En las últimas décadas, las redes sociales han pasado de ser un canal de conexión a convertirse, en muchos casos, en un refugio emocional para los más jóvenes. Alfonso Navarro, psicólogo especializado en adolescencia y terapia familiar, lo resume de manera muy sencilla: “El problema de las redes sociales es que muchos adolescentes las están utilizando como vía de escape para no gestionar las emociones”. Una afirmación que se respalda en estudios recientes y en el testimonio de profesionales que trabajan cada día con menores en consulta.
Redes sociales y gestión emocional: una anestesia momentánea
La adolescencia es una etapa crucial, de exploración y construcción identitaria. Sin embargo, las emociones intensas que la acompañan (la ansiedad, el miedo, la angustia) muchas veces no encuentran canales adecuados de gestión. Para Navarro, esto se traduce en una tendencia creciente: “Cada vez veo más jóvenes que, cuando sienten emociones negativas, buscan el refugio de las pantallas”. Y no se refiere sólo a un uso lúdico o recreativo. “Saben que cuando están perdiendo el tiempo deslizando vídeos uno tras otro, están, en el fondo, anestesiando lo que les está haciendo no sentirse bien”.
Las plataformas digitales ofrecen una estimulación constante, una fuga instantánea del malestar. Pero según el psicólogo, este alivio es superficial: “Es como quien gestiona sus emociones comiendo, bebiendo o consumiendo alguna sustancia: no afronta nada”. En este sentido, el problema no reside tanto en las pantallas, sino en el uso que se hace de ellas.
Desde el Child Mind Institute, institución estadounidense referente en salud mental infantil y juvenil, se señala que la adolescencia es una etapa de rápido desarrollo social y emocional y que el uso intensivo de redes sociales puede estar interfiriendo en estos procesos. Un informe del organismo destaca cómo plataformas como Instagram, Snapchat o TikTok aumentan sentimientos de ansiedad, soledad y baja autoestima entre los jóvenes. De hecho, una encuesta realizada por la Royal Society of Public Health en el Reino Unido revela que estas redes están asociadas con un aumento en los niveles de depresión e imagen corporal negativa.
Otra consecuencia del uso desmedido de redes sociales es la pérdida de habilidades sociales básicas. Catherine Steiner-Adair, psicóloga clínica y autora del libro The Big Disconnect, alerta sobre esto: “Los adolescentes están aprendiendo a comunicarse mirando pantallas, no a otras personas”. Y eso tiene implicaciones serias: se reduce la empatía, se evitan los conflictos reales, y se acentúan la ansiedad y el aislamiento. La comunicación digital también elimina muchos matices de la interacción humana: el tono, los gestos, la mirada. Esto complica la resolución de conflictos y la creación de vínculos sólidos.
La adolescencia es un momento de especial vulnerabilidad emocional. Entender que “el problema no son las pantallas, es utilizarlas para evadirse”, como indica Alfonso Navarro, puede ser el primer paso para acompañar a los jóvenes desde un lugar más consciente y constructivo.


