En Silicon Valley no se guían por las mismas ideas que el resto de los mortales. Allí tienen sus propios gurús, sus teorías y, sobre todo, sus filosofías particulares, a las que se aferran con fervor y convierten en movimiento. Sin embargo, eso no significa que estén más avanzados o que piensen más allá que el resto de la humanidad.
De hecho, muchos de sus grandes debates son viejos conocidos en las facultades de filosofía: lo que hoy se presenta como una tendencia revolucionaria en California lleva casi dos décadas discutiéndose en los márgenes de la academia, los blogs y la literatura especializada.
Sin ir más lejos, el gran gurú actual de Silicon Valley no es un empresario ni un ingeniero, sino un filósofo: Nick Land. Es el responsable de popularizar el aceleracionismo, de impulsar el concepto de realismo especulativo, de formar parte de uno de los colectivos filosóficos más influyentes de las últimas tres décadas y, al mismo tiempo, de ser el fundador intelectual de un inquietante movimiento reaccionario conocido como la Ilustración Oscura.
Nick Land en la actualidad.
Los principios filosóficos de Nick Land
Un filósofo pensando lo que nadie más se atreve a pensar
Vayamos por partes. Nick Land nació el 14 de mayo de 1962 en Inglaterra. Poco se sabe sobre su vida antes de llegar a la universidad —él mismo ha mantenido siempre un perfil reservado—, pero sí conocemos que obtuvo su doctorado en Filosofía por la Universidad de Essex en 1987.
Ese mismo año se incorporó como profesor de filosofía continental en la Universidad de Warwick, donde permaneció hasta 1998. Su salida, nunca del todo aclarada, parece haber estado relacionada con un conflicto institucional vinculado a su grupo de investigación: la CCRU.
La Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) fue un grupo interdisciplinar cuyo objetivo era explorar las fronteras entre filosofía, cibernética, misticismo, ciencia ficción y tecnociencia
La Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) fue un grupo interdisciplinar cofundado por Nick Land y Sadie Plant, en el que confluyeron filósofos, teóricos culturales, artistas y programadores. Su objetivo era explorar las fronteras entre filosofía, cibernética, misticismo, sistemas complejos, ciencia ficción y tecnociencia.
Bajo el liderazgo de Land, la CCRU se convirtió en una suerte de laboratorio de ideas radicales, una comunidad a medio camino entre la filosofía y la ficción especulativa que, partiendo de los pasillos de Warwick, acabaría expandiéndose por todo el mundo anglosajón —y más tarde por Internet— como una auténtica subcultura intelectual.
Parte de esa influencia se debe a que Land, aunque no especialmente prolífico, ha sido un autor notablemente constante. Publicó su primer libro en 1992, The Thirst for Annihilation: Georges Bataille and Virulent Nihilism, una lectura tan densa como radical que, sin embargo, pasó casi desapercibida incluso entre los especialistas en Bataille.
Fue durante su etapa en la CCRU cuando su escritura encontró su verdadera forma. Land empezó a producir una avalancha de ensayos cortos, muchos de ellos nacidos de las discusiones del grupo, que luego circulaban por Internet, fanzines y revistas experimentales. Textos fragmentarios, incendiarios y plagados de referencias cruzadas entre la teoría, la ficción y la ciencia. Todo ese material se reuniría más tarde en un volumen monumental: Fanged Noumena, publicado en 2011, con 666 páginas —un número que, evidentemente, no fue casual—.
'Fanged Noumena', libro de Nick Land.
A día de hoy, Fanged Noumena es considerada la obra maestra de Nick Land y el núcleo de su pensamiento filosófico. Reúne textos escritos entre 1987 y 2007 y ha sido descrita como una pieza de teoría-ficción, un género híbrido que mezcla filosofía continental, poesía modernista y tecnomisticismo.
En sus páginas, Gilles Deleuze convive con el esoterismo sufí y el catolicismo, todo filtrado por una estética cyberpunk y una prosa de vanguardia que desafía cualquier lectura lineal. El resultado fue una influencia decisiva sobre una generación de pensadores y teóricos culturales como Kodwo Eshun, Mark Fisher, Michael Carr o Reza Negarestani, cuyas obras posteriores no pueden entenderse sin la sombra —y el vértigo— de Land.
'Fanged Noumena' es considerada la obra maestra de Nick Land y el núcleo de su pensamiento filosófico
Leer Fanged Noumena es una experiencia tan fascinante como, seamos honestos, absolutamente demencial. Incluso para quienes están acostumbrados a la filosofía más densa o a la literatura experimental, enfrentarse a sus páginas puede resultar un proceso arduo, críptico y a menudo poco recompensante. Por eso resulta tan curioso que, más allá de los círculos académicos o contraculturales, el libro haya tenido una influencia tan amplia y duradera.
La explicación está en que, más que por su lectura directa, Fanged Noumena se convirtió en una mina de ideas que el propio Land —y posteriormente otros autores— reinterpretaron y simplificaron hasta convertirlas en dos grandes corrientes intelectuales mucho más accesibles: el aceleracionismo y la Ilustración Oscura.
Se trata de pdos conceptos que, aunque nacieron del mismo tronco, acabaron por recorrer caminos opuestos: uno revestido de utopía tecnológica, el otro teñido de un profundo pesimismo político.
Curtis Yarvin, impulsor de la Ilustración Oscura junto a Nick Land.
Todo lo que aman en Silicon Valley
Unas teorías políticas peligrosas
La primera de esas teorías es el aceleracionismo, la más influyente de todas y la que ha convertido a Nick Land en una suerte de gurú involuntario de Silicon Valley. Es paradójico, porque cuando uno escucha con atención sus ideas, no parecen precisamente el tipo de cosas que una persona sensata apoyaría sin reparos.
El aceleracionismo es una filosofía política que sostiene que la única manera de superar el capitalismo es llevándolo hasta su límite, empujándolo a tal velocidad que colapse bajo el peso de sus propias contradicciones. En otras palabras, no se trata de resistirse al sistema, sino de acelerarlo hasta su autodestrucción, abriendo así la puerta a una nueva forma de organización social y económica.
En uno de sus textos más citados, Teleoplexy: Notes on Acceleration, Land lo expresa de forma tan brillante como inquietante: “El dominio del capital es una consumada catástrofe teleológica, una rebelión robótica o insurgencia shoggotica, a través de la cual una instrumentalización intensivamente escalada ha invertido todos los propósitos naturales en un monstruoso reino de la herramienta”.
En esa lógica, el capitalismo se convierte en una entidad autónoma, una fuerza que ya no está al servicio del ser humano, sino que usa al ser humano como combustible para continuar expandiéndose. Y la única salida posible sería empujar esa máquina hasta su colapso final.
Palantir Technologies de Peter Thiel es un gran ejemplo del espíritu de Nick Land.
Ahora bien, el aceleracionismo no es un bloque uniforme. Existen múltiples interpretaciones. Las corrientes de izquierda sostienen que esta aceleración podría desembocar en una singularidad comunista o anarquista, donde la automatización y la tecnología liberen al ser humano del trabajo. Las de derecha, en cambio, imaginan un mundo sin regulaciones, sin Estados y sin frenos, donde la competencia y la tecnología determinen la jerarquía natural de los individuos.
Nick Land, fiel a su tono nihilista y tecnófilo, se sitúa claramente en esta vertiente derechista, defendiendo una visión del futuro donde el capital y la inteligencia artificial actúan como las verdaderas fuerzas evolutivas de la humanidad. Aunque eso signifique, inevitablemente, el fin del humanismo tal como lo conocemos.
La Ilustración Oscura es un movimiento abiertamente antidemocrático, antiigualitario y reaccionario, que rechaza de plano los valores fundamentales de la Ilustración
De esa visión radical del aceleracionismo surge la segunda gran corriente asociada a Nick Land: la Ilustración Oscura, también conocida como movimiento neorreaccionario o NRx (Neoreaction). Si el aceleracionismo aún conservaba cierto aire teórico o experimental, la Ilustración Oscura es su aterrizaje político más inquietante.
Se trata de un movimiento abiertamente antidemocrático, antiigualitario y reaccionario, que rechaza de plano los valores fundamentales de la Ilustración —la razón, la igualdad, la libertad— para proponer una vuelta a formas de gobierno tradicionales, como las monarquías absolutas de inspiración cameralista, sustentadas en la vigilancia total de los ciudadanos, muy al estilo orwelliano.
Una imagen de la película '1984' de Michael Anderson, a partir de la novela de George Orwell.
En su imaginario ideal, la sociedad debería funcionar como una corporación tecnocrática, donde la eficiencia y la jerarquía sustituyen a la justicia y a la democracia. Y esta corriente, además, reincide en viejas pseudociencias como el racismo biológico, que intenta justificar jerarquías raciales, o el sexismo estructural, que relega a las mujeres a un papel subordinado dentro de ese orden “natural” que defienden.
Aunque el término y parte de la infraestructura conceptual fueron desarrollados por el blogger Curtis Yarvin (también conocido como Mencius Moldbug) a comienzos de los años 2000, fue Nick Land quien le dio forma filosófica y coherencia ideológica, convirtiéndose en el arquitecto intelectual del movimiento.
Desde entonces, la influencia de la Ilustración Oscura se ha filtrado —a veces de forma velada, otras explícita— en los discursos de la alt-right estadounidense y de ciertos sectores tecnolibertarios de Silicon Valley. Figuras tan poderosas como Elon Musk, Peter Thiel, Steve Bannon, Michael Anton o JD Vance han mostrado afinidades con sus postulados o con su visión del mundo.
El problema, claro, es que esas ideas ya no se quedan en los márgenes de Internet o en los foros de teoría política extrema. Han empezado a permeabilizar la política real, influyendo en movimientos populistas y en la agenda ideológica de Donald Trump y su círculo, lo que convierte la herencia de Nick Land —y su transformación en icono cultural de Silicon Valley— en un fenómeno tan intelectualmente fascinante como socialmente peligroso.
Por supuesto, hablar de Land como un “gurú” en términos filosóficos resulta una forma conveniente de enmascarar el verdadero interés que Silicon Valley encuentra en él. Porque más allá de su brillantez teórica, Land se ha convertido en una figura profundamente controvertida por sus posiciones políticas reaccionarias, que le han valido un ostracismo casi total dentro de la comunidad intelectual durante la última década.
Hablar de Land como un “gurú” en términos filosóficos resulta una forma conveniente de enmascarar el verdadero interés que Silicon Valley encuentra en él
Y ese aislamiento no surgió de la nada. Fue el resultado de una deriva personal e ideológica marcada por rupturas abruptas y públicas con colegas, discípulos y colaboradores. Antiguos compañeros de la CCRU y pensadores cercanos lo describen como un intelectual brillante pero autodestructivo, incapaz de sostener el diálogo sin llevarlo al extremo.
Con el tiempo, esas fracturas acabaron reflejando su progresiva radicalización, hasta convertirlo en un pensador marginado por el mundo académico, pero reverenciado por las élites tecnológicas que encontraron en sus ideas una justificación teórica para su propia visión del mundo.
Libro 'CCRU, WRITTINGS 1997-2003'.
Land ha caído en desgracia una y otra vez
El declive de un ídolo
El declive de Nick Land como figura académica comenzó mucho antes de que sus ideas se volvieran abiertamente políticas. Su abandono de la Universidad de Warwick estuvo directamente relacionado con las actividades del CCRU, el grupo que él mismo había impulsado.
Aunque nunca se aclararon los motivos oficiales, la universidad veía con creciente incomodidad que un colectivo de investigación se dedicara a mezclar filosofía con elementos no académicos, teorías esotéricas y experimentación con sustancias psicotrópicas. En un entorno académico tradicional, aquello era visto como una provocación.
Aun así, Land continuó siendo el líder intelectual del CCRU durante un tiempo, incluso después de dejar su puesto. Su magnetismo intelectual mantenía unido al grupo, hasta que llegó su primer gran colapso. A comienzos de los 2000, desapareció de la escena pública. El motivo fue una crisis mental y física provocada por años de consumo extremo de anfetaminas, que le dejó incapacitado para seguir trabajando. Durante un largo periodo, su nombre se desvaneció por completo del panorama filosófico.
Pasaron los años antes de que Land reapareciera, casi en secreto, vinculado al The New Centre for Research & Practice, un centro de investigación para-académico dedicado a los estudios interdisciplinarios y la teoría crítica contemporánea. Parecía un intento de reconstruir su carrera desde los márgenes. Pero, en marzo de 2017, su historia se torció de nuevo.
Salieron a la luz una serie de mensajes públicos en los que Land expresaba opiniones abiertamente intolerantes hacia los musulmanes y los inmigrantes
Primero, salieron a la luz una serie de mensajes públicos en los que Land expresaba opiniones abiertamente intolerantes hacia los musulmanes y los inmigrantes, lo que desató una oleada de críticas y peticiones de expulsión. Poco después, participó en una conferencia en una galería de arte de Londres junto a ideólogos de la Ilustración Oscura, entre ellos los supremacistas blancos Peter Brimelow y Brett Stevens. La combinación de ambos hechos fue devastadora: Land perdió su puesto en el centro y rompió sus últimos vínculos institucionales.
Desde entonces, Nick Land ha permanecido como una figura marginal pero influyente, exiliado del ámbito académico pero reivindicado por sectores tecnológicos y políticos radicales que encuentran en su pensamiento una narrativa útil para justificar la desigualdad, el elitismo y la tecnocracia extrema. Una paradoja inquietante: cuanto más cae Land en desgracia dentro de la filosofía, más crece su culto entre quienes sueñan con un futuro gobernado por las máquinas y el capital.
Elon Musk es un claro seguidor de la filosofía de Nick Land.
Tras su expulsión del ámbito académico, Nick Land decidió mudarse a Shanghái, una ciudad que, según él, representaba su ideal humano: un entorno en perpetuo crecimiento, sin apenas restricciones, donde “el débil es aplastado y el fuerte prospera”.
En su visión, Shanghái encarnaba la utopía aceleracionista que había imaginado décadas atrás. De hecho, ya en su texto Meltdown (1994), Land había proclamado con entusiasmo que “Neo-China viene del futuro”, viendo en el auge tecnológico y económico del país una confirmación de sus propias teorías.
Land ha optado por mantener un perfil casi invisible, lejos de conferencias o publicaciones académicas
La realidad, sin embargo, se encargó de desmentirlo. La pandemia de la COVID-19 y las duras políticas de control y confinamiento del gobierno chino demostraron que China estaba muy lejos de ser ese paraíso sin frenos que Land había idealizado. La maquinaria del Estado, con su vigilancia extrema y su control sobre el individuo, chocaba frontalmente con la fantasía libertaria y tecnocapitalista que él había proyectado sobre el país.
Desde entonces, Land ha optado por mantener un perfil casi invisible, lejos de conferencias o publicaciones académicas. Lo poco que se sabe de él proviene de su blog Xenosystems, eliminado de Internet en 2022, y de su nueva cuenta Xenocosmography, creada en octubre de 2023. En esta última, su discurso se ha reducido prácticamente a comentarios políticos breves y viscerales, indistinguibles de los de cualquier conservador radicalizado en redes sociales.
Hoy, muchos de sus antiguos seguidores y críticos coinciden en que el Nick Land actual parece apenas una sombra del pensador visionario que fue en los noventa. Su deriva hacia la paranoia política y el extremismo ideológico deja abierta una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto el filósofo que un día soñó con trascender los límites del pensamiento humano ha acabado devorado por las mismas ideas que engendró?






