“Las cosas bonitas no agreden”, afirma Mariona Ferran mientras recorremos Alegra, una peluquería que no lo parece. Hay flores frescas en el centro de una larguísima mesa de mármol, espejos japandi, muebles lacados, elegantes cortinas y lámparas que podrían estar en un apartamento milanés de los años cincuenta, una silla vintage retapizada con lana de Mongolia, un gran cuadro de Claudia Valsells. Todo revela un ambiente hedonista para dejarse mimar.
“No quería que pareciera un salón de belleza. Quería que fuera un espacio para estar a gusto, para sentirse guapa sin impostar nada”, explica Mariona Ferran, peluquera de larga trayectoria, por vocación y por tradición familiar. Su amiga, la interiorista Roser Torres, asiente cómplice. “Mi trabajo ha sido acompañarla para que su universo se traduzca en arquitectura, en materiales, en luz. Es un proyecto profundamente personal”.

Una gran mesa de mármol con base lacada preside el espacio dedicado a peluquería
La amistad entre ambas atraviesa todo el diseño. “Hay confianza, hay respeto. Sabía que podía arriesgar, que si le proponía un suelo ‘roto’ o poner una barra lacada de color mostaza, lo entendería”, cuenta la interiorista. Si no fuera por su amplitud, el espacio podría calificarse de bombonera. Se organiza como un apartamento sin habitaciones cerradas. Hay un rincón con sofás, un espacio para maquillaje, una zona íntima para quien desea ponerse guapa sin exponerse a las miradas, y en el piso de abajo, la zona dedicada a los hombres y a los cuidados corporales. No hay rastro de carteles publicitarios con los peinados de temporada.
“Todo tenía que transmitir armonía”, dice la interiorista. “Colores neutros, materiales nobles, sin estridencias. La belleza no tiene que gritar”, explica. Alegra es pionera en muchas cosas, no sólo en aportar un interiorismo poco común en estos establecimientos, también ha sido la primera peluquería de la zona alta de Barcelona que ofrece, en la calle Calaf, un servicio de spa capilar.
Mariona lleva más de tres décadas en el sector de la peluquería. Fundó con su familia New Look, que llegó a tener siete establecimientos, pero un día decidió volar sola. Ambas se conocieron hace muchos años, “Yo era su clienta -explica Roser Torres-, y nos hicimos amigas. Siempre hemos viajado juntas”. Y en esos viajes soñaban con el día en que Mariona montaría su propio salón. Fueron siete años de pensar, de verbalizar ideas. Visitaron muchas peluquerías y se dieron cuenta de que “aunque tuvieran un nivel muy importante de técnica, la estética no estaba cuidada -explica Mariona-, ni en París, una ciudad tan maravillosa, ni en Londres…”.

El toque de color lo aporta una pintura de Clàudia Valsells y las formas geométricas del suelo remiten al 'terrazzo con inserti in ottone'
Encontraron la inspiración en tiendas o restaurantes, miraron hacia los países nórdicos y a Japón… El resultado, con la colaboración del arquitecto milanés Matteo Colombo, es un espacio cálido y orgánico, con una escalera que conecta las dos plantas que recuerda la arquitectura vernácula de Eivissa, pero también a la elegancia con acento milanés: lacas brillantes, mármoles Emperador con tonos que van del crema al chocolate, suelos gráficos con formas geométricas que remiten al terrazzo con inserti in ottone y techos con acabados sinuosos que aportan textura y carácter.
La interiorista confiesa que este proyecto, su primer espacio público, ha sido especial. “Cuando diseñas un salón donde se habla de belleza pero también de intimidad, de autoestima, tienes que trabajar con otro tipo de escucha. Todo el mobiliario tenía que ser funcional y bello, pero también emocional. Un sofá para esperar sin prisa, lavacabezas que no parezcan quirúrgicos. Y nada estridente, para que resulte intemporal”. La peluquera revela por qué los espejos de la gran mesa de mármol no están anclados: “Este salón es más bonito que mi casa, así que por qué no aprovecharlo para celebrar una cena con todo el equipo, como hicimos en Navidad”.

Tras un diagnóstico con una tricocámara que estudia el cuero cabelludo y el cabello, se realiza un spa capilar que trata y relaja

El espacio para el lavado del cabello
La iluminación fue otro gran reto. “Como coloristas, sabemos que la luz altera los tonos. Queríamos luz cálida pero neutra, que no distorsionara el color real del cabello ni de la piel. No fue fácil, pero lo conseguimos. Una buena iluminación puede cambiarte la cara. Literalmente”, explica Mariona. Este espacio cuidado y de cuidados es el lugar ideal para preguntar cuál es el mayor error al crear o cambiar un peinado. “El error más común es no partir de la realidad de tu pelo. No asumirlo. No preguntarte: “¿Cómo tengo el cabello?”. Hay que ser realista”.
En cuanto a tendencias, “ahora mismo estamos en un momento interesante –explica Mariona-. No hay una tendencia clara y yo prefiero hablar de peinados perennes de cuidado fácil. No de modas que pasan. Por ejemplo, el bob con todas sus medidas, escalado o no, con o sin flequillo, es un estilo que aguanta, que tiene fuerza. Y vuelven los rizados, que quedan estupendos si eliges el producto correcto”.

Cabina de Alegra para los tratamientos corporales
Mariona trató de dejarse las canas naturales, pero Roser la disuadió –“es que no le quedaban bien”, ríe-. Su amiga parece decidida a volver a intentarlo, pero advierte: “La cana hay que cuidarla. No vale decir 'me dejo las canas' y no pisar la peluquería. Hay que tratarlas, hidratarlas, darles forma. Si no, puede dar una imagen de abandono”.
Y cuidado con los procesos estéticos heavies. “Si te haces un tratamiento demasiado agresivo, tu cabello puede tardar meses en recuperarse. Es importante tener claro hacia dónde quieres ir. No hagamos cosas que te enganchen a volver cada tres semanas porque el color se desvanece mal. Por ejemplo, si haces a una clienta un balayage sobre una base superrubia, saldrá feliz ese día, pero tendrá que volver constantemente. Yo necesito que la clienta entienda bien eso. Que sepa qué mantenimiento puede asumir, y sobre todo, ser honesta con ella. Pasa mucho con chicas jóvenes. Les haces unas mechas, genial. Pero si les aclaras la base para que quede más rubia, y luego encima matices… estás comprometiendo la estructura del cabello desde muy joven”.

La peluquera Mariona Ferran y la interiorista Roser Torres en Alegra
¿Y en interiorismo, cuál es el peor pecado para Roser Torres? “El mal gusto. Es como un plato que sabe mal: lo notas enseguida. A veces basta con una luz bien puesta, una buena proporción. Puedes tener una casa humilde y tener estilo. Como con la ropa: una camisa blanca bien llevada con unos tejanos vale más que un look forzado”. Ahí Mariona reivindica las prendas de Jil Sander. “La estética se lleva dentro. Puedes desarrollarla o no. Pero si tienes sensibilidad, se nota. No hace falta explicar por qué una cosa funciona. Simplemente, funciona”, dicen casi a la vez.
En un mundo que bombardea con imágenes, ellas apuestan por lo sensorial. Por la luz que cae bien, por una silla que acoge, por tener siempre flores frescas. Por el trabajo en equipo. Por hacer las cosas con cariño, aunque lleven más tiempo. Porque, como dice la interiorista, “no se trata de tener la casa más cara, ni el salón más moderno. Se trata de tener criterio”. Y aquí, entre tijeras y texturas, entre confidencias y arquitectura emocional, lo quieren demostrar.