Es un bilbaíno abierto, apasionado y vitalista. Borja Rodrigo es el actual Director General en España de una empresa industrial alemana, Ringspann Ibérica.
Me confiesa que jamás tuvo animales hasta que se casó. “En realidad, fue Ainhoa, mi mujer, la que me introdujo en el apasionante mundo perruno. Ahora lo disfruto muchísimo, como el que más”.
Lola y Zuri junto a toda la familia en Navidad
En el año 2012, su esposa estaba deseando que entrara en su vida una Westy, una elegante terrier escocesa, y lograron que esa ilusión se convirtiera en realidad. “Se llamaba Mika. Era un verdadero amor de perrita. En cuanto la vi, me enamoré al instante de su ternura. Pero la historia que compartimos con ella fue realmente brutal. Por aquel entonces, mi mujer se había quedado embarazada, y era un embarazo de riesgo. Mika se pasaba todo el día haciéndole compañía a Ainhoa, a su lado, siempre inseparable. Le mostraba su instinto de protección.
A menudo parece que la vida nos proporciona unos aprendizajes alucinantes. Nuestra primera perrita protegía a la madre en su difícil gestación… Y la segunda perrita se responsabilizó del cuidado y crecimiento del bebé
Daba vueltas y más vueltas alrededor de la madre. Intuía que se trataba de un momento frágil para ella y quería protegerla al máximo. La perrita mostraba su inquietud. Y resulta que justo poco antes de nacer el bebé, Lukas, el animal enfermó. Descubrimos que tenía una quemadura interna, que se había electrocutado, y eso le afectó muchos órganos importantes. La operamos, y la pobre esperó y aguantó como pudo hasta que nació Lukas. Pero en cuanto mi mujer dio a luz, la perrita murió. Fue realmente mágico, algo simbólico. Al parecer, Mika ya había ejercido su función protectora y podía irse. Nuestra perrita Mika desplegó su poderoso instinto protector en el embarazo de riesgo de mi mujer. Intuía que podía haber una vida en peligro”.
En aquel preciso momento, un momento muy duro, Borja y Ainhoa se juraron el uno al otro que jamás volvería a entrar en sus vidas un perro… Pues resulta que tan solo un mes más tarde ya apareció otra Westy. “La llamamos Lola, porque es un nombre divertido y alegre, y necesitábamos energía positiva para tratar de pasar página y esas cosas…”.
En realidad, fue Ainhoa, mi mujer, la que me introdujo en el apasionante mundo perruno. Ahora lo disfruto muchísimo, como el que más
Me cuenta que desde el primer día pusieron a su bebé (Lukas) al ladito de Lola, y desde el minuto cero se hicieron íntimos. “A menudo parece que la vida nos proporciona unos aprendizajes alucinantes. Nuestra primera perrita (Mika) protegía a la madre en su difícil gestación… Y la segunda perrita se responsabilizó del cuidado y crecimiento del bebé”.
Lola y Lukas eran dos bebés. Ahora tienen la misma edad. “Nuestra segunda hija se llama Mia. Tanto ella como Lukas están entusiasmados sacando a pasear, bañando y jugando a todas horas con Lola y Zuri (Blanca, en euskera), una bichón maltés herencia directa de la abuela Rosa”.
Lola y Zuri junto a toda la familia durante las vacaciones
Lola y Zuri, dos perritas que conviven la mar de bien. “Las ponemos a dormir juntas en nuestra habitación, pero por lo que respecta a la comida, eso es otra historia. Les ponemos sus cazos en zonas distintas de la casa, porque si no Lola se comería todo lo que ve, sea o no de ella”.
Se definen a sí mismos como una familia numerosa. “En casa somos dos niños, dos perritas y dos adultos. Un montón de vida en constante movimiento. Aquí no nos aburrimos jamás”.
No hay sistema pedagógico mejor para dos niños que crecen que estar en contacto diario y constante con sus perritas
Como padres, son plenamente conscientes de que criar a sus hijos con perros es un gran aprendizaje de valores. “No hay sistema pedagógico mejor para dos niños que crecen que estar en contacto diario y constante con sus perritas. Aprenden lo que significa el amor incondicional, el respeto, los cuidados, el cariño, la responsabilidad…”.
Lola junto a toda la familia
La tarde antes de que entrara Mika en casa, Borja se puso en “modo perruno”, súper empático, a cuatro patas, recorriendo el piso de arriba abajo como si fuera un animal. “Quería comprobar cómo percibiría Mika nuestra casa desde su altura, para ver si todo estaba en su sitio o había que cambiar algún elemento”.


