Elon Musk dice que llegaremos a Marte en 2030, pero existen tantos peligros sin resolver que ya nadie se cree sus anuncios

Colonización de Marte

El sueño marciano se enfrenta a una realidad que nos supera: fallos técnicos, dilemas éticos y límites humanos que aún no sabemos gestionar

Este concepto artístico muestra la nave Europa Clipper de la NASA mientras sobrevuela Marte, utilizando la fuerza gravitacional del planeta para alterar la trayectoria de la nave espacial en su camino hacia el sistema de Júpiter.

Concepto artístico que muestra la nave Europa Clipper de la NASA mientras sobrevuela Marte.

NASA/JPL-CALTECH / Europa Press

Desde hace más de una década, Elon Musk viene repitiendo una fecha con aire mesiánico: 2030 será el año en que la humanidad pise Marte. Bueno, antes fue 2026 y después fue ampliando la fecha... Pero desde hace un tiempo suele repetir el primer año de la próxima década como el que marcará este nuevo ciclo para el ser humano.

Con cada nueva entrevista y declaración, el fundador de SpaceX ha ido construyendo una narrativa futurista que mezcla ciencia, épica y marketing mal camuflado. Pero, en pleno 2025, tras muchos reveses técnicos —el último de ellos hace apenas una semana y media— y una creciente sensación de fatiga colectiva, esa promesa empieza a sonar menos como un plan y más como un eslogan para algo que, siendo sinceros, no parece que vaya a ver ninguna persona con vida en la actualidad.

Lee también

Estel Blay, ingeniera aeroespacial al mando de la misión Hypatia II: “cuando se llegó a la Luna también fue porque alguien se lo propuso, lo que pasa es que para llegar a Marte hay que hacer mucha ciencia”

Víctor Endrino Cuesta
Estel Blay, ingeniera aeroespacial.

Aunque el sueño de terraformar Marte no puede ser más seductor e interesante, los riesgos sin resolver son tantos y tan complejos que ya nadie —más allá del propio Musk, aunque tampoco queda muy claro que él se lo crea— parece creerse que estemos listos para colonizar Marte en apenas cinco años.

La nave estrella del proyecto, Starship, ha protagonizado una prueba fallida tras otra. Solo en 2025, tres vuelos de ensayo han terminado en explosión o pérdida de control. Y el enfoque de “falla rápido, aprende rápido”, tan celebrado en la industria tecnológica tras los avances de Musk, empieza a mostrar sus límites cuando hablamos de vuelos tripulados. En Marte, un error técnico se paga con la vida. Y, de momento, solo podemos imaginar catástrofes cuando pensamos en Musk y en esta idea tan grandilocuente.

Despegue de la novena prueba de vuelo de Starship

Despegue de la novena prueba de vuelo de Starship.

SPACE X / Europa Press

Las misiones a Marte suponen un desafío biológico sin precedentes que van más allá de la “sencillez” de llegar al planeta. Y aquí es donde parece que van a crearse los principales problemas. La exposición a radiación cósmica durante el viaje, los efectos desconocidos de la gravedad marciana sobre el cuerpo humano, el aislamiento prolongado y la imposibilidad de rescate en caso de emergencia y un largo etcétera configuran un escenario extremo para el que nadie tiene respuestas.

A esto se suma el vacío legal y moral sobre lo que significa instalarse en otro planeta. ¿Quién decide qué se puede hacer en Marte? ¿Bajo qué autoridad? ¿Con qué normas? Esperemos que no con las de Musk... De momento, no existen marcos regulatorios sólidos que aborden todo ello. Convertir Marte en una “segunda Tierra” implica riesgos ecológicos que aún no comprendemos del todo, y que podrían hipotecar futuras investigaciones científicas sobre vida extraterrestre.

Lee también

A estas alturas, prometer que estaremos en Marte en 2030 parece menos un objetivo alcanzable que un acto de marketing perpetuo. Una idea futurible que sirve para mantener la atención mediática y atraer inversiones, pero que cada vez convence a menos personas. Incluso dentro del ecosistema científico, muchas voces se muestran escépticas. No porque crean que sea imposible llegar a Marte algún día, sino porque saben que los desafíos que aún hay que superar no se resuelven con titulares grandilocuentes.

El sueño marciano sigue vivo, y en ocasiones parece que más que nunca. Pero no avanzará a golpe de anuncio, sino con trabajo lento, riguroso y, sobre todo, humilde. Porque si algo nos ha enseñado la historia de la exploración es que los atajos en territorios desconocidos rara vez acaban bien. Y Marte, por mucho que lo deseemos, aún es un territorio virgen

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...