Alejandro Sánchez, un especialista en nutrición, expuso sus pensamientos sobre la cena de Nochebuena: “Es peor no desayunar o comer poco pensando en que luego vamos a comer mucho”
Cena de Nochebuena
No te saltes comidas antes de la cena; así, mejorarás tu moderación, reducirás la inquietud y el remordimiento, y disfrutarás de la Nochebuena sin exageraciones ni incomodidad.

El nutricionista Alejandro Sánchez se enfoca en la salud hormonal de las mujeres y en disminuir el porcentaje de grasa corporal.

La escena se repite cada año casi con precisión matemática. Es Nochebuena, la mesa se está preparando desde primera hora y, mientras el horno empieza a calentarse, muchas personas deciden “compensar” antes de tiempo: saltarse el desayuno, comer poco o directamente no comer nada. La lógica parece sencilla, es decir, ‘guardar’ hambre para la noche, pero para el nutricionista Alejandro Sánchez es, precisamente, el error más común. Y también uno de los más perjudiciales.
“Es peor no desayunar o comer poco pensando en que luego vamos a comer mucho”, explica Sánchez, que cuenta con casi 300.000 seguidores en su cuenta de TikTok Staynutri. El problema es que cuando el cuerpo llega a la cena tras horas de restricción, el hambre ya no es solo física: es urgente, desordenada y difícil de regular. El resultado suele ser una comida más rápida, menos consciente y con mayor sensación de descontrol.
Cena de Nochebuena
Aguantar todo el día es el inconveniente
Sánchez recalca que el inconveniente no radica en la cena de Nochebuena en sí, sino en los eventos previos. La restricción durante el día provoca una tensión que finalmente explota cuando el ambiente anima a comer sin medida. “Cuando llegamos con demasiada hambre, el cuerpo no escucha”, explica. Desaparecen las señales de saciedad y el placer, dando paso a la prisa, la inquietud y, con frecuencia, el remordimiento.

Esa responsabilidad es otro de los aspectos que el especialista en nutrición presenta. Consumir “de más” en una velada particular no es la causa principal del desasosiego, sino la historia que lo acompaña. Creer que se debe equilibrar, que existen comestibles vetados o que el placer conlleva una consecuencia al día siguiente fomenta una conexión conflictiva con la alimentación. “No hay alimentos buenos o malos en una noche concreta, hay contextos”, indica.
Si llegamos con un apetito excesivo, el organismo no presta atención.
Por ello, su consejo es directo y sin artificios, pero efectivo: conservar un ritmo habitual a lo largo de la jornada. Tomar el desayuno, almorzar y arribar a la cena con apetito, sí, pero sin llegar con el estómago vacío. Ingerir alimentos previamente no arruina la Nochebuena, sino que, por el contrario, facilita su mejor disfrute. El organismo arriba más sereno y la mente igualmente. Se mastica con mayor lentitud, se saborea más y se detecta antes la sensación de plenitud.
Sánchez refuta además la noción de que “guardar hambre” contribuye a moderar la ingesta posterior, ya que frecuentemente sucede lo opuesto. La privación previa incrementa la posibilidad de consumir en exceso y de experimentar un estado de ánimo desfavorable después. Y esa incomodidad no se limita a lo digestivo; es de índole mental. Surge el remordimiento, la impresión de haber fracasado y el conocido “mañana empiezo”.

En momentos como estos, el nutricionista sugiere un cambio de perspectiva. El objetivo no es la perfección ni la restricción, sino reducir la ansiedad en torno a la alimentación. Acudir a la mesa sin una hambruna excesiva es una muestra de consideración hacia el propio cuerpo y también hacia los alimentos. Pues, como él señala, una sola comida no determina el bienestar de una persona, pero la dinámica que forjamos en torno a ella sí tiene un impacto duradero.
