¿Es fidedigna la información de los relojes inteligentes? Un especialista en neumología detalla qué datos poseen validez y cuáles tendríamos que poner en duda.
Smartwatches
Un smartwatch puede proporcionarnos un volumen importante de información personal; no obstante, surge la duda acerca de si sus registros son totalmente exactos o si es preferible examinar dichas cifras con cautela.
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Hay ciertos relojes inteligentes que pueden efectuar electrocardiogramas con un grado de exactitud razonable.

Los dispositivos de pulsera inteligentes se han incorporado al día a día de muchísima gente funcionando como un complemento físico. Monitorizan las caminatas, la frecuencia cardíaca, el descanso, la saturación de oxígeno o el cansancio, propiciando así una percepción de dominio sanitario que hace diez años solo se encontraba en centros médicos y clínicas especializadas. No obstante, ¿qué grado de precisión poseen realmente estas cifras? ¿Cuáles de estos indicadores resultan verdaderamente rigurosos y qué otros deberían analizarse con prudencia?
Con el fin de resolver tales dudas, el Dr. Joaquim Gea, jefe de servicio emérito de Neumología del Hospital del Mar de Barcelona, ofrece una perspectiva médica directa y rigurosa. Por otro lado, Jesús Carrero, especialista en tecnología vestible con experiencia previa en Huawei y Apple antes de liderar Zepp Health (Amazfit) en las regiones de Europa, Oriente Medio y Asia, analiza la utilidad práctica de estos aparatos desde su conocimiento técnico y su empleo diario. Ambos concuerdan en una premisa fundamental: los relojes inteligentes no constituyen herramientas sanitarias oficiales, aunque resultan provechosos si se comprende con exactitud qué datos monitorizan y cuáles quedan fuera de su alcance.

Actividad física diaria: caminatas y gasto energético
Existen ciertos indicadores que, de acuerdo con el Dr. Gea, muestran una precisión bastante elevada en casi cualquier aparato disponible. El registro de las zancadas constituye uno de estos ejemplos. “Esto se basa en acelerómetros y actímetros”, aclara, “y permite detectar bastante bien el movimiento repetitivo asociado a caminar”. Pese a que hay variaciones entre los fabricantes, la desviación suele resultar mínima y válida para el día a día.
Basándose en tal desplazamiento, los dispositivos determinan el consumo de energía empleando ecuaciones numéricas. No representa un registro exacto, sino una valoración, aunque “de eso te puedes fiar bastante”, indica el neumólogo, siempre que se tome como una referencia cercana y no como una cifra incuestionable.
Carrero concuerda en que estos indicadores funcionan para monitorear costumbres y actividades, mas no para realizar diagnósticos. “Un smartwatch ayuda a gestionar el proceso de entrenamiento y recuperación”, asegura, “y permite observar tendencias a lo largo del tiempo, algo especialmente relevante cuando se busca mejorar el bienestar general o la condición física”.
Frecuencia cardíaca: exacta en su medición, pero insuficiente para diagnosticar.
El ritmo del corazón constituye una de las informaciones que más revisan las personas y, simultáneamente, uno de los parámetros que peor se comprenden. De acuerdo con el Dr. Gea, la cantidad de latidos por minuto que muestran los dispositivos tiende a ser precisa en circunstancias habituales. “La frecuencia, el número, en general, es válida”, asegura.
La dificultad surge al intentar obtener deducciones médicas. Un reloj es capaz de indicar un ritmo en apariencia estable, aun cuando el individuo esté padeciendo una arritmia. “Puedes tener una arritmia y que te dé un número normal”, señala. “Es decir, el reloj mide cuántas veces late el corazón, pero no cómo lo hace, salvo en modelos muy concretos que incorporan funciones adicionales”.

Carrero hace hincapié en tal diferenciación: “La frecuencia cardíaca es el indicador más fundamental de la condición física, pero debe interpretarse dentro de un contexto más amplio que incluya la recuperación, el descanso y la evolución a lo largo del tiempo”.
Electrocardiograma: resulta valioso para detectar arritmias determinadas.
Diversos relojes cuentan con un sistema de electrocardiograma de una sola derivación. Ante esto, el Dr. Gea se expresa con nitidez: “De la arritmia te puedes fiar”. Es factible hallar fibrilaciones auriculares o flutter debido a que se inspecciona la uniformidad de la frecuencia cardíaca.
No obstante, existen restricciones claras. Tales mediciones no funcionan para identificar una angina de pecho o un infarto, un detalle que las propias marcas acostumbran señalar. El peligro, de acuerdo con el médico, radica en que ciertos individuos depositen demasiada confianza en dichos datos y los vean como un aval total de su bienestar cardiovascular.
Niveles de oxígeno: un indicador con complicaciones en la zona de la muñeca.
El nivel de oxígeno en el torrente sanguíneo (SpO₂) representa una de las características que provoca mayores incertidumbres en el ámbito médico. El Dr. Gea aclara que dicho cálculo se fundamenta en cómo la hemoglobina con y sin oxígeno absorbe la luz, una técnica que resulta efectiva en zonas como el dedo o el pabellón auditivo, sitios donde los vasos capilares se sitúan próximos a la superficie cutánea. No obstante, en la zona de la muñeca, “la piel es mucho más gruesa y las arterias pasan por la parte inferior”, circunstancia que afecta negativamente a la precisión de los resultados.
Ciertos aspectos como el tono de la dermis o los tatuajes —particularmente por los metales contenidos en los pigmentos— pueden distorsionar todavía más los resultados. De este modo, los niveles de SpO₂ en relojes deben interpretarse como simples guías, no como indicadores médicos definitivos. Los oxímetros de dedo son distintos, pues brindan mayor seguridad. Por tal motivo, comienzan a aparecer relojes con sensores laterales para situar el dedo y lograr registros más precisos, incluyendo la saturación de oxígeno.

A partir de su cargo en Zepp Health, Carrero menciona que, a lo largo de la pandemia, tales cálculos funcionaron para avisar a numerosos individuos de que existían anomalías e impulsaron visitas al doctor de forma precoz. “No eran dispositivos médicos, pero los valores estimados eran suficientes para alertar”, destaca.
Frecuencia respiratoria: se encuentra determinada por el algoritmo.
El ritmo respiratorio no suele medirse directamente en casi todos los relojes. Se obtiene mediante leves cambios en la onda del pulso relacionados con el acto de respirar. “Si el algoritmo está bien hecho y el sensor es suficientemente sensible, se podría aproximar”, indica el Dr. Gea.
Esto conlleva que la precisión esté supeditada principalmente al programa informático y a la arquitectura del sensor. No todos los aparatos operan de la misma forma, y quien lo utiliza difícilmente conoce de qué manera se ha verificado dicha estimación.
Presión arterial: no sin manguito.
Existe una coincidencia plena en lo que respecta a la tensión arterial. Un reloj común no logra cuantificarla con exactitud. “No”, sostiene con firmeza el Dr. Gea. Esto solo se conseguiría empleando tecnologías que integren una cámara de aire en la pulsera, de forma análoga a un tensiómetro, una alternativa que diversos modelos de prueba han tanteado. En la actualidad, el Huawei Watch D y su evolución, el D2, son los únicos dispositivos de esta clase disponibles.
Los cálculos fundamentados exclusivamente en dispositivos ópticos no logran proporcionar cifras precisas, sobre todo en lo que respecta a la presión diastólica.
Anhelo: aproximaciones, sin certezas
La monitorización del descanso constituye una de las prestaciones más destacadas de los wearables. Bajo una perspectiva clínica, sus limitaciones son patentes. Los dispositivos registran el movimiento para, posteriormente, estimar los ciclos de sueño. “La única manera de saberlo con seguridad es con un electroencefalograma”, apunta el Dr. Gea.
No obstante, logran brindar señales indirectas respecto a la calidad del sueño y advertir sobre posibles inconvenientes. Carrero sostiene su valor para tomar conciencia de forma prolongada: “Rara vez recordamos cómo dormimos hace una semana, pero eso influye enormemente en cómo nos sentimos hoy”.

Una herramienta de gran utilidad cuando se entiende su alcance.
Los dos especialistas concuerdan en que el peligro principal no reside en el dispositivo, sino en la lectura que realiza el individuo. “Ante cualquier cosa clínica que parezca que no va bien, hay que ir al médico”, recalca el Dr. Gea.
Los relojes inteligentes no reemplazan a los tests de esfuerzo, a los electrocardiogramas médicos ni a las visitas al doctor. Sin embargo, usados adecuadamente, brindan detalles útiles sobre patrones, conductas y modificaciones que requieren observación. Lo esencial consiste en identificar qué registros son fidedignos y cuáles deben actuar meramente como advertencias, sin tomarse nunca como un dictamen de salud.



