El arte de vivir con lo que da la tierra en Son Moragues, la finca sostenible en Mallorca

Artesanía 

En la Serra de Tramuntana, la firma Sonmo reinventa el lujo desde la tierra: aceite ecológico, lana rescatada y oficios artesanos en un proyecto que une pasado y futuro. Sostenibilidad, belleza y legado mallorquín en estado puro

Joe Holles

Joe Holles, experto ambientalista al frente de la recuperación de la finca mallorquina Son Moragues

Sonmo

A medida que el ritmo de la vida se acelera, se hace cada vez más evidente la necesidad de detenerse y disfrutar de los placeres sencillos que nos ofrece la vida. Y muchos de esos momentos de bienestar vienen de la naturaleza, de iniciativas que buscan regresar a lo esencial, a la conexión con la tierra y sus tradiciones. Desde abrazarse a una manta artesana hasta reconfortarse acariciando una taza salida de las manos de un artesano o untando una tostada de buen pan con un aceite único.

Uno de esos lugares de reconexión con el terruño y sus frutos está en la finca Son Moragues, en el corazón de la Serra de Tramuntana, pegado a Valldemossa. Su historia se remonta al siglo XIV y fue en su día una de las possessions más prósperas de la isla de Mallorca. Allí vivió el archiduque Luis Salvador de Austria y hoy, en este paisaje cultural de la Unesco, se ha levantado un proyecto tan innovador como ancestral que responde al criterio de devolver a la tierra lo que esta nos da. El barro que antes servía para producir tejas y baldosas se transforma en vajillas. 

Son Moragues atesora un interesante patrimonio vernáculo y natural

Son Moragues atesora un interesante patrimonio vernáculo y natural

S.M.

La ceniza, usada en el pasado para lavar la ropa blanca, hoy se aplica en el esmaltado de la cerámica. Las piedras, tan abundantes en esta sierra mallorquina, se convierten en objetos domésticos. Y de la lana surgen ropa de hogar y alfombras tejidas en telares centenarios.

Los muros de piedra seca y los olivos centenarios son señas de identidad de Son Moragues, en la Serra de Tramuntana

Los muros de piedra seca y los olivos centenarios son señas de identidad de Son Moragues, en la Serra de Tramuntana

Sonmo

Entre olivos y muros de piedra seca, Joe Holles nos recibe con la calidez de quien ha encontrado su propósito en la vida. Habla del aceite de oliva, elaborado con la variedad autóctona y que es aún más exquisito de lo que era antaño. “En Mallorca se construyeron auténticas fortunas gracias al aceite y Son Moragues ha sido un referente durante siglos, pero necesitaba un enfoque renovado para recuperar su esplendor”, explica explica el cofundador del proyecto mientras caminamos.

Cada decisión busca reducir nuestra huella ecológica y un modelo agrícola más respetuoso con el medio ambiente”

Joe Holles

Con un profundo respeto por la herencia del lugar, Bruno Entrecanales y Aina Plaza emprendieron una transformación basada en la agroecología y la recuperación de métodos tradicionales. En el 2022 lanzaron la marca Sonmo, que engloba aceite, mermeladas, artesanía o jabones. No buscan el volumen, sino la calidad. “Cada gota de nuestro aceite es el resultado de un proceso minucioso, desde la poda de los árboles hasta la extracción en frío, respetando el ciclo natural de la tierra”, explica Holles. Lo mismo sucede con el resto de los productos que nacen o se hacen en este ecosistema donde conviven olivos, huertos, bosques y ovejas semisalvajes que ayudan a preservar la biodiversidad. “Cada decisión que tomamos busca reducir nuestra huella ecológica y un modelo agrícola más respetuoso con el medio ambiente”, insiste este experto ambientalista que estudió Filosofía en Salamanca. Para darlo a conocer ofrecen visitas guiadas, catas de aceite y actividades todo el año.

Joe Holles está al frente de la recuperación de esta finca mallorquina

Joe Holles está al frente de la recuperación de esta finca mallorquina

S.M.
Los textiles surgen de telares centenarios

Los textiles surgen de telares centenarios

Salva López

El proyecto también incluye la recuperación de variedades autóctonas de hortalizas y frutas, muchas de ellas casi desaparecidas de los mercados locales. En el 2008 se inició una etapa de regeneración agrícola y forestal que también incluyó la restauración de la arquitectura: casas, muros de piedra seca, aljibes… Holles, que nació en Inglaterra pero ya es mallorquín de soca-rel, recuerda su niñez, cuando la finca ya estaba en manos de la familia Cilimingras y él acudía con el colegio para recoger plantas y dibujarlas. “Esto era un restaurante hace 30 años, un lugar muy querido por todos los vecinos, que atesora recuerdos e historias de banquetes y celebraciones”. Es en este mismo terreno donde comenzaron a desenterrar la historia bajo la maleza. Aparecieron acequias, fresqueras, una glorieta y una gruta romántica con bellos patrones decorativos hechos con conchas marinas donde los Moragues se refugiaban del calor y que hoy nos salva de una fina llovizna.

Bajo los olivos pastan ovejas mallorquinas. Durante décadas, con la llegada de materiales sintéticos y la desvalorización de los procesos artesanales, la lana empezó a verse como un material sin valor, un residuo incómodo que ahora mismo “se quema, se entierra o se tira al contenedor... Cuando hace 50 o 60 años tenía una función dentro de la economía local. Se hacían uniformes para el ejército, mantas para hospitales, se aprovechaba”, comenta Holles.

Aina Plaza, en el taller artesano que aprovecha tierra, tintes y residuos propios para elaborar las piezas

Aina Plaza, en el taller artesano que aprovecha tierra, tintes y residuos propios para elaborar las piezas

S.M.
Algunas de las piezas de cerámica que crean en la finca

Algunas de las piezas de cerámica que crean en la finca

S.M.

La recuperación de la lana en Son Moragues comienza con un descubrimiento inesperado en una fábrica textil que cerró en Mallorca en 1960. El lugar albergaba herramientas que, con el tiempo y la restauración adecuada, podrían devolver a la vida la producción textil. Anna Platts y Daniel Harris, de London Cloth, y Clara Vignal, responsable del departamento textil de Sonmo, devolvieron la funcionalidad a las máquinas, que estaban en parte rotas, cubiertas de telarañas y de óxido. “Uno, fabricado en Sabadell alrededor de 1890, fue el primero que pusimos en funcionamiento. Nos tomó un año y medio”, rememora Platts. Fabrican mantas (también a medida) compuestas en un 75% por lana mallorquina y un 25% de merino español. “La lana mallorquina es resistente, dura, flexible, recupera su forma, pero no suele ser suave”, explican. Por ello la mezclan con merino peninsular para obtener un producto más suave y delicado.

El objetivo del proyecto no es solo la producción de textiles, sino la regeneración de un sector olvidado. Actualmente, la producción sigue siendo modesta, pero eso las hace aún más exclusivas, igual que sus alfombras. “En Estados Unidos —recuerda Platts— solo quedan seis fábricas que pueden hacer funcionar este tipo de maquinaria. Y todas las personas que trabajan en ellas tienen entre 70 y 80 años. Se están retirando y no hay relevo generacional. Nosotros somos probablemente las dos personas más jóvenes que hacen esto en el mundo”. También hacen cojines, manteles, toallas y delantales, que tiñen con tintes naturales o estampan a partir de la flora local. Los acabados encerados se hacen realmente con cera de abejas del lugar.

El, proyecto tan innovador como ancestral,  responde al criterio de devolver a la tierra lo que esta nos da

El, proyecto tan innovador como ancestral, responde al criterio de devolver a la tierra lo que esta nos da

S.M.

Junto al telar, Aina Plaza prepara cerámica que irá al horno. En la finca que está recuperando con su marido, esta mallorquina trabaja frente a un enorme ventanal abierto al paisaje, sus manos y sus ojos van de la tierra a la tierra. Con una taza de un particular color azul en las manos, explica que todo el proceso de la cerámica Sonmo gira en torno a la experimentación. “Los esmaltes los hacemos aquí —explica—, con cenizas de nuestra caldera de biomasa, lo que nos permite dar una segunda vida a los restos de la poda”. Definen volúmenes y proporciones con moldes en 3D, pero el proceso sigue siendo artesanal. Cada taza, plato o dispensador de jabón pasa por sus manos. De este equilibrio entre precisión digital y toque humano nacen colecciones en las que la imperfección calculada aporta autenticidad.

La emperatriz Sissi se alojó en la finca, que fue propiedad de su primo Luis Salvador de Austria y pintó Santiago Rusiñol

El azul añil, los tonos lavanda y los verdes son algunas de las señas de identidad de sus colecciones, en que la exploración del vidriado es parte fundamental del proceso creativo y cada esmalte es una prueba de paciencia. En la finca también hacen proyectos para hoteles, restaurantes y clientes que buscan piezas exclusivas.

En el jardín secreto que creó la familia Moragues y pintó Santiago Rusiñoestá Sa Bassa Rodona o La Balsa, un estanque del siglo XVIII

En el jardín secreto que creó la familia Moragues y pintó Santiago Rusiñol, está Sa Bassa Rodona o La Balsa, un estanque del siglo XVIII

S.M.

Holles relata que el futuro de la finca no está solo en sus productos. Habla con entusiasmo de un sistema de créditos regenerativos. Estos créditos, que premian las buenas prácticas agrícolas y medioambientales, buscan incentivar a los agricultores a adoptar métodos que promuevan la regeneración de la naturaleza, no solo pensando en la huella de carbono sino teniendo en cuenta la biodiversidad, el uso del agua y los aspectos sociales y culturales: “Estamos introduciendo un modelo de agricultura regenerativa adaptado a la realidad balear, que conecta a los agricultores con las empresas que quieren invertir en sostenibilidad”, explica. El sistema permite a los agricultores vender estos créditos a empresas para compensar su impacto ambiental, canalizando fondos de quienes contaminan a los que regeneran el entorno.

La última sorpresa de este viaje a un mundo que parecía perdido es el jardín secreto que creó la familia Moragues y pintó Santiago Rusiñol. Rodeado por un antiguo muro de piedra, está Sa Bassa Rodona o La Balsa, un estanque del siglo XVIII construido para llevar agua fresca de montaña a los huertos y fuentes de la propiedad. Luis Salvador de Austria lo transformó en un refugio que hoy disfrutan familias de gansos y donde se organizan catas de aceite y otros productos de la tierra. Allí el archiduque montó el banquete más fastuoso de su época en Mallorca. Mientras tocaban los músicos traídos desde Viena, él y su prima la emperatriz Sissí remaban alrededor de la luna reflejada en el estanque. Hoy justo ha parado la lluvia y en el agua se refleja la Muntanya del Voltor, la primera propiedad de la familia Moragues antes de levantar esta finca magnífica.

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