Carlos Ordinas, psiconeuroinmunólogo: “Si le das el teléfono a tu hijo con menos de 12 años, vas a doblar las posibilidades que tiene de sufrir depresión y trastornos de la ansiedad”

Tecnología y adolescencia

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TikTok / @carlosordinasfit

Con sólo deslizar el dedo por la pantalla, un menor puede acceder a un universo sin filtros, sin barreras. ¿Pero a qué precio? Carlos Ordinas, psiconeuroinmunólogo, lanza una advertencia directa: “Si le das el teléfono a tu hijo con menos de 12 años, vas a doblar las posibilidades que tiene de sufrir depresión y trastornos de la ansiedad”. Su opinión no es gratuita. Tras años de observación clínica y respaldo científico, apunta a una conexión evidente entre el uso temprano del smartphone y una crisis de salud mental en la infancia.

Un dispositivo que altera el cerebro en desarrollo

Ordinas insiste en que no se trata sólo de ansiedad o tristeza. “El sueño está destruido en los niños que están muchas horas frente a las pantallas. Esto desregula las hormonas, da sobrepeso y otros problemas”, advierte el experto. Asegura que el impacto sobre el cerebro es muy serio, especialmente en la etapa de la adolescencia, cuando aún se está formando la arquitectura neurológica.

Además, sostiene que “el desempeño escolar cae, tienen dificultades con las matemáticas y la inteligencia social del niño se ve afectada”. En otras palabras, no sólo se ve comprometida la salud mental, sino también las capacidades cognitivas y relacionales. Los algoritmos que atrapan la atención no distinguen edades, pero el cerebro infantil sí lo hace: es vulnerable, impresionable y, sobre todo, moldeable.

En paralelo, los datos recogidos por el medio WIRED y la neurocientífica Tara Thiagarajan refuerzan este argumento. Según el Global Mind Project, un estudio con más de dos millones de participantes en 163 países, tener un teléfono inteligente antes de los 13 años se vincula directamente con una puntuación dramáticamente baja en el índice de salud mental. El uso prematuro de redes sociales es responsable del 40% de los efectos negativos observados en la salud mental. A esto se suman factores como la mala relación familiar (13%), los trastornos del sueño (12%) y el acoso digital (10%). Los smartphones tienden a aumentar los pensamientos suicidas, la agresividad y la pérdida de la percepción de la realidad. En mujeres, la autoestima y la resiliencia emocional se ven mermadas; en varones, se deteriora la empatía y la estabilidad emocional

La reflexión de Ordinas resulta aún más contundente al señalar el contraste entre lo que se vende y lo que se aplica puertas adentro: “¿Te has preguntado por qué Mark Zuckerberg o Bill Gates y otros billonarios de Silicon Valley no permitieron a sus propios hijos usar tanto el teléfono como tablet o dispositivos parecidos?”. La respuesta es tan incómoda como clara: sabían de antemano el impacto devastador de estos dispositivos.

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Aunque no hay fórmulas mágicas, Carlos Ordinas propone un gesto sencillo pero necesario: “Tus hijos no necesitan de un teléfono, necesitan de tu atención plena”. Sustituir pantallas por presencia, por escucha real y por tiempo compartido. Pero, tal vez la solución no pase sólo por decisiones individuales, sino por regulaciones colectivas, como las que ya se aplican al alcohol o al tabaco.

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