El bienestar físico y emocional es uno de nuestros principales objetivos vitales. Tal y como ocurre con el cuerpo, el cerebro sufre las consecuencias del día, cada uno distinto del anterior. Tan pronto como nos despistamos, podemos sentir dolor, agotamiento, pulsaciones, ansiedad, nervios y muchas más afectaciones. El cuerpo debe estar limpio por dentro y por fuera, pero la mente también merece una atención especial.
En este sentido, una de las grandes preguntas que surgen es: ¿cómo lo hacemos para no flagelarnos con cada desliz que cometemos? Una duda que ha resuelto Mariano Sigman, neurocientífico argentino licenciado por la Universidad de Buenos Aires. Durante una intervención en Aprendemos Juntos 2030, el ciclo de conferencias de BBVA, El invitó desgranó por qué el cerebro actúa de esta forma y cómo puede solucionarse.
“Suponte que tú vas caminando por la calle y de repente una persona se tropieza. Lo primero que va a aparecer en tu habitáculo mental es como asomarte para saber si está bien, si se ha hecho daño, si la tienes que ayudar. Ahora, muchos nos hemos tropezado en la calle, y los que nos hemos tropezado, uno sabe que, si uno se tropieza en la calle, lo primero que aparece es ‘qué tonto, qué distraído’. La pregunta es: ¿por qué uno, a uno mismo, no se pregunta cómo estás?”, cuestionaba.
“¿Te duele algo? ¿Hay algo que pueda ayudarte? Esto no es casual, sino que hay una especie de eje que va desde dos predisposiciones distintas. Una es la compasión: ¿cómo puedo hacerlo para el que lo está pasando mal lo esté pasando mejor? La otra es lo que se llama el juicio crítico, que es cuando ves a alguien que ha hecho mal algo, por ejemplo caerse, lo primero que piensas es: ¿cómo puedo hacer para que esto no suceda otra vez?”, planteaba.

Mariano Sigman, neurocientífico
Mentalidad repartida
“Una tiene un alma como de enfermera compasiva, de resolver el presente. El otro tiene un alma pedagógica, de maestro, instructiva, de tratar de prepararte para que algo no suceda. Nosotros tenemos una intuición que es errada y equivocada, de que, si nos machacamos, si nos machacamos y nos machacamos y cada vez que uno hace algo mal te flagela, si te sientes que eres la peor persona del mundo por haberlo hecho, entonces mejorarás”, insistía.
“Pero la ciencia muestra y muestra de manera contundente que eso no es el caso, que ser compasivo no solo te lleva a tener una vida mejor, a cuidarte un poco más, a ser más amorosa contigo misma, sino que además te hace funcionar mejor en las siguientes instancias que tengas que hacer eso en tu vida. Es interesante entender por qué ocurre esto, porque una vez que entiendes por qué ocurre, tienes una oportunidad para empezar a cambiarla”, aseguraba.