Juan Carlos Castilla, adiestrador canino: “Aplicar la regla 20-20 ayuda a mantener el vínculo con nuestros perros; cada 20 minutos de móvil o pantalla hay que dedicar 20 segundos a conectar con ellos”

Cuidados

Durante las vacaciones u otras situaciones excepcionales es frecuente que muchos perros sufran ansiedad por separación,  un trastorno del comportamiento que aparece cuando el animal se aleja de su figura de apego

“Si durante las primeras semanas de vida el animal no ha aprendido a estar solo durante cortos periodos, es más probable que desarrolle una dependencia emocional”, explica Castilla, director de NobleCan

Juan Carlos Castilla es el fundador y director de NobleCan.

Juan Carlos Castilla es el fundador y director de NobleCan, en Madrid. 

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Ladridos excesivos, destrozos en casa o la sensación de que cada rincón del hogar se ha convertido en un baño improvisado donde los perros han decidido hacer sus necesidades. Son situaciones frecuentes y comunes, pero no por ello normales: indica que algo les está pasando a nuestros animales y que hay que actuar. Porque lejos de ser simples travesuras, pueden esconder un problema conocido como ansiedad por separación, un trastorno que afecta tanto a los perros como a sus tutores y que genera frustración, culpa y una convivencia difícil.

Juan Carlos Castilla ha lidiado con miles de casos y sabe de primera mano que no es algo que hay que dejar pasar. Adiestrador canino y técnico avanzado en modificación de conducta, cuenta con más de 17 años de experiencia, y en 2007 fundó NobleCan, un centro de adiestramiento positivo en Madrid. Una trayectoria que le ha permitido acompañar a más de 11.000 perros junto a su equipo y  analizar detenidamente sus necesidades, también en materia de ansiedad. “A largo plazo, el estrés puede cronificarse y afectar a la salud física del animal; la creencia de que el perro ya se acostumbrará sin acompañamiento puede agravar el problema”, explica.

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¿Qué es exactamente la ansiedad por separación, y cómo suele manifestarse?

La ansiedad por separación es un trastorno del comportamiento que aparece cuando un animal, especialmente un perro, se queda solo o separado de su figura de apego. No es simplemente que el perro “extraña” a su tutor, sino que entra en un estado de estrés elevado que puede afectar su bienestar físico, emocional, y al entorno doméstico. Y tampoco es exclusivo de perros jóvenes, también puede desarrollarse en perros adultos tras un cambio brusco en su rutina, como una mudanza o la llegada de un bebé. Los signos más comunes incluyen ladridos o aullidos excesivos, conductas destructivas —como morder puertas, muebles u objetos con olor del tutor—, defecaciones dentro de casa, intentos de escape e incluso autolesiones. También pueden presentar síntomas fisiológicos como salivación excesiva, jadeo constante o falta de apetito.

Esta ansiedad, ¿solo ocurre con los tutores, o puede deberse al miedo a la soledad?

La ansiedad por separación no siempre está vinculada exclusivamente al tutor principal. En algunos casos, el problema radica en el hiperapego hacia una persona específica, lo que provoca que el perro sufra ansiedad cuando esa figura no está, aunque haya otras personas presentes. En otros casos, el problema es más generalizado y se trata de un miedo a la soledad como tal. Esto puede deberse a experiencias pasadas de abandono, institucionalización prolongada (como refugios, albergues o protectoras) o a que simplemente no han sido expuestos progresivamente a momentos de separación durante su etapa temprana de socialización. Aquí hay que enseñar al perro a tolerar la soledad en general. 

Algunas razas, como los labradores, los border collies o los caniches, tienen más predisposición a formar vínculos intensos y pueden desarrollar ansiedad si no se gestiona bien

Juan Carlos CastillaAdiestrador canino

¿Cuáles son las principales señales de alarma?

Detectar la ansiedad por separación requiere observar de cerca tanto comportamientos evidentes como señales más sutiles. También puede haber una sobreexcitación exagerada cuando el tutor regresa, lo que denota ansiedad acumulada; o de forma más sutil, se nota cuando el perro no puede estar ni cinco minutos solo, te sigue por toda la casa o no se relaja cuando estás con él. Eso indica que no gestiona bien la separación. Y estas señales no deben interpretarse como desobediencia, sino como un claro indicador de sufrimiento emocional que requiere atención profesional.

¿Hay factores que predisponen a un animal a sufrir ansiedad por separación?

Existen múltiples factores. Uno de los más relevantes es la falta de una socialización temprana adecuada: si durante las primeras semanas de vida el animal no ha aprendido a estar solo durante cortos periodos, es más probable que desarrolle una dependencia emocional. También influyen las experiencias traumáticas como el abandono, cambios bruscos de entorno, haber estado en refugios o la pérdida de un ser querido. Algunas razas, como los labradores, border collies o caniches, tienen una predisposición mayor a formar vínculos intensos, y si no se gestiona bien, pueden desarrollar ansiedad. Además, el estilo de vida del tutor juega un papel importante: si el perro nunca está solo o siempre recibe atención inmediata, no desarrolla herramientas para tolerar la separación. Incluso acciones bienintencionadas, como despedidas dramáticas o premiar solo cuando está cerca, pueden reforzar esa dependencia emocional.

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¿Y cómo podemos prevenirlo desde cachorros o desde los primeros días de adopción?

La prevención comienza desde el primer día de convivencia. Es fundamental enseñar al perro, ya sea cachorro o adulto adoptado, que quedarse solo no es algo negativo. Para ello, hay que trabajar la soledad de forma progresiva: empezar saliendo de la habitación por unos minutos, luego dejar la casa por periodos cortos y así aumentar gradualmente el tiempo. Las salidas y llegadas deben ser tranquilas, sin exageraciones. Además, hay que fomentar la autonomía del animal, ofreciéndole espacios seguros, juguetes interactivos, juegos de olfato y actividades que pueda realizar solo. Establecer una rutina predecible también genera estabilidad emocional. En el caso de perros adultos adoptados, es clave no compensar su pasado con afecto excesivo que pueda generar una nueva dependencia. Se trata de construir un vínculo equilibrado, donde el perro aprenda que puede estar bien contigo, pero también sin ti.

Cuando anticipamos cambios importantes, como vacaciones o mudanzas, ¿qué deberíamos hacer?

La anticipación es clave. Si sabemos que vamos a hacer un cambio importante en la rutina, lo ideal es preparar emocionalmente al perro con semanas de antelación. Si va a quedarse con alguien, lo mejor es hacer un proceso de adaptación progresivo: visitas previas y pequeños periodos de separación, y observar su reacción. Si viaja con nosotros, es importante mantener parte de su rutina habitual, llevar objetos familiares como su cama o manta, y evitar exponerlo a estímulos que puedan generarle ansiedad. También podemos usar herramientas complementarias como feromonas apaciguantes, piensos nutracéuticos relajantes o música específica para perros. Y lo más importante: evitar las despedidas cargadas de emoción. Un “hasta luego” breve y tranquilo le transmite al perro que todo está bien.

Los perros que sufren ansiedad por separación pueden presentar cambios de conducta, según Castilla.

Los perros que sufren ansiedad por separación pueden presentar cambios de conducta, según Castilla. 

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¿Y si no se les prepara?

Cuando un cambio ocurre sin preparación previa, el perro puede vivirlo como una situación amenazante o como un abandono. Esto puede derivar en la aparición repentina de ansiedad por separación, incluso en perros que antes no la habían mostrado. También puede alterar el vínculo con el tutor, generando inseguridad, desconfianza o hiperapego. Al largo plazo, este estrés puede cronificarse y afectar la salud física del animal. La creencia de que el perro “ya se acostumbrará” sin acompañamiento puede agravar el problema. Por eso, si el cambio ya ha ocurrido y el perro muestra síntomas, es fundamental restablecer una rutina estable, trabajar su autonomía emocional y, si es necesario, buscar ayuda profesional.

En ese sentido, ¿es mejor llevarlos de vacaciones o dejarlos en casa con alguien de confianza?

No hay una respuesta universal, todo depende del perro y de las características del viaje. Si el perro es adaptable, sociable y disfruta de los cambios, llevarlo puede ser una experiencia enriquecedora, siempre que el destino sea pet friendly y permita mantener su rutina. Sin embargo, si el perro es mayor, tiene necesidades especiales, sufre estrés con los cambios o las vacaciones serán muy activas, es mejor que se quede en casa o con una persona de confianza. En este caso, es importante que esa persona conozca bien al perro, su rutina y necesidades, y que haya una adaptación previa. Las residencias caninas también pueden ser una opción si están bien gestionadas y se adaptan al perfil del perro. Lo esencial es pensar siempre en su bienestar, no en nuestro deseo personal de tenerlo cerca.

La creencia de que el perro ya se acostumbrará sin acompañamiento puede agravar el problema

Juan Carlos CastillaAdiestrador canino

¿Qué estrategias diarias podemos aplicar para que aprendan a estar solos?

La clave está en construir la autonomía emocional del perro de forma progresiva. Esto se logra mediante ausencias graduales, reforzando los momentos en los que el perro se queda tranquilo solo, sin reforzar la demanda constante de atención. Crear un “espacio seguro” en casa, con su cama, juguetes y objetos familiares, ayuda mucho. También es útil establecer una rutina clara con horarios de comida, paseos y descanso. Introducir juegos de enriquecimiento mental, como juguetes tipo Kong, alfombrillas de olfato o puzzles con premios, permite que el perro se entretenga por sí mismo. Las salidas y llegadas deben hacerse sin dramatismo. Y algo muy importante: nunca se debe forzar la independencia. Cada perro tiene su ritmo, y avanzar respetando su tolerancia evita retrocesos.

¿Funcionan las cámaras, juguetes, música o feromonas?

Sí, pero como apoyo, no como solución única. Las cámaras permiten observar el comportamiento del perro en nuestra ausencia, lo que es muy útil para identificar los momentos críticos. Los juguetes interactivos y juegos de olfato ayudan a mantener al perro ocupado y a generar asociaciones positivas con el momento de soledad. La música relajante puede reducir el silencio y crear un ambiente calmado, y las feromonas, en formato difusor o collar, ofrecen un efecto tranquilizador basado en señales naturales. Los piensos nutracéuticos también pueden apoyar el bienestar emocional. Eso sí, ninguna de estas herramientas sustituye el trabajo emocional, la construcción del vínculo y la intervención profesional cuando es necesaria.

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En el día a día, ¿pueden notar que no les prestamos atención aunque estemos físicamente presentes?

Sí. Los perros son expertos en leer nuestro lenguaje no verbal. Perciben si estamos presentes emocionalmente o no. Estar con el móvil, el ordenador o distraídos puede hacer que el perro se sienta ignorado, aunque estemos en la misma habitación. Algunos intentan llamar la atención, otros se aíslan o muestran apatía. Esta desconexión puede generar frustración, ansiedad o incluso síntomas físicos. Lo que necesitan no es solo nuestra presencia física, sino nuestra atención real: que los miremos, los escuchemos, que estemos con ellos de verdad.

¿Está afectando el uso excesivo de pantallas a nuestra relación con ellos?

Sí, cada vez más. El uso constante de pantallas está debilitando la calidad del vínculo entre humanos y perros porque se reduce la interacción real: menos contacto visual, menos juego compartido, menos caricias conscientes. El perro puede tener todas sus necesidades físicas cubiertas, pero sentirse emocionalmente solo. Esto genera aburrimiento, conductas compulsivas, hiperactividad o tristeza. La tecnología no debe sustituir la conexión emocional. Los perros necesitan miradas, palabras y presencia, no solo juguetes automáticos o voces grabadas.

Estar con el móvil puede hacer que el perro se sienta ignorado aunque estemos en la misma habitación, e incluso pueden sufrir síntomas físicos

Juan Carlos CastillaAdiestrador canino

¿Pueden notar nuestro nivel de estrés y responder con cambios de comportamiento?

Totalmente. Los perros detectan nuestro estrés a través del olor, la postura, el tono de voz y nuestros hábitos. Si estamos tensos, acelerados o ausentes, ellos lo perciben y pueden reaccionar con ansiedad, comportamientos compulsivos o incluso con problemas digestivos o dermatológicos. Son espejos emocionales: si tú cambias, ellos también. Por eso, cuidar nuestra salud emocional es también una forma de cuidar la suya. Paseos tranquilos, caricias conscientes o actividades compartidas pueden ser una vía de conexión y de bienestar mutuo.

¿Puede el abandono emocional fomentar la ansiedad por separación en perros adultos que antes no la tenían?

Sí. Muchos perros adultos, que antes toleraban bien la soledad, pueden desarrollar ansiedad si hay una desconexión afectiva sostenida. Esto ocurre cuando el tutor está físicamente presente, pero emocionalmente ausente: no hay juego, ni contacto visual, ni momentos compartidos. El perro comienza a sentirse invisible, pierde confianza y puede desarrollar conductas ansiosas. También puede influir un cambio de rutina, la llegada de otro miembro a la familia o un episodio traumático. La ansiedad por separación no es una condición estática; puede aparecer en cualquier etapa si el entorno emocional se desestabiliza.

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¿Qué consejos darías para mejorar el vínculo en un mundo tan digitalizado?

No se trata de renunciar a la tecnología, sino de aprender a convivir con ella sin que interfiera en el vínculo. Dedicar 15 minutos diarios de atención plena al perro —sin móvil, sin pantallas— puede marcar una gran diferencia. Paseos conscientes, juegos compartidos, caricias conectadas... todo suma. Y aplicar pequeñas rutinas como la “regla 20-20” —cada 20 minutos de pantalla, dedicar 20 segundos a conectar con tu perro— ayuda a mantener el vínculo. Porque lo esencial para ellos no es el tiempo total que pasamos juntos, sino la calidad real de esos momentos.

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