Raquel Jiménez, psicóloga: “Los narcisistas te llevan al límite para que estalles y luego culparte”

Gestión emocional

Algunas personas tensan el ambiente con tanta habilidad que logran convertir sus provocaciones en pruebas contra quien finalmente no puede soportar más presión

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Raquel Jiménez, psicóloga

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Saben cómo hacerlo. Dominan el arte de darle la vuelta a la tortilla cuando todo apunta hacia ellos. Primero presionan, luego ignoran, después menosprecian y, cuando la reacción llega, fingen sorpresa. No hay errores reconocidos, solo culpas ajenas.

Ese patrón, que se repite más de lo que se admite, convierte la manipulación emocional en una estrategia calculada. Y es precisamente esa forma de distorsionar los hechos la que vuelve este tipo de vínculos especialmente dañinos.

Conflicto

Detrás de estas estrategias suele haber un perfil narcisista muy bien entrenado

La psicóloga Raquel Jiménez, en su perfil de Instagram, ha señalado que las personas con este tipo de comportamiento empujan a los demás hasta un punto de agotamiento que termina por romperlos. Según explica, lo hacen con un objetivo muy concreto: “Los narcisistas te llevan al límite para que estalles y luego culparte”. Esa frase resume una dinámica que se repite con frecuencia en relaciones marcadas por la tensión emocional y la invalidación constante.

Primero fuerzan el ambiente con comentarios hirientes o actitudes que desgastan. Después niegan todo lo que dijeron o hacen como si nunca hubiese pasado. Ante cualquier intento de señalar la falta de respeto, la respuesta suele ser un giro de discurso en el que la víctima acaba siendo acusada de exagerar. Así, quien intentó poner un límite termina pidiendo disculpas por haberlo hecho.

Este tipo de conductas, tal y como explica Jiménez en ese mismo vídeo, no tienen nada de inocentes ni se producen al azar. Al contrario, responden a una estrategia muy concreta basada en la manipulación emocional. Según apunta, “es una forma muy cruel y perversa de manipulación”.

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Las secuelas de este tipo de vínculos no siempre son visibles de inmediato. A veces se esconden tras una sensación persistente de inseguridad, una necesidad de justificar cada reacción o una culpa que nunca se disipa del todo. No se trata solo de discusiones o malentendidos, sino de una convivencia marcada por la tensión constante, la distorsión de los hechos y el control a través del desgaste emocional.

Identificarlo es el primer paso para detener esa cadena. Y aunque a veces cueste ponerle nombre, como afirma Jiménez en ese mismo texto, “esto se llama abuso emocional”.

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