Muchos perros se lamen las patas con insistencia, a veces durante varios minutos, como si fuera un gesto automático. A simple vista puede parecer una costumbre sin importancia, pero en realidad es uno de los comportamientos más comunes que alertan de que algo no va bien.
Esta repetición, frecuente en todo tipo de razas y edades, suele pasar inadvertida. Sin embargo, ese hábito tiene detrás causas médicas concretas. En muchos casos se convierte en un hábito, aunque tenga un origen físico claro. Los dueños tienden a restarle importancia hasta que aparece un síntoma visible.
Lamido constante
Alergias, infecciones y otros desencadenantes
En consulta, es habitual que los veterinarios se encuentren con perros que llegan por otros motivos, pero que presentan zonas enrojecidas, húmedas o con pérdida de pelo entre los dedos o en los laterales de las patas. La veterinaria Carmen Arteaga explicó en su cuenta de Instagram que este tipo de comportamiento no debe tomarse como una simple rareza y dejó claro que “el lamido excesivo de las patas no es simplemente una manía y podría ser señal de un problema”.
En la mayoría de los casos, detrás de ese comportamiento hay una causa física concreta. Las más frecuentes, según detalla Arteaga, están relacionadas con procesos inflamatorios, alergias alimentarias o ambientales, o la presencia de parásitos. La dermatitis atópica canina es una de las afecciones más diagnosticadas. También puede deberse a reacciones adversas a ciertos alimentos o a infecciones por hongos o bacterias, sobre todo cuando el animal vive en entornos húmedos o tiene contacto habitual con césped y tierra.
Aunque es menos habitual, hay casos en los que el origen puede estar vinculado al entorno o a situaciones de estrés prolongado. Cambios en la rutina, falta de actividad o incluso la soledad durante muchas horas también pueden favorecer que el perro repita ese gesto de forma constante. Sin embargo, antes de asociarlo a un problema conductual, es importante descartar siempre causas físicas.
El tratamiento dependerá del diagnóstico. A veces basta con un cambio en la alimentación, en otros casos se necesita un tratamiento tópico o farmacológico más prolongado. Lo más importante, según los profesionales, es no asumir que el perro lo hace sin motivo. La repetición sistemática de una conducta así es una señal de alerta que no debe pasarse por alto.