En su perfil de Instagram (y en su podcast Criando sin miedo), Carlos González sostiene que cada minuto que un niño pasa frente a una pantalla es un minuto que deja de invertir en otras actividades que favorecen su crecimiento y vínculo: “Lo que tu hijo está haciendo mientras mira la televisión no es ni correr, ni jugar, ni leer, ni hablar con sus padres, amigos o hermanos”.
El pediatra hace hincapié en que esa sustitución de experiencias por tiempo de pantalla repercute directamente en el desarrollo, ya que los días tienen solo 24 horas y “no es lo mismo ver 20 minutos que estar tres horas enganchado”.
“Tu hijo pierde oportunidades de desarrollo”
La presencia de los padres, clave para contener el uso
González coloca como línea básica que “hasta los primeros tres años, los niños no deberían ver televisión” porque ese tiempo se está restando a otras formas de aprendizaje y socialización. A partir de esa edad, aconseja permitir tan poco como sea posible, sumando todos los dispositivos (televisor, tablet, teléfono móvil, redes sociales...).
Aunque reconoce que las recomendaciones existentes (como 20 minutos diarios para edades tempranas) no siempre tienen “una base científica real”, insiste en que cuanto más tarde y menos expuestos estén los niños en sus primeros años, mejor será para su desarrollo.
“Lo que tu hijo está haciendo mientras mira la televisión no es ni correr, ni jugar, ni leer...”
La postura de Carlos González conecta con hallazgos recientes. Por ejemplo, un estudio publicado en 2019 y citado por medios especializados mostró que la exposición frecuente a pantallas en niños de pre‑escolar puede afectar la integridad de la materia blanca en el cerebro, vinculada con la atención y autocontrol.
Además, otra investigación del Instituto Tecnológico del Producto Infantil y del Ocio (AIJU) y la Fundación Crecer Jugando indica que más del 90 % de los niños de entre 4 y 12 años supera los límites recomendados de uso de pantallas, lo cual está asociado a trastornos del sueño, sobrepeso, déficit atencional y otros efectos negativos.
González también menciona que el tiempo frente a la pantalla interfiere con el desarrollo de la visión, del habla y de la interacción social, ya que no reemplaza el contacto humano directo.
En definitiva, González no aboga por eliminar completamente las pantallas (una medida poco realista en el contexto actual), sino que recomienda retrasar su exposición, limitar su uso y priorizar la interacción, el juego físico, la lectura y la conversación como ejes del día a día.


