Como miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética. Martina Misenachs dejó claro el mayor problema de la dieta española hoy en día: “Compramos muchísimos productos ultraprocesados —son muy accesibles, tienen un marketing brutal— cuando podríamos optar por alimentos frescos y básicos: frutas, verduras, legumbres, pescado. Lo interesante es que existe una creencia muy extendida de que comer saludable es más caro, y la realidad es que no tiene por qué serlo”.
Esto ha derivado en un comportamiento cada vez más extendido, en favor de todo aquello que pueda derivar en un estilo de vida saludable. Sin embargo, algunas de estas dinámicas para llegar a ello pueden ser más perjudiciales que saludables. Así se expresaba Azahara Nieto, autora de La culpa engorda, sobre los llamados dietantes crónicos. El término hace referencia a aquellas personas obsesionadas con la dieta, que han convertido su vida en una reducción constante de peso, sin ser conscientes del daño que están ocasionando en su cuerpo.
Tostada con aguacate
“La presión por alcanzar la ‘mejor versión’ de nosotros mismos se intensifica, impulsada por las redes sociales y los estándares estéticos. Esta obsesión por la delgadez lleva a muchas personas a convertirse en dietantes crónicos, quienes saltan de dieta en dieta, atrapados en un ciclo de restricciones y excesos. Los dietantes crónicos padecen una condición conocida como permarexia, donde el miedo a ganar peso domina su vida”, expresaba en su blog nutricional. Por desgracia, esta condición no tiene una solución médica exacta.
“Este comportamiento, no reconocido oficialmente como un trastorno alimentario, erosiona la relación saludable con la comida y predispone a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia, bulimia y trastorno por atracón (TCA). Las causas de este fenómeno son variadas, desde el culto a la delgadez y la presión estética de las redes sociales, hasta la gordofobia estructural y un enfoque pesocentrista en la salud. Estas dinámicas afectan principalmente a mujeres jóvenes, perpetuando la baja autoestima y la insatisfacción corporal”, expresaba.
Imagen que ejemplifica alimentos típicos de la dieta mediterránea
Variedad al poder
“Es crucial entender que la falla no está en las personas, sino en las dietas que no se adaptan a sus necesidades. El camino hacia una relación saludable con la comida y el cuerpo comienza por rechazar estos ideales inalcanzables y fomentar la aceptación y la diversidad corporal”, manifestaba. Unas palabras que también compartía en relación con el salutismo, otra tendencia en favor de todo lo saludable pero que hace más daño que ayuda. Se trata de una forma de actuar en la que la salud positiva se convierte en una exigencia obligatoria.
“Lo que antes era cuidado, ahora es una lista interminable de deberes: entrenar fuerza tres veces por semana, caminar 10.000 pasos al día, comer de forma ‘limpia’, evitar ultraprocesados, hacer ayuno intermitente, suplementarse con magnesio, colágeno u omega-3, dormir ocho horas con calidad verificada por tu smartwatch, meditar antes de dormir, escribir en un diario de gratitud… Y todo esto, cada día, sin excepción. Si fallas, fracasas. La alimentación deja de ser disfrute y se convierte en cálculo nutricional. Se demonizan alimentos y cuerpos. Se impone una imagen corporal ideal —delgada, tonificada, joven— y se desprecia la diversidad”, sentenciaba.


