Imagina llegar a un país donde los días parecen más cortos de repente. Pasas de disfrutar de las terrazas con amigos tras el trabajo a volver a casa a las cuatro de la tarde, con la noche ya caída y un frío casi insoportable en las calles. Son pequeñas diferencias culturales que impactan desde el primer momento y que representan el primer reto al que debes enfrentarte para adaptarte fuera de España.
Un ejemplo de esto es Ainara, de Alcalá de Henares (Madrid), que decidió quedarse a trabajar en Alemania tras su Erasmus. Su experiencia ha marcado tanto su vida profesional como personal, desde los primeros días hasta la consolidación de su carrera; actualmente trabaja como Digital Operations Manager en Hugo Boss. Para muchos jóvenes españoles, trabajar en el extranjero supone una apuesta por el futuro laboral, pero también un desafío emocional. A través de su testimonio se pueden apreciar los altibajos de vivir fuera: la soledad inicial, la adaptación cultural y, al mismo tiempo, las oportunidades profesionales y la independencia que solo un entorno extranjero puede ofrecer.
“Me pasó un poco como a la mayoría de gente que viene aquí: o te acabas quedando por casualidad o porque surge una muy buena oportunidad laboral”, relata. En su caso, fue una mezcla de ambas cosas. Tras sus prácticas universitarias, le surgió la posibilidad de conseguir un trabajo. “Si me volvía a España, las prácticas que tenía eran no remuneradas, 40 horas a la semana. Aquí, en cambio, las prácticas que se me ofrecían también eran de 40 horas semanales, pero con 1.200 euros al mes. Es una diferencia bastante grande”, recuerda.

Ainara en su trabajo
Aun así, Ainara recuerda que durante su primer año no tuvo contacto directo con el país. “No es lo mismo venir a trabajar ya como expatriado, que llegas con un contrato y entras en contacto directo con la gente. En mi caso vine como estudiante, entonces siempre estaba rodeada de personas de otros países en mi misma situación. No sientes soledad ni la presión de tener que conocer gente porque inevitablemente acabas haciendo amigos en ese círculo, y todo el tiempo te sientes acompañada”.
Lo que más le impactó fue justo cuando terminó el Erasmus, coincidiendo con la pandemia. “De repente, te encuentras en un país donde no tienes a nadie cercano y sientes la culpa de estar lejos mientras ocurre algo importante en tu vida familiar, perdiéndote momentos que no volverán… eso lo viví con mucha intensidad en aquel momento.”
En Alemania, la experiencia cuenta más que los títulos; en España, aún pesa más el currículum que la capacidad real
Según explica Ainara, en Alemania se da menos importancia a la formación académica y más a la experiencia. “En España tienes la impresión de que necesitas un montón de cursos durante la universidad, un máster en una buena institución, experiencia como becario en una empresa de renombre… todo para conseguir un puesto bien posicionado. Aquí, sin embargo, aunque yo tenga carrera, grado universitario y máster, trabajo con gente en la misma posición que no tiene estudios universitarios, sino lo que llaman aquí una formación técnica”.
Si te pones malo, no necesitas ir al médico para una baja los tres primeros días; ya te corresponde quedarte en casa sin dar explicaciones
En España, muchas veces las condiciones laborales son más rígidas y menos protegidas, mientras que en Alemania la situación es distinta. “Si te pones malo, no necesitas ir al médico para una baja los tres primeros días; ya te corresponde quedarte en casa sin dar explicaciones. Si la enfermedad se alarga, entonces sí acudes al médico y te dan la baja. Todo es mucho más privado y flexible”, explica Ainara. En su empresa, por ejemplo, la jornada es de 37 horas semanales, con total libertad para decidir a qué hora empezar o terminar. “Se apuesta mucho por el equilibrio entre la vida profesional y personal”, añade.
También resalta las facilidades para las madres: “Aquí pueden cogerse hasta dos años de permiso maternal. Y si el niño se pone enfermo, existe un tipo de baja específica para cuidarlo, con el día pagado. Hay mucho soporte por parte de las empresas a sus empleados. En España, en cambio, lo que veo en la experiencia de mis amigas son horas extras no pagadas, intrusismo y situaciones precarias. Aquí, si aparece un inspector de trabajo, nada de eso está permitido”.
Buscar una vida mejor en el extranjero implica renunciar, aunque sea temporalmente, a la cercanía de la familia y a la vida que conoces
Ainara también reflexiona sobre el aspecto emocional: “Sientes que tu decisión de buscar una vida mejor es, de alguna manera, renunciar a la vida con tu familia, a tu gente y a tu zona de confort”. En cuanto a su vida social en Alemania, reconoce que socializar con los locales puede resultar difícil.
“Al principio puedes sentirte aislado. En mis primeros meses me esforcé por conocer la cultura y a la gente de aquí, pero al final te das cuenta de que no siempre existe el mismo interés por su parte. Por eso, muchos españoles terminan formando un círculo cerrado con otros españoles, latinos, italianos o personas en situaciones similares”.

Ainara junto a su circulo de españoles en Alemania
De hecho, Ainara explica el ancla que supone tener a españoles a su alrededor. “Alemania no suele ser un país al que la gente se mude por amor al lugar, como ocurre con París o Italia. La mayoría viene por las oportunidades laborales y la situación económica. En ese contexto, tener un apoyo, aunque sea mínimo, una pareja o amigos, hace que la vida resulte mucho más llevadera y evita que quieras tirar la toalla”, explica.
“Aquí, en Alemania, aunque de puertas afuera parecen abiertos, en realidad son muy reacios a relacionarse con gente que no sea alemana. En nuestra experiencia, sentimos que no se nos trata igual. Por ejemplo, yo hablo alemán con buen nivel, y en cuanto notan que mi acento no es nativo, me cambian al inglés”, explica. Ainara considera que son demasiado cerrados a conocer gente de otros países, y eso hace que muchas veces sienta que no se les toma en serio en distintos ámbitos.

Foto de Ainara
Aun así, a pesar de rodearse de personas que se convierten en el ancla, echar de menos es inevitable. “El año pasado mi padre sufrió un infarto y me di cuenta de lo duro que es estar lejos: no puedes apoyar a los tuyos ni sentirte arropada, y además pesa la idea de que tus padres envejecen mientras tú te pierdes momentos que nunca volverán, aunque hayas elegido este camino por un futuro mejor”.
La distancia enseña a valorar lo que dejamos atrás: la familia, los amigos y la calidez de nuestras costumbres
La cultura española es muy familiar y, por lo general, tendemos a sentirnos arropados y a pasar tiempo en familia o con amigos. Al final, eso marca mucho el destino de los españoles que viven en otros lugares. Como cuenta Ainara, aunque no tienen fecha de regreso, sí saben que volverán a España.
“Entonces, la soledad que sienten aquí, aunque tengan amigos españoles, a menudo les lleva a plantearse volver. Los alemanes suelen tener relaciones más superficiales: pueden vivir en el mismo país que su familia y verlos solo una vez al año sin problema. En cambio, en España existe una fuerte cultura familiar y de unión, y eso hace mucho más difícil estar lejos”.

Familia de Ainara
Ainara también habla de que en España tenemos mucha más vida social, sobre todo cuando eres joven. “Yo tengo 26 años y me relaciono con gente de mi edad, y en esta etapa lo que más nos atrae es quedar con amigos o salir a tomar algo. Aquí eso es más complicado: en invierno, a las cuatro de la tarde las calles ya están vacías y ni el cuerpo te pide salir de casa”.
Además, explica que cuando viaja a España a trabajar lo nota: “Después del trabajo todavía tengo energía y toda la tarde por delante. En cambio, aquí, aunque salga a la misma hora, siento que el día ya se ha terminado, las tiendas cierran pronto y la vida es mucho más casera… y los españoles no somos muy caseros”.
La experiencia de Ainara invita a reflexionar sobre una realidad que España arrastra desde hace años: jóvenes que, al dar el paso hacia la vida adulta, se ven obligados a marcharse fuera para construir un futuro laboral más estable y con mejores condiciones. Al igual que ocurre en el ámbito universitario, donde muchos buscan oportunidades académicas fuera, el mercado laboral actual empuja a las nuevas generaciones a emigrar, dejando pendiente la necesidad de un sistema que retenga a estos jóvenes.

Ainara y su familia
Aun así, muchos esperan poder regresar a España algún día, porque el clima, las costumbres y la familiaridad hacen que vivir lejos no sea fácil para quienes conocen su país. Acaban soñando con un futuro mejor, pero con la ilusión de volver a casa. “Al final, la sensación es: estamos aquí porque, de momento, sabemos que estaremos mejor, pero nadie se atreve a imaginar un futuro en el que España no sea una opción. Es un poco desalentador, porque todos tenemos la esperanza de que la situación en España mejore y algún día podamos volver y vivir igual o incluso mejor que en Alemania”, concluye.