Lucía Galán, pediatra, alerta sobre las infecciones de orina en bebés: “El pipí huele fuerte, está turbio y hay fiebre alta, en picos repetidos y difíciles de controlar”
Salud infantil
La doctora Galán advierte sobre la gravedad de las infecciones de orina de vías altas, especialmente en lactantes, y detalla los síntomas que deben alertar a las familias
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Lucía Galán, conocida como ‘Lucía, mi pediatra’, alerta sobre los signos graves en bebés con fiebre alta sin causa aparente
Las infecciones de orina no son un problema menor en pediatría. Aunque puedan parecer dolencias comunes o pasajeras, pueden convertirse en cuadros serios que requieren ingreso hospitalario. Así lo explica la pediatra Lucía Galán, conocida como Lucía, mi pediatra, en un vídeo publicado en su cuenta de TikTok. Con un lenguaje cercano y riguroso, la especialista desgrana los síntomas clave y los riesgos reales que implican estas infecciones, sobre todo en bebés y niños menores de dos años.
“Hoy vamos a hablar de las infecciones de orina”, comienza Galán, “que esto parece que es así un poquito acoso, pero en los niños a veces se ponen muy malitos”. Lo primero que aclara es que no todas las infecciones urinarias son iguales. Existen dos tipos principales: las de vías bajas, como la cistitis, y las de vías altas, que son las que más preocupan a los profesionales.
Fiebre sin foco, un signo de alarma
Cuando un bebé presenta fiebre alta sin síntomas respiratorios o digestivos, debe considerarse una posible infección de orina
Las de vías bajas afectan a la vejiga y se manifiestan con molestias al orinar. “Tenemos muchas ganas de hacer pipí todo el rato, cuando vas al baño haces dos gotitas y es tremendamente doloroso, como si estuvieses haciendo pipí agujas”, explica la pediatra. Suelen tratarse con antibióticos orales, previa recogida de muestra para cultivo, y rara vez presentan fiebre.
El problema aparece cuando la bacteria asciende desde la vejiga hasta el riñón. En ese momento hablamos de una infección de vías altas, también conocida como pielonefritis. “Ahí sí que pega el petardazo”, señala Galán. Se trata de cuadros más graves, especialmente frecuentes en lactantes, que presentan una serie de signos muy característicos.
“El bebé se pone... deja de comer, adquiere un color que los que ya hemos visto muchas infecciones de orina de vías altas en bebés, nada más verlo ya dicen ‘uff’. Tiene un color amarillento, a veces grisáceo”, describe. A esto se suma una fiebre muy alta, que “no cede con antitérmicos”, con picos frecuentes y difíciles de controlar: “39, 39, 39 cada cuatro horas”.
Además, el niño puede mostrarse “tiradito, se queja, no quiere comer, está adormilado”. En niños más mayores o adolescentes, el dolor se localiza y se hace evidente: “Cuando les das así unos golpecitos en zona lumbar, el paciente pega un bote, pero extremadamente doloroso”. Otro de los signos que pueden observarse en casa es un olor intenso y aspecto turbio de la orina. “No es transparente”, indica Galán.
El bebé deja de comer, adquiere un color amarillento, a veces grisáceo, y tiene fiebre muy alta que no cede con antitérmicos”
El tratamiento varía según la edad y el estado general. “Si se coge muy a tiempo, se puede probar con antibióticos orales”, pero si tras 48 horas no hay mejora, si hay vómitos o el estado del niño empeora, “entonces es cuando nos toca ingresarles para ponerles tratamiento intravenoso”.
Tras una infección de orina de vías altas, especialmente en menores, es fundamental realizar un seguimiento exhaustivo. “Se les hace un estudio que a veces dura meses o incluso años”, explica la pediatra. Esto incluye ecografías renales, y en casos de infecciones de repetición, cistografías para descartar un reflujo vesicoureteral —una condición patológica donde la orina sube desde la vejiga hacia los riñones—. También pueden realizarse gammagrafías para evaluar posibles cicatrices o lesiones en el tejido renal.
Galán subraya que este tipo de infecciones pueden pasar desapercibidas en sus primeras fases si no se tiene en cuenta un criterio esencial: la fiebre sin foco aparente. “Niño, adolescente, bebé, que empieza con fiebre alta y no tiene mocos, no tiene tos, no tiene diarrea… hay que echarle un vistazo”, recalca. Más aún si el paciente ya ha tenido infecciones previas, ya que “es relativamente habitual que repitan el proceso”.
“Así que las infecciones de orina no es baladí, no es una tontería”, concluye Galán, en un tono claro pero firme, reforzando la idea de que una atención precoz y rigurosa puede evitar complicaciones serias en la salud infantil.