En un pequeño pueblo a las afueras de Barcelona, Mónica Junyent, de 31 años, vive entregada por completo a un tipo de víctima del abandono animal que casi nadie ve: los conejos domésticos. Fundadora del Santuario La Vedruna, convive cada día con decenas de animales rescatados de la basura, de la calle o de casos extremos de maltrato. Su centro es hoy uno de los pocos de España especializados exclusivamente en estos animales. En esta entrevista, Mónica relata su vínculo personal con los animales, explica por qué los conejos son “los grandes olvidados” y denuncia una realidad tan desconocida como dura.
Mi conejo Coco fue quien me inspiró a crear un refugio especializado en ellos. Para mí, él es el cofundador del santuario
¿Cuándo empieza su relación con los animales?
Desde que soy niña. En casa de mi madre siempre convivimos con animales, sobre todo perros y gatos. También tuvimos peces, hámsters, conejos y, en alguna ocasión, incluso un erizo. Nunca recuerdo una etapa de mi vida sin animales a mi alrededor.
¿Qué representan para usted?
Para mí los animales son un motor vital. Me han impulsado siempre a cuidarlos, a implicarme en su bienestar y a querer dedicar mi vida a ayudarlos. Incluso siento muchos vínculos más fuertes con animales que con personas. Ellos te devuelven siempre cosas positivas, nunca desde la maldad. Con los humanos eso no siempre ocurre.
Mónica Junyent, 31 años, fundadora del Santuario La Vedruna.
¿Cómo fue creciendo esa implicación?
Empecé siendo voluntaria en asociaciones y centros de rescate, y después tuve experiencias de voluntariado con animales salvajes. Todo ese recorrido me empujó a dar un paso más y crear mi propio proyecto.
¿Cómo nace?
Llegó a mi vida un conejo abandonado en la calle. Se llamaba Coco. Lo acogí en casa y, al empezar a aprender sobre los conejos, descubrí que había muy pocos recursos para ayudarlos y muchísima desinformación. Coco fue quien me inspiró a crear un refugio especializado en ellos. Yo siempre digo que él es el cofundador del santuario.
Una “vedruna” es una madriguera construida por humanos para conejos salvajes en zonas donde su población está en peligro
¿Cómo definiría la Asociación Refugio La Vendruna?
Es un santuario porque ofrecemos a los animales una vida digna y plena, aunque no sean adoptados. Aquí pueden vivir felices, respetados, y con todo lo que necesitan como especie.
¿Por qué el nombre “La Vedruna”?
Una “vedruna” es una madriguera construida por humanos para conejos salvajes en zonas donde su población está en peligro. Yo participé hace años en un voluntariado donde construíamos vedrunas en bosques. Cuando creé el refugio, pensé que era una metáfora perfecta: una gran madriguera segura para conejos domésticos abandonados o maltratados.
¿Cuántos conejos acogen actualmente?
Unos 70. También rescatamos otros animales, pero el grueso son ellos.
Santuario La Vendruna
¿De dónde provienen esos animales?
Todos vienen de abandono o maltrato. Los encontramos en la vía pública, muchos literalmente tirados en la basura, dentro de cajas o jaulas al lado de contenedores. Otros aparecen sueltos en parques, en caminos de montaña o en zonas donde no podrían sobrevivir porque son animales domésticos. Cada semana rescatamos nuevos casos.
¿Puede describir algunos patrones de abandono frecuentes?
Los más habituales son los que aparecen en contenedores o al lado de ellos. Otros están sueltos en parques, donde no duran más de uno o dos días. También encontramos conejos en parkings, zonas escondidas o patios interiores. El problema es que no hacen ruido: pueden vivir en un piso sin que ningún vecino se entere.
¿Han llegado a ustedes casos especialmente graves?
Sí, muchos. Un ejemplo extremo fue el rescate de 42 conejos en un piso de Cornellà, un caso claro de Síndrome de Noé. La mujer empezó con tres y acabó acumulando decenas por falta de control y recursos. Muchas hembras estaban embarazadas y otros animales habían muerto antes. Nosotros recogimos a todos.
¿Cómo llegan físicamente los conejos que rescatan?
Muchísimos llegan enfermos o maltratados. A veces con maltrato activo, como fracturas —el último llegó con la cadera rota— y otras con maltrato pasivo: años encerrados en jaulas diminutas sin moverse. Es como si un humano viviera encerrado en un baño durante años. Yo siempre digo que el abandono empieza antes de que los dejen en la calle.
¿Existe realmente un problema masivo de abandono?
Sí. Es enorme. Los conejos son el tercer animal más abandonado en España, después de perros y gatos. Pero no existen estadísticas oficiales. Muchos mueren sin ser encontrados y por eso la magnitud real es desconocida.
¿Por qué se abandonan tantos?
Porque se venden como si fueran juguetes para niños. Se ha extendido la idea de que son baratos, fáciles de mantener y que pueden vivir encerrados en jaulas. Y no es verdad. Cuando la gente descubre la realidad —que requieren atención, veterinarios especialistas, espacio y libertad de movimiento— se cansan y los abandonan.
¿Ha escuchado casos donde un conejo mascota acabara siendo usado como alimento?
Personalmente no he vivido un caso directo, pero muchas personas me han contado que de pequeñas tenían un conejo y un día “desapareció”. Con el tiempo supieron que lo habían cocinado. En España el conejo tiene una dualidad muy fuerte: es mascota y comida a la vez.
¿Cómo es la comunicación entre una persona y un conejo?
Mucho más profunda de lo que la gente imagina. Los conejos reconocen perfectamente a sus cuidadores, tienen rutinas muy marcadas, son cariñosos y crean vínculos muy bonitos. Para mí su comportamiento recuerda más al de un gato: independientes pero sociales.
Todos vienen de abandono o maltrato. Los encontramos en la vía pública, muchos literalmente tirados en la basura, dentro de cajas o jaulas al lado de contenedores
Mónica Junyent, 31 años, fundadora del Santuario La Vedruna.
¿Cómo se financia todo su proyecto?
De forma privada y gracias a las personas que colaboran. Llevamos más de siete años recogiendo conejos de la vía pública sin convenios con ayuntamientos, pese a que permiten su venta y deberían hacerse cargo cuando aparecen abandonados. Con la nueva ley esperamos que la situación mejore.
¿Vive usted dentro del propio santuario?
Sí. Me mudé aquí porque es un trabajo de 24 horas todos los días del año. También cuento con voluntarios y con una persona que me ayuda algunas horas, especialmente desde que soy madre.
¿Qué le gustaría que supiera la sociedad sobre los conejos?
Que son animales sensibles, sociales, inteligentes, y que sufren mucho en silencio. Que no son juguetes ni mascotas “fáciles”. Y que detrás de cada conejo abandonado hay una historia de desinformación, irresponsabilidad o maltrato.


