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Ramón Cugat, traumatólogo: “Recuerdo un Mini Cooper que tuve de muy joven, como el de Mr. Bean; estos coches corrían demasiado para lo poco que pesaban y, a veces, salían volando”

VIP sobre ruedas

Este reputado doctor confiesa que “Soy agricultor de base y siempre lo llevaré en la sangre; no se puede olvidar el pueblo ni las raíces, y las mías están en L'Aldea, en el Delta del Ebro”

Ramon Cugat es un prestigioso traumatólogo que ha tratado a muchos grandes futbolistas a lo largo de su larga carrera profesional 

Ramon Cugat es un prestigioso traumatólogo que ha tratado a muchos grandes futbolistas a lo largo de su larga carrera profesional 

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El Doctor Ramón Cugat nació en L’Aldea, un pequeño pueblo de Tarragona, y llegó a Barcelona siendo apenas un adolescente que soñaba con jugar al fútbol. Debutó en el Barça juvenil, convivió con el césped, los desplazamientos en autobús y la camaradería de vestuario, pero pronto entendió que su destino no estaba en marcar goles, sino en evitar que otros dejaran de hacerlo.

A partir de ahí comenzó un viaje que ya dura más de medio siglo, un recorrido que lo ha llevado a convertirse en uno de los especialistas más influyentes de la medicina deportiva mundial. Su sala de operaciones ha sido testigo de la recuperación de generaciones de deportistas: desde Pep Guardiola, Xavi Hernández, Carles Puyol o David Villa, hasta figuras contemporáneas como Ansu Fati y deportistas olímpicos que han confiado en él para volver a competir. Sus técnicas pioneras -artroscopia, terapias biológicas, PRP, células madre- han devuelto movilidad, carreras y sueños a profesionales cuyo cuerpo es su herramienta de trabajo.

El traumatólogo Ramón Cugat es uno de los especialistas más influyentes de la medicina deportiva mundial

Lo cierto es que, más allá de los nombres y los trofeos, la vida del doctor Cugat puede leerse como un mapa: viajes constantes, desplazamientos urgentes, vuelos interminables, congresos en diferentes continentes, visitas a clubes y estadios, y también regresos a su tierra, donde aún encuentra tiempo para cultivar y cuidar palmeras. Hoy descubrimos su vida de una forma más íntima y personal: Sentados de copilotos en su coche para hablar de conducción y de los viajes que han marcado cada etapa de su historia.

El traumatólogo Ramón Cugat, junto a su equipo médico, durante una operación
El traumatólogo Ramón Cugat, junto a su equipo médico, durante una operaciónCedida

Doctor Ramón Cugat, con tantos desplazamientos entre hospitales, ciudades y países, ¿qué lugar han tenido los coches, trenes y aviones en su rutina diaria a lo largo de su carrera?

Tanto los coches como los trenes forman parte de mi rutina diaria porque todos los días vengo a Barcelona desde el pueblo del Vallès en el que vivo. Para trayectos un poco más largos, siempre intento coger el tren. El avión me genera mucho respeto, aunque este año llevo acumuladas más de 240 horas de vuelo. Cuando subo al avión intento relajarme, leer, escribir o hacer trabajos, y así consigo distraerme un poco para que el tiempo pase sin que me dé cuenta.

Usted se trasladó de L’Aldea a Barcelona siendo muy joven. ¿Qué recuerda de aquellos primeros viajes que marcaron el inicio de su historia personal y profesional?

Venir de un pueblo como L'Aldea, en pleno Delta del Ebro, a Barcelona, para mí era como dar la vuelta al mundo. Era la satisfacción de llegar del pueblo a la gran ciudad para hacer algo que me gustaba mucho: jugar al fútbol. Todo lo relacionado con la pelota, hacer amigos, convivir con ellos, lo recuerdo con mucho cariño. Hoy mismo ha venido a la consulta un exjugador, que había jugado en el primer equipo del Barcelona, con su nieto. Él es de Lleida y, curiosamente, hemos estado un rato hablando y recordando a todos aquellos amigos que teníamos, algunos de los cuales nos seguimos encontrando de vez en cuando.

Venir de un pueblo como L'Aldea, en pleno Delta del Ebro, a Barcelona, para mí fue como dar la vuelta al mundo”

Ramón Cugat

Ramón Cugat

Traumatólogo

Doctor, ¿le gustaba la vida del campo?

Es que el campo hay que entenderlo, como todo en esta vida. Si no lo entiendes, no va a funcionar. Allí ves cuándo se siembra, cómo crece una planta o una fruta y cuándo la puedes recoger; es la sabia naturaleza. Si no lo entiendes, mal, pero a mí me encanta. Lo que me gusta es que todavía mantengo todas las tierras de mis padres. Lo mantengo todo. No voy casi nunca, pero me lo cuidan. Lo conservo porque son cosas que te llegan muy adentro y pienso que si estoy aquí hoy en día es porque mis padres me dejaron venir y me pudieron mantener.

Usted ha pasado media vida desplazándose para operar a jugadores. Cuando conduce, ¿es de los que van comentando el tráfico o de los que prefieren ir en silencio absoluto?

Si conduzco yo, me centro en el tráfico. De todos modos, no suelo operar fuera, lo he hecho muy pocas veces. Los pacientes vienen al Instituto Cugat porque tenemos unos 30 traumatólogos, y el jugador puede tener un problema de tobillo, de rodilla, de cadera, de brazo, de músculo o de tendón. Aquí contamos con un equipo que abarca todo el cuerpo. Si tiene una lesión de rodilla, la examino yo e intento que los más jóvenes me observen mientras exploro y aprendan formas de tratar. Lo más importante hoy en día es tratar humanamente a la otra persona, no solo desde el espejo técnico o tecnológico, sino también desde la empatía. Aquí lo tenemos muy claro: una parte es la técnica, la sapiencia médica, pero hay otra que no se puede dejar de lado: el trato humano.

El doctor Ramón Cugat, junto a su esposa, Montserrat García Balletbó
El doctor Ramón Cugat, junto a su esposa, Montserrat García BalletbóCedida

¿Le gusta conducir?

Me gustaba más antes, cuando era joven. Ahora siempre voy atareado y me llevan de aquí para allá en coche. Lo importante es que vaya cómodo, me dejan en un hospital, de allí me llevan a la mutua de futbolistas, y de la mutua me traen de vuelta. Solo quiero que sea seguro y que no tengamos accidentes. Me gusta un coche híbrido, porque permite recorrer muchos kilómetros y parece contaminar menos que uno de gasolina o diésel.

Ha vivido cientos de trayectos. ¿Hay algún viaje que recuerde con especial cariño por lo que significa para usted?

Recuerdo con mucho cariño cuando celebramos el 25.º aniversario de boda. Mi señora y yo fuimos a recorrer Grecia en coche con mis tres hijos e incluso mi suegra, que ahora ya ha fallecido. Recorrimos todo el Peloponeso, Atenas y otros lugares maravillosos. Fue un viaje muy familiar, que recuerdo con un cariño especial. A nivel profesional, fueron importantes los viajes que hice a Estados Unidos. Durante unos 45 he ido sobre todo al Hospital General de Massachusetts, en Harvard, que ha sido como mi segunda casa. Lo recuerdo por todo lo que me enseñaron y lo que pude aprender allí.

Conduciendo por autopista, un coche me vino de cara; me dio mucho miedo y tuve que esquivarlo para no tener un accidente”

Ramón Cugat

Ramón Cugat

Traumatólogo

Como médico al que no le ha temblado el pulso ante cirugías muy delicadas, ¿hay algo en la carretera que le saque de quicio en cuanto lo ve?

Lo que me ha pasado es ver un coche en la autopista que venía de cara: me dio mucho miedo y tuve que esquivarlo para evitar tener un accidente. También he visto muchos excesos de velocidad, eso es algo habitual. Con la edad vas madurando, reflexionando y pensando que hay demasiados siniestros en carretera con muchos fallecidos cada fin de semana.

Doctor Cugat, su padre era agricultor y usted comenzó como tal, ¿qué recuerda de esos años?

Viví en L'Aldea hasta los 15 años y, recién cumplidos, me vine a Barcelona. Mi padre no tenía coche, solo moto. Los agricultores normalmente no podían permitirse uno. Recuerdo que un día lo llevé con la moto y nos caímos; no lo maté de milagro, porque choqué de frente y le hice dar una vuelta de campana; salió despedido por encima de mí. Con el paso de los años me hace gracia recordar la caída que tuvimos porque, por suerte, no pasó nada y no hubo ningún daño personal. La moto quedó destrozada, pero eso no importaba.

El traumatólogo Ramón Cugat, trabajando en su casa
El traumatólogo Ramón Cugat, trabajando en su casaCedida

¿Cuál ha sido su vehículo favorito para viajar?

Recuerdo con especial cariño un Mini que tuve de muy joven, como el de Mr. Bean, me encantaba. Los Mini Cooper eran coches que corrían mucho, demasiado, para lo poco que pesaban y, a veces, salían volando. Seguramente, en aquel entonces, no tenía la percepción que tengo ahora del peligro inherente a la velocidad, y de que hay que ir con mucho cuidado, pero era un coche que me encantaba.

Después de operar lesiones complejas, ¿le cambia la forma de fijarse en cómo camina la gente?

Sí me fijo en cómo andan, cómo trotan, cómo corren, cómo chutan y cómo defienden un balón, sobre todo en el campo de fútbol. Esto sí que lo miro, porque cuando veo un partido, pienso en aquel jugador que operé hace 8 o 10 años y aún sigue jugando. Me fijo más en cómo corre y cómo juega que en la rodilla; si lo hace bien, si es más técnico, más trabajador, más obrero, más arquitecto.

Una vez estaba conduciendo y apareció  un perro en la carretera; por suerte, solo le di un golpecito y no lo maté”

Ramón Cugat

Ramón Cugat

Traumatólogo

Dicen que la forma de conducir revela el carácter. ¿Cómo conduce usted?

Cuando conduzco, voy muy tranquilo: No me gusta correr. Si veo una autopista despejada, tanto si conduzco como si me llevan, vamos a la velocidad adecuada porque me da miedo el ir demasiado rápido. Un reventón o que te salga un perro en la autopista, algo que me ha pasado, puede ser muy grave. Me salió de golpe y, aunque lo vi venir y frené, fue complicado; por suerte, solo le di un golpecito y no lo maté. La vida te va curtiendo, macerando y madurando un poco. Gracias a Dios, y por nosotros mismos, la gente mayor piensa: mejor no correr tanto, porque siempre puede haber peligro.

Ese primer viaje desde L’Aldea a Barcelona para jugar en el fútbol base del Barça fue decisivo. ¿Qué sintió un adolescente que dejaba su pueblo para perseguir un sueño?

Llegar a Barcelona fue una cosa inmejorable, algo muy impresionante. El primer entrenamiento que hice coincidió con un día en que los jugadores de mi equipo no tenían sesión, así que me pusieron a trabajar dentro del estadio con Benítez, Martí Filosía y creo que también estaba Rexach. Me tocó compartir juego con ellos y no recuerdo si lo hice bien o mal; solo ver a aquellos monstruos futbolísticos jugando conmigo: con un chaval de L'Aldea. Es tanta la distancia que no tienes capacidad de poder medirla.

El doctor Cugat es de l'Aldea, donde conserva las tierras cultivadas de sus padres
El doctor Cugat es de l'Aldea, donde conserva las tierras cultivadas de sus padresCedida

¿Hubo un viaje, una charla o un trayecto que influyera en su decisión de dejar el balón para dedicarse a curar jugadores?

Más que un viaje, fue el trayecto de ida desde Pare Claret a la calle de la Mercè, número 8, donde estaba mi mentor. Cuando terminé el PREU, preuniversitario, me llamó para que fuésemos a cenar juntos. Allí me dijo: “Bueno, tú has terminado, ahora puedes hacer una carrera, puedes estudiar. ¿Qué prefieres, estudiar o trabajar?” Le dije que prefería estudiar y me preguntó: “¿Qué quieres estudiar?” Pues ingeniería o arquitectura, respondí… “Muy bien, chaval. Mañana te vas a la calle Casanova, allí hay el Hospital Clínic universitario, entras, y te matriculas”. Me quedé sorprendido y le dije que creía que aquello era medicina y que allí no había ni ingeniería ni arquitectura. Además, que yo veía una gota de sangre y me mareaba… Me respondió que lo que yo tenía que hacer era medicina y que si me mareaba, me caería una o dos veces pero que, a la tercera, me levantaría. Y así fue.

Usted trató a Pep Guardiola ya en su etapa de jugador. ¿Qué viajes o encuentros vienen a su memoria cuando piensa en aquellos primeros años que marcaron una relación profesional tan duradera?

Fue tan duradera porque se mezcló la lesión deportiva con el hecho de ejercer de médico de un paciente; se juntaron varias cosas. De aquellos años, recuerdo las reuniones que teníamos, ya fuese en su casa o en la mía, bueno, en casa de mi señora, más bien. Digo casa de mi señora porque yo voy de alquilado; no tengo casa, la dueña es mi mujer, claro, y es ella quien manda. No le llevo nunca la contraria y esa es una enseñanza valiosísima. No me gusta discutir porque hay que convivir bien. Además, hay algo muy importante: hay que dar ejemplo a los hijos. Deben aprender de los padres, aparte de lo que aprenden en el colegio, en el instituto o en la universidad, porque también podemos influir mucho en ellos.

Cuando me pidieron dar una conferencia en Harvard me di cuenta de que ya no era tan inexperto; alguna experiencia habría adquirido para merecer esa invitación”

Ramon Cugat

Ramon Cugat

Traumatólogo

En su carrera ha visitado hospitales, laboratorios y clubes de fútbol de muchos países. ¿Cuál fue el primer viaje que le hizo ver la dimensión a la que había llegado su carrera?

Yo diría que hacia el año 95, cuando fui a la Universidad de Harvard invitado a dar una conferencia. Harvard es un nombre que pesa mucho, y que me hicieran visiting professor me impactó; te planteas por qué te llaman de un lugar como ese si lo que haces realmente es ir allí a aprender. En 1979 fui por primera vez y en el 95, 19 años más tarde, me invitaron a dar la conferencia. Ahí me di cuenta de que ya no era tan inexperto; alguna experiencia habría adquirido para merecer esa invitación.

¿Qué ciudad o país le enseñó algo que luego aplicó directamente en la forma de entender la medicina deportiva?

Estados Unidos, por descontado, Boston, Harvard. He estado en muchos lugares de Estados Unidos, de norte a sur, de este a oeste y en el centro, visitando y siguiendo la escuela americana. Soy miembro de la ANA, la Norteamericana de Artroscopia y de muchas otras instituciones. Estoy muy vinculado a ese país. Otro continente al que también estoy muy vinculado es Asia: Japón, Corea, Asia Pacífico, y también Australia y Nueva Zelanda. He recorrido todo lo que se puede recorrer.

El doctor Ramón Cugat posa con Jordi Cruyff
El doctor Ramón Cugat posa con Jordi CruyffCedida

Además, usted es una persona que pone pasión en cada viaje o trabajo que emprende…

Sí, porque cuando vas a dar una conferencia, también escuchas a otros y descubres distintas formas de pensar y de hacer las cosas. Ahí surge el dilema: ¿lo que hago está bien o aquello funciona mejor? Siempre busco aprender lo mejor para mis pacientes y determinadas prácticas de otros países simplemente no se adaptan a mi forma de trabajar. Yo trato futbolistas, no esquiadores, por ejemplo. Pero en el mundo del deporte, aunque sean disciplinas distintas, siempre aparecen técnicas que van mejorando día a día, y si hay algo que funciona, hay que traerlo a España. Esto es algo que he hecho toda la vida y lo sigo aplicando a día de hoy. 

Actualmente, estamos trabajando en un estudio conjunto con Australia que empezó allá y lo hemos trasladado aquí, aplicándolo en una gran cantidad de futbolistas. El objetivo es tratar lesiones de ligamento cruzado anterior sin necesidad de operar. Son procedimientos muy precisos, con diagnósticos muy cuidados y tiempos controlados, pero ya es posible hacerlo. Hemos ido acumulando experiencia, comenzamos hace unos tres años y ahora ya lo estamos implementando. Todavía nos falta experiencia, pero los resultados muestran que las cosas están progresando muy bien.

Aunque no suele hacerlo, ¿alguna vez ha tenido que desplazarse rápido para evaluar lesiones graves?

Recuerdo una vez estando en Moscú que me llamaron para que fuera a París para mantener una reunión médica en la que solo debíamos decidir el tratamiento de un futbolista, una discusión sobre cómo manejar una lesión que ya estaba estipulada. Con la radiografía, la resonancia y el jugador allí, era cuestión de valorar qué hacer; fue un “aquí te pillo, aquí te mato”, la única vez que me ha pasado algo así. En otra ocasión viajé a París para ver a un futbolista muy conocido, aunque esa sí estaba programada desde Barcelona. Aun así, en la mayoría de los casos vienen directamente a Barcelona.

Soy agricultor de base y siempre lo llevaré en la sangre; no se puede olvidar el pueblo ni las raíces, y las mías están en L'Aldea, en el Delta del Ebro”

Ramon Cugat

Ramon Cugat

Traumatólogo

Operar a deportistas de élite implica convivir con decisiones arriesgadas. ¿Qué siente en esos momentos previos en los que sabe que hay tanto en juego?

Lo que hay que hacer es mantener la calma, tranquilidad, y analizar las cosas con mucha serenidad. A veces te preguntas: “¿Qué diagnóstico le doy a esta lesión?”, “Si tú hubieras sido ese jugador, más joven, con la misma lesión, ¿qué habrías hecho?” Con la experiencia que has adquirido, decides si seguir el camino A, B, C o D, el que consideres más adecuado. Pocas veces te equivocas.

¿Hay algún lugar que se haya convertido en su refugio personal?

Diría que mis refugios son L'Aldea y el Delta del Ebro, dos lugares con los que tengo mucho contacto. Nací en L’Aldea, y en El Perelló también tengo mis olivos y palmeras. Me gusta todo eso, como decía antes: soy agricultor de base y siempre lo llevaré en la sangre. No se puede olvidar el pueblo ni las raíces. Fui agricultor con mucho gusto, y todavía me sigue gustando cultivar, sembrar y trasplantar con mis propias manos. Otras veces me han ayudado jardineros, pero poder hacerlo yo mismo me encanta, porque es dar vida a una planta.

Presentación del libro de Jordi Basté sobre el doctor Ramón Cugat
Presentación del libro de Jordi Basté sobre el doctor Ramón CugatXavi Jurio 

Si pudiera hablar con el Ramón Cugat, niño, de 15 años, que se fue a jugar al Barça juvenil, ¿Qué le diría?

Le diría tres cosas que a mí me enseñaron: Trabaja, nunca digas una mentira y respeta a todo el mundo. Estas palabras me las dijo mi madre y las llevo grabadas a fuego, no se me olvidan. Son lecciones que siempre me acompañan. Además, son principios que aplico en mi día a día, que me recuerdan lo importante de mantener la honestidad, el esfuerzo y el respeto en todo lo que hago.

Al terminar la conversación, me queda la sensación de haber recorrido un mapa entero: carreteras del Delta, avenidas de Barcelona, autopistas hacia estadios, vuelos urgentes, pasillos de hospitales y regresos a casa que tienen sabor a tierra. El doctor Cugat vive entre desplazamientos, pero habla de cada trayecto como quien reconoce etapas de una vida dedicada a arreglar cuerpos que sostienen sueños. Uno entiende, al escucharlo, que su historia no solo se explica en quirófanos: también en los kilómetros que lo han llevado a estar siempre donde se le necesita. Este mismo recorrido -hecho de trabajo, constancia y presencia allí donde el deporte lo reclama- es también el que sostiene hoy la labor de la Fundación Cugat.

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