba desde hace algunas semanas. Las trabas administrativas, la contestación social que despertaba este planteamiento, el coste político que podía suponer y el riesgo reputacional para el universo Guggenheim han terminado sentenciado este proyecto.
Se trata de la segunda vez en la que un proyecto de ampliación “discontinua” del Guggenheim en la reserva de la biosfera de Urdaibai se guarda en un cajón. Antes, en torno a 2008 y en un planteamiento inicial con sede en el municipio de Sukarrieta, el proyecto fue descartado ante el cambio radical de prioridades económicas que propició la crisis que se vivió en aquellos años.
El proyecto fue rescatado en torno a 2018 por la Diputación de Bizkaia y replanteado, con dos sedes en los municipios de Gernika y Murueta, y una senda verde entre ambas. Sin embargo, este nuevo planteamiento, “una ocurrencia” para sus críticos, ha vuelto a encallar, probablemente de manera definitiva.
El Patronado del Museo Guggenheim, formado por representantes de los Patronos Fundadores —Gobierno Vasco, Diputación Foral de Bizkaia y The Solomon R. Guggenheim Foundation— y por representantes de algunas grandes empresas o de medios de comunicación, ha justificado su decisión aludiendo a las dificultades técnicas que entraña y al rechazo social que general. La decisión ha sido anunciada por la diputada general Elixabete Etxanobe; la consejera de Cultura Ibone Bengoetxea; y la directora del Museo Guggenheim Bilbao, Miren Arzalluz.
Como ya adelantó Guyana Guardian, uno de los factores clave que ha propiciado que el proyecto encalle tiene que ver con el complicado encaje del proyecto en un entorno protegido, como es la reserva de la biosfera de Urdaibai.
El proyecto, no en vano, exigía un enorme cantidad de cambios urbanísticos y administrativos para seguir adelante con el planteamiento de dos sedes unidas por una vía verde de seis kilómetros.
Por citar un ejemplo, a fin de facilitar el proyecto, el Ministerio de Transición Ecológica aprobó la reducción de la zona de protección de la Ley de costas, pasando de 100 a 20 metros en Murueta, donde se encuentra un astillero aún en funcionamiento. Pues bien, Greenpeace y otras plataformas que se oponen al proyecto han recurrido este cambio y tienen muchas opciones de ganar el pulso. De ser así, la operación sería inviable, de manera que resultaría sumamente imprudente dar pasos para su construcción sin tener un horizonte de certidumbre.
Lo mismo ocurre con otros aspectos legales y administrativos vinculados con el encaje del proyecto, que exige indemnizar al astillero, descontaminar los suelos, cambiar usos urbanísticos y, en general, una larga lista de trámites que, según fuentes conocedoras del expediente, se podrían dilatar más de una década.
Además, este planteamiento de construir un museo en una de las zonas más sensibles de la reserva ha suscitado una gran oposición, especialmente en la zona. La plataforma Guggenheim Urdaibai Stop ha canalizado en gran medida esa oposición, promoviendo manifestaciones en contra del proyecto y liderando la oposición legal al proyecto.
Esta oposición llevó a las instituciones a impulsar un proceso de escucha no vinculante en el que, de nuevo, se han topado con muchísimas voces en contra de la operación. En un contexto de máxima rivalidad política en el País Vasco, el PNV ve que el coste político de la operación es elevado, y el proyecto ha ido perdiendo el aliento político con el que nació. Además, el proyecto contaba con muchos detractores incluso entre los jeltzales
Finalmente, la Fundación Guggenheim ha percibido un riesgo reputacional alto en torno a una cuestión tan sensible como la medioambiental
