Paquita, Yessi, Valentín, Teodoro, Rosita, Olivia, Nelson, Macarena, Dolores, Benito y Palmira sufrieron el abandono y el maltrato, y lograron sobrevivir a condiciones extremas. Tiempo después, fueron rescatados, rehabilitados y hoy forman parte de un equipo de burros que trabajan para generar espacios más seguros y protegernos del fuego. Y es que son once de la cincuentena de “guardianes invisibles” que ayudan a reducir el riesgo de incendios en distintos puntos de Cataluña y cuya labor es tan valiosa como discreta.
Joan Cedó es el responsable de una iniciativa que ya hace cuatro años que funciona. Todo empezó con la llamada de unos señores suizos que decidieron regresar a su país tras la pandemia y no podían hacerse cargo de los burros que tenían en propiedad. “En aquel momento yo tenía caballos, que normalmente no se llevan bien con estos animales, así que pensé que debía hacer algo con ellos y buscar alguna solución”, explica Cedó. Así fue como fundó Tivissa Donkeys Firefighters (TDFF), un proyecto con un doble objetivo: la reintroducción de burros en la Sierra de Llaberia y las Montañas de Tivissa (Tarragona) para asegurar su rehabilitación y la gestión del sotobosque para prevenir incendios forestales y facilitar las labores de la extinción de las llamas.
Echando un vistazo a los datos, lo cierto es que la temporada de incendios en España en 2024 disminuyó revoluciones y rebajó su agresividad. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), la superficie tocada por el fuego fue un 46% menor que el año anterior y hasta un 80% menos que en 2022. A día de hoy, la tendencia continúa yendo a la baja: hasta el 22 de junio de 2025, el país registró casi un 52% menos de hectáreas consumidas que el promedio de la última década. Sin embargo, en la mitad de año ya se han quemado casi 17.000 hectáreas en todo el país, por lo que la necesidad de concienciar y buscar soluciones no deja de ser prioritaria.
Ese es el segundo motor que mueve a Joan en su cometido; el primero es garantizar que sus animales estén bien. Su brigada está formada por 51 animales, todos ellos provenientes de situaciones de abandono o maltrato y cuya prioridad es su recuperación física y psicológica mediante la ganadería extensiva. Son solo dos personas tirando del carro del proyecto en el día a día —sin contar con la amplia red de voluntarios sensibilizada con TDFF—, y siguen adelante con la filosofía de no comprar ningún animal. “Queremos recuperar a los que no están en condiciones y que nadie quiere”, explica Cedó, también alcalde de Tivissa. “Uno de los animales que recogimos no podía ni tenerse en pie, sufría de sarna equina y estaba en las últimas, y ahora mismo es un animal superagradecido”.
Queremos recuperar a los que no están en condiciones y que nadie quiere
Y es que muchos de los burros llegan cargados de traumas, y todo el proceso de rehabilitación lo llevan a cabo con mucha paciencia y sin contar con ningún etólogo, aunque con un ayudante inesperado. “Trabajamos con un chico de 14 años que tiene una aura muy tranquila; vino un día de visita, sin tener ningún vínculo con ningún animal, y cuando entró en el espacio, los burros le rodearon con la cabeza baja en señal de respeto: yo no lo había visto nunca”. Desde entonces, y con la ayuda desinteresada del muchacho, han recuperado a varios animales, alguno de ellos muy agresivos y que, con la llegada del menor, se dejó tocar al momento. “Yo era muy reacio al tema de las energías, pero es impresionante de ver”, dice el propulsor del proyecto.
De este modo, cuando los animales han completado su proceso de recuperación, pasan a formar parte de la brigada antiincendios, pastando en fincas particulares o por espacios naturales protegidos, en este último caso, en colaboración con el Consorci de la Serra de Llaberia. “El Consorci es quien nos indica las hectáreas y nosotros nos trasladamos allí; para que sea viable, necesitamos que sea un sitio que tenga alguna charca cerca y un cerrado eléctrico”, explica.

El proyecto Ramats de Foc hace poco menos de una década que funciona.
Una vez allí, la misión de los burros es comer, y se calcula que necesitan aproximadamente un mes para limpiar una hectárea. Esto no implica ningún perjuicio para su bienestar, al contrario, pastar en libertad es su forma natural de alimentarse y contribuir al equilibrio del ecosistema. Además, Joan Cedó enfatiza en la importancia de que cada brigada de burros trabaje con aquellos compañeros peludos con quien tengan más afinidad. “En cada equipo hay una hembra alfa, los burros siempre están guiados por una hembra, y la siguen a ella para saber cómo hay que atacar el bosque”.
Ramats de foc, un proyecto que potencia la ganadería extensiva para reducir el riesgo de incendios
Este tipo de iniciativas no solo tienen un impacto ambiental positivo y una dimensión social beneficiosa, sino que además cuentan con un respaldo legal creciente. A nivel estatal, la Ley de Montes (43/2003) contempla el pastoreo como un aprovechamiento forestal y permite integrarlo en los planes de prevención de incendios, y en comunidades como Andalucía, Galicia, Extremadura o Madrid, existen normativas y programas específicos que no solo regulan esta actividad, sino que la promueven. Algunas regiones incluso han lanzado planes piloto con rebaños públicos y pastoreo en áreas estratégicas para frenar la propagación del fuego.
A ello se suma el impulso de proyectos como el Grupo Operativo PREVINOVIC, financiado por el Ministerio de Agricultura y la UE, que defiende la ganadería extensiva como una aliada clave en la prevención de incendios forestales y en la conservación de los ecosistemas. Precisamente uno de los ejemplos más desarrollados y con un bagaje más sólido a sus espaldas es Ramats de Foc, propulsado por Fundación Pau Costa, que busca conseguir paisajes resilientes al fuego y favorecer la continuidad de la actividad ganadera.
Fue impulsado en Girona en 2016 por algunos ganaderos y pastores que se vieron con la necesidad de poder colaborar con la gestión del riesgo de incendios, por lo que se pusieron en contacto con los bomberos para saber qué podían hacer para ayudar. La clave era operar en unas áreas estratégicas de gestión que, bien trabajadas previamente, podían contribuir muy positivamente a reducir la propagación del fuego en caso de incendio. “Si gestionamos las zonas, reducimos el combustible del bosque y los rebaños mantienen las zonas limpias a través del pasto, el comportamiento del fuego en caso de incendio puede cambiar y, por lo tanto, que su intensidad baje”, explica Marc Arcarons, coordinador del proyecto.
Desde 2022 gestionan áreas en toda Catalunya, con más de 100 ganaderos repartidos por zonas del territorio donde hay zonas estratégicas predefinidas por el GRAF (Bombers de la Generalitat de Catalunya), en las que se considera necesario hacer actuaciones de gestión forestal sostenible para cambiar la estructura de la vegetación. “Debe haber una estructura inicial: que haya una densidad de árboles que no propaguen la cubierta y que la altura de las copas supere como mínimo los 2 metros y medio, para que si hay un fuego bajo haya menos propagación”, explica Arcarons. Después se transporta a los animales —pueden ser ovejas, cabras, vacas, burros, caballos e incluso se ha probado con gallinas— hasta el lugar para que se coman el sotobosque y contribuyan a prevenir el riesgo.
En todos los lugares donde hay un rebaño haciendo esta tarea, el impacto del fuego cambia
“Tenemos ejemplos clarísimos de que, en el incendio de la Jonquera de 2012, el de Port de la Selva de 2021 o el de Portbou de 2024, por poner algunos ejemplos, tanto la estructura como el comportamiento del fuego cambiaron”, indica. Y por eso el sello Ramats de Foc siempre cuenta con el apoyo inestimable de los bomberos. “La gestión es absolutamente necesaria; en todos los lugares donde hay un rebaño haciendo esta tarea, el impacto del fuego o su efecto cambia”. Coincide con ello Cedó. “Cuando los bomberos ven el trabajo que los animales han hecho se quedan sorprendidos, siempre dicen que esto les facilita mucho las tareas de extinción porque los animales abren sendero y facilitan el paso abierto”.
Sin embargo, el coordinador de Ramats de Foc sostiene que, pese a la buena voluntad, la iniciativa no cuenta con los recursos suficientes, y denuncia que el esfuerzo adicional que requiere un pastoreo eficaz para reducir el riesgo de incendios acaba recayendo en quien trabaja el terreno. “Dependiendo de la calidad del pasto que encuentren en el bosque, puede que los animales tengan que pasar más veces por la zona; si quiero tener el mismo rebaño, de pastar 7 horas vamos a tener que pasar a 9 o 10, y este sobrecoste lo acaba asumiendo el pastor”, dice, y argumenta que la solución pasa porque se les pague lo justo por su trabajo. De hecho, desde la administración ya se está diseñando un plan de pago que ya lleva dos años de pruebas piloto. “Los rebaños mantienen la biodiversidad y contribuyen a la cultura, porque mantienen un paisaje, unas tradiciones y una forma de vivir, mantienen a los pueblos rurales vivos, y todos estos servicios ecosistémicos creemos que se tienen que pagar”.
También Joan Cedó considera que hay pocas ayudas y que eso dificulta que puedan seguir desarrollando su trabajo para paliar las posibilidades de incendio. En su caso, cuentan con alguna subvención, además de con alguna inyección privada. El resto, intentan recolectarlo con la venta de merchandising o llaveros. “Creceremos hasta donde podamos crecer, porque cuando hay animales de por medio, que requieren de sus propios cuidados, no puedes crecer más de lo que puedes”.
Esta voluntad de ir todos a una también forma parte de la razón de ser del sello Ramats de Foc, una marca nacida de las sinergias entre proyectos ganaderos y pastores junto a los Bomberos y la Dirección General de Bosques de la Generalitat de Catalunya. Además de tejer sinergias, unifica a carniceros o restauradores para potenciar el producto de proximidad, concienciar a la ciudadanía y ayudar al sector primario, visibilizando la dificultad del sector y los productos de silvopastoreo prescito, principalmente carne y derivados lácteos, de forma que el consumidor pueda actuar indirectamente sobre el territorio.
“Cada año desaparece un 10% de los rebaños en extensivo, la edad de los titulares es altísima y ronda los 60 años, por lo que podemos decir que estos rebaños que no dependen de piensos están prácticamente en peligro de extinción”, lamenta Arcarons. También trabajan codo con codo con los pastores y los trabajadores del sector primario, ayudándoles en todo lo que pueden. “Intentamos ganarnos su confianza y ser de utilidad”, concluye.