Tras casi años de silencio, un enigmático mensaje apareció en la red social X. No necesitaba firma. La comunidad financiera global reconoció al instante el estilo lacónico y premonitorio de Michael Burry, el hombre que vio venir el fin del mundo en 2008 y apostó contra él. «A veces, vemos burbujas. [...] A veces, la única jugada ganadora es no jugar». Con esas palabras, el oráculo de la crisis subprime declaraba abierta su nueva guerra: una cruzada solitaria contra lo que él considera la mayor burbuja especulativa de nuestro tiempo, la inteligencia artificial.
Se posicionaba, una vez más, como la Casandra de Wall Street, la voz que advierte de la catástrofe mientras todos los demás celebran. Esta semana, volvió a ampliar sus predicciones en Substack, con nuevo blog que rápidamente círculo en la comunidad financiera. Allí volvía a anticipar el colapso de Nvidia.
Para entender el seísmo que provocan sus palabras hay que regresar al epicentro de la última gran crisis. Entre 2005 y 2007, este exneurólogo introvertido, aficionado al heavy metal y diagnosticado con síndrome de Asperger, analizó miles de páginas de prospectos de bonos hipotecarios desde su oficina en California. Vio lo que nadie más quiso ver: que el sistema era un castillo de naipes.
Su apuesta multimillonaria contra el mercado inmobiliario, inmortalizada por Christian Bale en la película The Big Short, no solo le reportó una fortuna, sino que le forjó una leyenda. Hoy, Burry apela directamente a ese legado para validar su advertencia actual. En un mensaje reciente, comparándose a sí mismo en 2005 y ahora, sentenciaba con una confianza absoluta: «Funcionó entonces. Funcionará ahora».
Michael Burry, famoso por predecir el colapso de 2008 y la película 'The Big Short'
Su campo de batalla actual tiene nombres propios: Nvidia, Palantir y los gigantes tecnológicos que lideran la revolución de la IA. A través de su fondo, Scion Asset Management, Burry ha tomado posiciones bajistas masivas contra estos titanes, una jugada que ha desatado la ira de Silicon Valley.
Alex Karp, CEO de Palantir, no tardó en reaccionar en la cadena CNBC, calificando la estrategia de Burry como una «locura». La respuesta del inversor fue mordaz e intelectualmente afilada, ridiculizando a Karp en X por, según él, no entender un simple informe regulatorio: «No me sorprende en lo más mínimo que Alex Karp y su ‘ontología’… no puedan ni descifrar un simple 13F». El choque viralizó, escenificando el duelo entre el escepticismo de la vieja escuela y la fe ciega en la nueva tecnología.
Fotograma de 'The Big Short', la película que inmortalizó la historia de Burry
La tesis de Burry va mucho más allá de señalar valoraciones astronómicas. Su argumento más duro es una acusación directa de engaño sistémico. Sostiene que las grandes tecnológicas están inflando artificialmente sus beneficios mediante un truco contable. Según su análisis, empresas como Meta, Google o Microsoft están extendiendo la vida útil de sus carísimos servidores y chips de IA de 2-3 años reales a 5-6 años en sus libros. Esta maniobra reduce drásticamente el gasto anual por depreciación, disparando las ganancias reportadas.
Burry lo califica como “uno de los fraudes más comunes de la era moderna” y le pone una cifra escalofriante: estima que estas compañías dejarán de registrar correctamente unos 176.000 millones de dólares en costes entre 2026 y 2028, una distorsión que podría provocar un colapso cuando la realidad se imponga.
Mi estimación de valor en los activos no está ahora en sintonía con los mercados, y lleva un tiempo sin estarlo
Esta obsesión por los datos y su desdén por las narrativas del mercado definen su personalidad. Su Asperger, dicen quienes lo conocen, le permite una concentración extrema y un desapego emocional que son clave en su método. Sin embargo, también alimenta su aislamiento. Él mismo ha confesado la frustración de operar a contracorriente en un mercado que considera irracional, una sensación que le llevó a desregistrar su fondo para convertirlo en un family office y operar con más discreción.
“Mi estimación de valor en los activos no está ahora en sintonía con los mercados, y lleva un tiempo sin estarlo”, admitió en una carta, revelando el peaje psicológico de ser, aparentemente, el único que ve al emperador desnudo.
Como sea, el oráculo no es infalible. Sus críticos le acusan de ser un “permabear” —un bajista permanente— y recuerdan su notorio tuit de enero de 2023 con un escueto «Vendan», solo para retractarse dos meses después con un humilde “Me equivoqué al decir que vendan”, justo antes de que el mercado se disparara impulsado, precisamente, por la IA.
Este historial mixto plantea la pregunta definitiva: ¿es Michael Burry un profeta que simplemente se adelanta a su tiempo o un reloj averiado que acierta dos veces al día? Mientras el mundo celebra la nueva era dorada de la tecnología, él espera, paciente, en la oscuridad, convencido de que, como en la mayoría de las burbujas, “cuanto más se prolongue, peor será el choque al estallar”.


