Amagoia Eizaguirre es psicóloga especializada en hábitos y divulgadora con más de veinte años de experiencia. Conoce bien lo que supone querer cambiar la vida y mantenerse constante, y sabe que muchas veces el principal obstáculo no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. “Por favor, dejemos de ir a los extremos. No se trata de ser perfectos, sino de avanzar poco a poco”, explica durante el Podcast de Webpositer.
La trampa de la perfección
“Saber que tienes un margen te ayuda a no abandonar el hábito”
Para la especialista, alcanzar la excelencia no significa no equivocarse nunca, sino aprender de los errores y diseñar sistemas que permitan retomar los hábitos después de los tropiezos. Por eso, recomienda establecer un compromiso por escrito con uno mismo, en el que se deje un margen para equivocarse varias veces sin abandonar el hábito.
Contar con ese espacio de error, según Eizaguirre, facilita retomar la práctica después de un desliz y evita la frustración, convirtiendo los fallos en parte natural del proceso de aprendizaje y sostenimiento del cambio.
“Saber que tienes un margen te ayuda a no abandonar el hábito”
Eizaguirre explica que esta estrategia funciona porque el cerebro humano responde mejor a la repetición y la constancia que a la presión por la perfección. De hecho, un estudio publicado por la Universidad de Stanford señala que la creación de un “contrato personal” o compromiso explícito incrementa la adherencia a nuevos comportamientos hasta en un 30%.
Por otro lado, estudios recientes sobre psicología del comportamiento, como los publicados en Journal of Behavioral Medicine, muestran que la flexibilidad y la autocompasión aumentan significativamente la adherencia a hábitos de salud, desde la actividad física hasta la alimentación equilibrada.
La clave para sostener un hábito
Cómo incorporar la flexibilidad en la rutina
Como decimos, incorporar la flexibilidad en la rutina puede marcar la diferencia a la hora de sostener un hábito. Por eso, celebrar los pequeños avances y mantener la práctica constante suele ser más efectivo que exigirse resultados impecables desde el primer día.
Aspirar a la excelencia, sin confundirla con la exigencia extrema, permite avanzar paso a paso. La constancia, más que la rapidez, es la que garantiza un progreso real y duradero. “Casi nadie agota todos los fallos permitidos. La clave está en la flexibilidad y en darse permiso para retomar”, concluye Eizaguirre.
En definitiva, los hábitos que perduran se construyen con paciencia y la habilidad de seguir adelante, incluso cuando cometemos errores. Cada tropiezo se convierte en una lección, y cada intento de retomar la práctica refuerza el cambio. La constancia y la flexibilidad permiten que, incluso los avances más pequeños, se conviertan en resultados reales y sostenibles con el tiempo.


