Nacida en Normandía en 1939, Françoise Jaussaud llegó a Madrid en 1962, dejando atrás su tierra natal para emprender una nueva aventura en España. En aquella época estaba terminando unos estudios en español sobre la política de los teatros, en la época de Carlos III, en el archivo de Villa. Tuvo que buscar un alojamiento en la capital española, ya que trabajaba en el archivo de la Plaza Mayor. Desde entonces, Françoise ha vivido en Madrid, se enamoró, formó una familia y empezó a descubrir la magia de sus montañas. Hoy, retirada en un tranquilo valle de Cantabria, reflexiona en una conversación con La Vanguardia sobre su trayectoria, los años de montaña y su relación con la naturaleza y lo más destacado de la cultura y la vida cotidiana en España.
Jaussaud recuerda con claridad el momento que llegó a Madrid. ”Fue un verdadero choque cultural porque en esos años, absolutamente todo, era diferente”. España, en ese entonces, era un país muy diferente a su Francia natal. “En el archivo de La Villa, por ejemplo, no había ningún tipo de vigilancia. Salía con los documentos del siglo XVIII para hacer fotocopias y nadie me decía nada. Eso sí fue una sorpresa”, afirma. Aunque ya había estado en España, asegura que hay una gran diferencia entre venir de turismo y vivir en una ciudad. “El lema era que España era diferente. Era verdad que veías personas más simpáticas, más alegres, todo era más barato y el clima era mejor, pero eso no era conocer España. Cuando la conoces realmente es cuando la vives”.
Françoise Jaussaud, francesa que llegó a España en 1962 (cedida)
¿Por qué decidió quedarse en España y trabajar aquí como profesora?
Me quedé porque siempre había tenido un gran interés por España. Empecé estudiando español en las primeras escuelas donde se impartía. Tenía curiosidad, interés y simpatía, aunque descubrí que no siempre era fácil vivir, me siguió interesando y nunca he criticado nada de España.
Me costó mucho encontrar trabajo en Madrid. Fue muy curioso porque era profesora de francés, tenía la licenciatura de filología francesa, siendo francesa y teniendo experiencia en enseñar, pero no como no tenía la escuela de idiomas y nadie me aceptaba. Al final, terminé trabajando en el Colegio Americano de Madrid.
¿Le costó adaptarse?
Nunca me pareció un lugar difícil y conseguí equilibrar mi vida bastante fácil. Me casé con un español, aunque en mi casa seguía hablando francés con mis hijos. Nunca me plantee volver a Francia. Me casé en 1964 y empezó mi vida. Me instalé, encontré trabajo en el colegio americano y luego tuve a mis hijos.
Ahora que estoy jubilada me podría haber ido, pero tampoco nunca se me ocurrió. Sigo viviendo con mi marido, pero ahora nos hemos ido de Madrid a Cantabria. Hemos restaurado una casa en Soba, en un valle un poco perdido de Santander. Cada paso que das en la vida es un nuevo choque cultural. Hay que volver a adaptarse, y pasar de la vida de Madrid a la vida de este Valle de Soba, donde la mentalidad es diferente.
Lo que más me gusta de España es el arte hacer comida riquísima y a la vez muy económica
¿Notó muchas diferencias en la mentalidad y el ritmo de vida respecto a Francia?
Sí. Todo era diferente. Sobre todo los horarios, y la mentalidad eran muy distintos. Además, me encontré con la importancia que tenía la religión en esa época. Lo puedo resumir en una frase: en Francia, el clero tenía complejo de inferioridad. Y en España, complejo de superioridad. Sobre este tema, sí era totalmente diferente.
¿Qué costumbres españolas adoptó con más facilidad?
La comida española me gusta muchísimo. Me gusta el arte que tienen en una familia española de hacer cosas riquísimas y a la vez muy económicas. Cuando llegué, viví con una familia española y todo me parecía riquísimo y con cosas sencillas. Eso sí que no me costó ningún trabajo.
Incluso ahora reniego de la cocina francesa con su mantequilla y las salsas. Me encanta lo que se come aquí, cómo se come, cómo se guisa y lo económico que puede ser. Un mismo plato puede ser de gran lujo o sencillo, pero sabe bien.
¿Y el carácter de los españoles, que le pareció?
Pues es mucho mejor que el de los franceses, incluso cuando lo estaban pasando mal en los años 60. Una frase que aprendí cuando llegué y refleja muy bien el carácter de los españoles es “anda, mujer, que un día es un día”. Y eso significa que todos los días son días y había poco dinero, pero se gastaba alegremente.
Françoise Jaussaud, en una ruta de montaña (cedida)
¿Cómo empezó su relación con la montaña?
Creo que para escapar. Vivía en Normandía, donde no hay montañas. Y empecé poco a poco, compré libros, mapas y visité sitios. Empecé en Francia y seguí en Córcega. Y cuando vine a España, lo primero que conocí fue la Sierra de Madrid, que me la pateé entera. Lo que más echo de menos de Madrid, es la Sierra. Es una preciosidad. He pasado noches enteras en las cabañas.
He andado en muchísimos países, en Nepal, en Chile, Ecuador, Marruecos, África del Sur. Puedo comparar muchas montañas, y me parece que la Sierra de Madrid y las montañas en España son preciosas. Jamás, nadie se ha metido conmigo o dejó de ayudarme. No tengo más que buenos recuerdos. Y una palabra que desconozco es miedo.
La ruta que no es segura no la hago. La montaña me avisa
¿En Francia ya hacía rutas por la montaña?
Sí, he hecho casi todos los GR, rutas de gran recorrido. En los Alpes y en los Pirineos.
Debe conocer muy bien la montaña
La ruta que no es segura, no la hago. Si hay una dificultad, no me voy a meter, yo ando con mis pies, buenas botas y dos palos y ya está. Y lo que no puede hacer con eso, no se hace. Además, la montaña me avisa.
¿Su marido le acompaña en estas aventuras?
No, no le gusta andar. Ando sola y mi marido lo entiende. Poca gente lo entiende. Pero es una manera para conocer a la gente. En ese aspecto, en España, la gente que me encuentra, me acoge, me ayuda, y me aloja, es encantadora. Mucho más que en Francia, por ejemplo.
Françoise Jaussaud, en su casa de Soba (cedida)
¿Qué zonas de España le han marcado más?
Lo que más me gusta es lo último que acabo de hacer. Soy muy sensible a las palabras. Y una vez en la carretera vimos un cartel que ponía 'Soba' y subimos. En ese valle no había absolutamente nada, pero una mujer a la que preguntamos nos ofreció su casa para dormir. Esa mentalidad y actitud también es muy típica de España, que la gente es muy acogedora.
Después, esa mujer nos alquiló su casa y pasamos 30 veranos en el Valle de Soba.
¿Sigue haciendo de rutas de forma habitual?
Sí, aunque tengo 86 años, no me identifico con mi edad, ni físicamente, ni mentalmente. Obviamente, tengo mis limitaciones, pero acabo de hacer tres días de ruta durmiendo fuera de casa. He ido desde Soba hasta el Valle de Pas. Aparte de andar, la parte más bonita es pasear, escribir, trabajar, pararse a observar. Cuando voy de ruta, si encuentro un lugar simpático para dormir, aunque sean las 4 de la tarde, me quedó. Conmigo siempre llevo una mochila donde llevo de todo.
No me identifico con mi edad, ni físicamente, ni mentalmente.
¿Y tiene algún reto entre manos?
Estoy con el GR99, que va desde Reinosa hasta el Mediterráneo. Ya he hecho 12 etapas. Conocido como Camino Natural del Ebro, recorre 1.287 kilómetros. Empecé en Fontibre, donde nace el Ebro, y cada vez que puedo, me escapó dos o tres días.
¿Y la vuelta a casa, como la hace?
Generalmente en autobús o en taxi. Aunque también utilizo mucho al autostop. Siempre me paran sin problema. La gente es muy simpática y conoce muy bien la región.
Lo que siento en la montaña es lo que conozco como libertad
En su libro, Diálogos con una montañera feliz, ¿qué tipo de contenido podemos encontrar?
El libro sigue un orden alfabético. Como todo el mundo me habla del miedo, un capítulo va sobre eso. Hay otro que habla sobre mi seguridad siendo mujer.
No es un libro de rutas, son mis experiencias, mis encuentros con la gente, con los animales. Es mi experiencia de como he vivido diferentes rutas. Los dibujos de libros son míos también, pero no doy consejos, simplemente, digo lo que hago, pero no doy consejos.
Si tuviera que resumir su experiencia con la montaña con la una palabra, ¿cuál sería?
Andar es exactamente lo que yo entiendo por libertad. Yo ahí siento la libertad, el tiempo, el espacio. Siento eso que conozco como libertad. Es lo que yo busco y lo que encuentro de verdad.


