Cristina Martínez, psicóloga, sobre el peligro de las pantallas en edad infantil: “Los niños se vuelven impulsivos”

Educación digital

Dra. Cristina Martínez, psicóloga

Dra. Cristina Martínez, psicóloga

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En la era digital, el uso de pantallas ha dejado de ser una excepción para convertirse en una constante. Sin embargo, cuando se trata de niños, los expertos alertan sobre un fenómeno creciente: la hiperexposición temprana a móviles, tabletas y otros dispositivos está afectando directamente su desarrollo emocional, cognitivo y social. La psicóloga Cristina Martínez, especializada en adicciones, lo explica sin rodeos: “Los niños se vuelven impulsivos”, una de las consecuencias más visibles del uso inadecuado de estas tecnologías en ciertas edades.

Las pantallas alteran el desarrollo neurológico

Según Martínez, la raíz del problema no es el dispositivo en sí, sino el uso que se le da. “Hay que demonizar la manera en que la usan los niños cuando son demasiado pequeños”, sostiene. En su experiencia, muchos menores no saben gestionar el aburrimiento o la espera, porque se han acostumbrado a estímulos rápidos y gratificantes, una “dopamina digital” que modifica su umbral de atención y frustración.

Desde el Centro de Neurología Avanzada (CNA), se advierte que el cerebro de los niños es especialmente vulnerable, ya que se encuentra en una etapa clave de desarrollo en la que se crean o eliminan conexiones neuronales según su uso o desuso. El exceso de pantallas puede desincentivar actividades naturales y necesarias como gatear, caminar, hablar o incluso interactuar con otros niños.

Entre las consecuencias más preocupantes que cita el CNA se encuentran los trastornos del lenguaje, alteraciones del sueño, miopía temprana y sedentarismo. También se ha detectado una merma en las habilidades sociales, ya que el tiempo frente a dispositivos resta oportunidades para el juego libre, el contacto visual o las conversaciones reales con adultos y otros niños. Además, la sobreexposición puede generar irritabilidad y dificultades para conciliar el sueño debido a la luz azul de las pantallas.

Para Cristina Martínez, el panorama es claro: “Cuando tú estás acostumbrado a darle dopamina digital a tu cerebro, esto hace que la vida real te resulte tremendamente lenta y aburrida”. Y así, el niño responde con conductas cada vez más impulsivas, baja tolerancia a la frustración y un aumento notable de la irritabilidad

Pero el problema va más allá del hogar. Martínez advierte que “los niños no saben relacionarse entre ellos, no tienen tema de conversación si no es a través de una pantalla”, y describe una escena cotidiana a las puertas de los colegios: alumnos que, en cuanto salen, corren a revisar el móvil. “Es que ya están con la pantalla al frente y cruzan sin mirar la calle”, lamenta.

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Otro punto de conflicto es la edad en la que se les entrega su primer móvil. “Con 12 años un niño no necesita para nada un teléfono móvil. Es el Ferrari con 18 años”, ejemplifica. El proceso de “desintoxicación digital”, como lo llama Martínez, no es sencillo y conlleva enfrentamientos. Aun así, recomienda establecer límites claros y fomentar el tiempo en familia.

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