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“Vendí mi alma al diablo por Temu, y me costó la salud”: las confesiones de un tiktoker que abandonó su vida personal para cumplir con sus obligaciones de influencer

Influencers y salud mental

Un creador con más de cinco millones de seguidores explica la realidad de su día a día y cómo el algoritmo le fue enterrando progresivamente en una espiral sin salida... Hasta que abrió los ojos

Este sería el móvil que usaría Groucho Marx: “Estas son mis cámaras; si no le gustan, tengo otras”

Carlos ha pasado por momentos muy duros en su faceta de creador de contenido.

Carlos ha pasado por momentos muy duros en su faceta de creador de contenido.

Quien crea que el trabajo de influencer, youtuber o creador de contenido consta de ir a algún sitio, pasárselo bien y que todos lo vean; quien crea que cualquiera puede hacer esta actividad con éxito; quien crea que estos creadores tienen una vida placentera y agradable... Está muy equivocado. Lo que se ve por la pantalla no es más que una pequeña parte de lo que pasa tras las cámaras. Y en muchos casos, más de los que puedan imaginarse, es un trabajo sometido a una gran presión que, a la larga, suele pasar factura sobre la salud mental.

Aunque no es este el propósito del artículo, cabe explicar brevemente cómo es la vida de un creador de contenido. Empiezas haciendo vídeos por afición, intentando llamar la atención del público y de marcas que quieran colaborar contigo. Si eres lo suficientemente constante y lo haces bien, las propuestas llegan. Aquí empieza una espiral de crecimiento que, con el tiempo, va acompañada de más y más proposiciones de colaboración a las que cuesta decir que no. Al principio te mandan producto, luego empiezas a pedir dinero y ves que te lo dan, y al final terminas poniendo unas tarifas cada vez más altas, lo cual implica un compromiso cada vez más férreo con las marcas que te contratan. Esos contratos hay que cumplirlos, y las fechas de entrega, también. Ahí está la presión. 

Manuel Armayones es miembro de la Junta del Comité de ePsicología del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC) y catedrático en diseño del comportamiento de la UOC. Desde su experiencia, solo puede corroborar que las recompensas de las redes sociales están diseñadas para generar una adicción, tanto económica como psicológica: “Están sometidos a una tiranía económica tremenda, donde su valor depende de cifras que no controlan y que cambian constantemente”. 

En el aspecto psicológico, asegura que “Se genera una adicción al éxito: cuando ayer tuviste cinco millones de likes y hoy solo uno, ese descenso, que para cualquiera sería un triunfo, para ellos se vive como un fracaso absoluto”. Y añade: “Cada like produce una pequeña descarga de dopamina, y cuando esa recompensa empieza a bajar sin motivo aparente, muchos se hunden porque sienten que han dejado de valer”. 

Cuando esa recompensa empieza a bajar sin motivo aparente, muchos se hunden porque sienten que han dejado de valer

Manuel Armayones

Experto en ePsicología del COPC

“Para ellos es prácticamente imposible separar la vida personal de la profesional, porque están expuestos las 24 horas y muchas veces se ven obligados a fingir incluso cuando no están bien”, indica Armayones sobre la afectación en la vida personal de los creadores de contenido. “Son generadores de adicciones, pero a la vez víctimas de ellas: la propia red social los utiliza como vectores del mismo sistema que los acaba atrapando”.

“Ser influencer es un oficio de riesgo para la salud mental, y deberíamos tener sistemas de protección porque combina lo peor de la sobreexposición y lo peor de los plazos laborales”, concluye. Un ejemplo reciente es el que ha compartido la creadora de contenido Marian Sánchez.

Hablamos con el creador de contenido

“¿Hasta dónde llega esto? ¿Cuándo se para?”

Carlos (nombre ficticio) publica vídeos de tecnología y recomendaciones de productos electrónicos en TikTok, donde tiene alrededor de siete millones de seguidores. También tiene presencia, más modesta, en otras plataformas como YouTube o Instagram. En total, casi 10 millones. Y lo ha pasado muy mal, es mejor no prejuzgarle.

La subida meteórica de la audiencia tiene sus riesgos.
La subida meteórica de la audiencia tiene sus riesgos.Getty Images

Carlos está convencido de que todos los que alcanzan una cierta repercusión en las redes de vídeos, especialmente los que se dedican exclusivamente a esto, han pasado por una o más crisis. “En nuestro grupo yo era el que más seguidores tenía y el que más rápido crecía”, recuerda. “Yo venía de YouTube, hacía vídeos largos. Llegó la pandemia, llegó TikTok y pensé: 'Voy a bajármelo, a ver qué es esto'. Y flipé. Ese algoritmo, esa sensación de enganche… no tenía sentido. Empecé haciendo lo mismo que hacía en YouTube, pero en versión corta. Me acostaba, me levantaba… y tenía 100.000 seguidores más al día siguiente. Otro día, otros 100.000. Una locura absoluta”.

Aquellos días empezó la vorágine: “Notificaciones constantes, estímulos, recompensas. Pensaba: '¿Hasta dónde llega esto? ¿Cuándo se para?'. Y como no sabía si iba a frenarse o acelerarse, decidí ir a por todas. Y claro, duró. Sigue durando. Ahí me metí a fondo: contenido, contenido, contenido. Además, al principio era súper recompensante. Cuando algo funcionaba un poco, lo multiplicaba. Era exagerado”.

Me acostaba, me levantaba… al día siguiente tenía 100.000 seguidores más. Otro día, otros 100.000. Una locura absoluta

Carlos

Creador de contenido

Ese ritmo acelerado, como dice Carlos, duró. Y al sostenerse en el tiempo, tuvo que ir dejando de lado otros aspectos de su vida: “Básicamente, dejé mi entorno, empiezas a descuidarlo todo”, reconoce. “Las redes te bombardean éxito, vidas perfectas. Tú sigues, porque la recompensa es excesiva. Y lo peor es que desaparecen los horarios. No hay desconexión. El teléfono es trabajo, ocio, todo. Y con China detrás, peor: las marcas chinas trabajan cuando nosotros dormimos. Emails, mensajes, cambios… te salta todo de madrugada. Latinoamérica se activa cuando aquí es de noche. Acabas sin dormir, sin horarios, sin nada”.

Dejé mi entorno. Empiezas a descuidarlo todo. Las redes te bombardean éxito, vidas perfectas

Carlos

Creador de contenido

Poco a poco, la presión fue minando su salud y su estado emocional. “Nunca llegué a algo fuerte, pero sí he tenido momentos de nerviosismo muy heavy. Si un vídeo no funciona como antes, te cambia el humor. Si no vuelve a funcionar, estoy enfadado todo el día. Es dopamina pura, es adicción. Clarísimo”.

Carlos prefiere permanecer en el anonimato, pero sabe que su caso es el de muchos compañeros.
Carlos prefiere permanecer en el anonimato, pero sabe que su caso es el de muchos compañeros.

Entonces, a base de desgaste, llegó el momento en que cobró consciencia de su situación: “Me di cuenta de que TikTok cambiaba las reglas según lo que les interesara a ellos. Te decían: 'Ahora apuesta por vídeos de 10 minutos', o 'Ahora, carruseles de fotos'. Te lo promocionan un mes, tú lo pruebas, funciona un poco… y luego dejan de darle prioridad. Ahí pensé: 'Vale, no depende de mí'. Lo que hicieras, daba igual. Era lo que ellos decidieran en cada momento”.

Me di cuenta de que TikTok cambiaba las reglas según lo que les interesara a ellos. Ahí pensé: “Vale, no depende de mí”

Carlos

Creador de contenido

A base de observar la situación e identificar patrones, ha elaborado una teoría. “La tengo más que comprobada: TikTok detecta tu ritmo de publicación. Yo publicaba un vídeo cada dos días y recibía uno, dos, tres millones o incluso más visitas por vídeo. No aguanté ese ritmo. Fue distanciar la frecuencia de publicación y llegar la penalización, con visitas prácticamente nulas, hasta que el algoritmo se adapta y recuperas los números anteriores. Es enfermizo. Ellos quieren que generes retención diaria. Si bajas el nivel, te penalizan”.

La presión del tiktoker

Detectar el problema para ver la salida

Cuando empezó a atar cabos y darse cuenta de que estaba haciendo de títere a las órdenes y caprichos de TikTok, abrió los ojos: “Fue liberador y frustrante a la vez. Liberador porque sabes que no eres tú. Y frustrante, porque te das cuenta de que no puedes vivir al ritmo que ellos quieren. Ahora hago las cosas a mi ritmo. No puedo seguirles el juego”.

Crear contenido no es solo ponerse ante la cámara, implica muchas horas de trabajo.
Crear contenido no es solo ponerse ante la cámara, implica muchas horas de trabajo.Viktar Lameika

Entre los responsables de la presión y el agobio a que se someten los creadores de contenido también se encuentran las marcas que les encargan los vídeos: “Temu fue… vender mi alma al diablo. Si consideran que eres bueno, te entierran en dinero, te dan lo que les pidas, te cae del cielo. ¿Y qué pasa? Que eso te ciega, te ciega. Por eso vendí mi alma al diablo. Firmé un contrato de seis meses con 10 vídeos al mes: 60 vídeos. Y yo pensé: 'No será para tanto'. Pero ellos funcionan distinto: revisiones y retoques infinitos de los vídeos que les presentas, prohibición de palabras, cambios de guion, portadas que te obligan a rehacer… Cada vídeo era una tortura”. 

“Grababa un vídeo en la primera semana y no se aprobaba hasta tres semanas después”, prosigue Carlos, “así que se me acumulaban… se me desbordó. Estamos a finales de 2025, llevo año y medio con esto, y aún me faltan dos vídeos por entregar. Temu me ha costado la salud”.

Temu fue… vender mi alma al diablo. Si consideran que eres bueno, te entierran en dinero. Firmé un contrato de seis meses con cinco vídeos al mes, y yo pensé: 'No será para tanto'.

Carlos

Creador de contenido

Las grandes plataformas chinas de artículos de bajo coste, especialmente Temu, son conocidas entre los principales influencers de tecnología y lifestyle. “Todos lo sabemos. Nunca te exigen plazos estrictos pero te piden cambios absurdos, cambios que sabotean el vídeo. Todo eso hace que retrase el contenido, porque es mucho contenido. Yo me vine arriba porque, como te digo, el dinero te ciega. Yo le he vendido mi alma a Temu y estoy deseando recuperarla, porque yo con ellos no voy a hacer nada más”, añade. “Y luego, cuando el vídeo no funciona, meten 5.000 euros en anuncios y el vídeo explota con 30 millones de visitas. Pero eso te revienta el algoritmo: parece que pasaste de 20.000 visitas a 7 millones sin retención real. Y TikTok detecta eso como algo sospechoso, anómalo”. 

Entre todo el embrollo de vídeos y cambios, Carlos va dejando de lado otros compromisos adquiridos con otras marcas, no le da tiempo a todo por el bloqueo en que se encuentra, lo cual se traduce en un montón de paquetes esperando turno en su estudio: “Decenas, cientos, sin abrir. Me genera ansiedad. Entro, y las cajas me miran, es una sensación de angustia constante, no puedes avanzar, te aplasta”.

Un creador de contenido anónimo, con problemas de estabilidad emocional.
Un creador de contenido anónimo, con problemas de estabilidad emocional.Getty Images

Con el tiempo, la situación se ha ido normalizando y ha ido adquiriendo capacidad de gestión: “Por suerte, TikTok permite programar. Antes no se podía. Eso te obligaba a estar sí o sí con el móvil a las 21 h, que es la hora buena en España. Publicar, responder, revisar… Si se colgaba, tenías que estar ahí. Ahora puedo programarlo y respiro un poco, pero en vacaciones, llega otro drama. Si desapareces dos semanas, TikTok te penaliza un mes entero. Antes de verano tengo que grabar como un loco para tener contenido durante agosto. Ni descansando eres libre”.

Afortuadamente, uno aspecto que no le ha afectado es el de los comentarios de odio. “Tengo una comunidad sana. El hate me llega sobre todo por los productos chinos, no por mí, pero intento contestar con humor, no me afecta. La gente usa las redes para soltar su frustración”.

A medida que un creador de contenido va ganando experiencia y madurez, va aprendiendo a gestionar la presión y a seleccionar los acuerdos que cierra, teniendo en cuenta siempre sus capacidades y disponibilidad, para proteger su salud mental, social y económica. El equilibrio es lo más difícil de conseguir, pero una vez controlado, permite vivir con dignidad y sin altibajos emocionales. 

Víctor Endrino Cuesta

Víctor Endrino Cuesta

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Periodista y creador de contenidos tecnológicos en YouTube. Graduado en Traducción e Interpretación (UB) y vicepresidente de Ràdio Associació de Catalunya.

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