Caiga quien caiga

confusión vital

No es la primera vez que les hablo del Caiga quien caiga, el formato que a mitad de los noventa revolucionó la televisión. Presentado por El Gran Wyoming, el Caiga reunió a un dream team de reporteros. Cada uno tenía su estilo. Tonino era capaz de mantener silencios eternos e incomodísimos frente a sus entrevistados. O Pablo Carbonell, que llevó el reporterismo a las cotas más altas del surrealismo. El más periodista de todos era Juanjo de la Iglesia, que además tenía una sección llamada Curso de ética periodística. Esta semana la eché de menos para entender una noticia en la que se me mencionaba, publicada por un digital al que no le haré más propaganda.

opi 3 del 5 juliol

 

Martín Tognola

En el titular se hacía referencia a mi papel fundamental para que Santos Cerdán tuviese como abogado al exdiputado de la CUP Benet Salellas, gracias a mi relación con la también exdiputada de la CUP Anna Gabriel. De mi vida privada no voy a hablar porque no creo que tenga ningún interés y porque tengo pocas pero buenas amigas y amigos con quien hacerlo.

Echo de menos el ‘Curso de ética periodística’ para entender un titular que me menciona

Sí me gustaría referirme a la parte supuestamente profesional del titular, sobre mi presunta intermediación para que Salellas defendiera a Cerdán. Hay que reconocer que los creadores de bulos se lo curran. Una pena que estos esforzados periodistas –no es fácil el género telenovelesco– recurran a la ficción a cambio de casi nada. No hablo solo de una pena deontológica, no. También una pena económica. Se ganarían mejor la vida como guionistas de ficción que como periodistas, porque en la mayoría de casos está bastante mejor pagado.

Ya sé que por más que desmienta la invención, esa siempre va a quedar y va a ser mucho más golosa que el desmentido. Todo experto en comunicación te recomienda que en estos casos lo mejor es no hacer nada, porque si contestas, la noticia crece y por lo visto el ego del periodista fabulador también. Te aconsejan no contribuir al fenómeno denominado bola de nieve. Hasta que te hartas.

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Y como esto va de homenajear al Caiga, a Juanjo de la Iglesia y su Curso de ética periodística, me gustaría detenerme en la redacción del titular, que no me canso de leer una y otra vez. Es lo que tienen las obras de arte, que en cada relectura te muestran cosas nuevas. Búsquenlo. Me tiene absolutamente fascinado el rompedor y revolucionario uso de las comillas. Alguna mente obtusa pensará que es un simple error ortográfico. No, no se equivoquen. Solo un genio se atrevería a entrecomillar el adjetivo posesivo “su”, y no entrecomillar en cambio la palabra amigo. De haberlo hecho, habría dado a entender que no éramos amigos, o que hacía un uso irónico del término. Pero el autor no ha sido tan zafio ni previsible. ¿Qué quería decir exactamente entrecomillando solo el “su”? ¿Que Cerdán tiene amigos y yo quizás no lo sea? ¿Que yo tengo amigos pero Cerdán puede o no que lo sea? ¿Ironiza sobre que no soy dueño de la amistad de Cerdán? ¿Que no solo a mí me conmueve con el noble sentimiento de la amistad? Ese final abierto es lo que esconde esta obra de arte de la gramática.

De la Iglesia remataba proponiendo un titular periodísticamente más correcto y menos sesgado que el inicial. En este caso es imposible al tratarse de una ficción. Y acababa la sección con una propuesta más bestia que la inicial utilizando siempre el mismo arranque: “Si la intención del redactor hubiese sido desprestigiar a los protagonistas que salen en el titular, que seguro que no lo era”… podría haber titulado directamente: “Évole, Salellas y Cerdán, el kilómetro cero de la nueva ETA financiada por las mordidas del sanchismo”. Una pena que el fabulador no arriesgase más. Todo llegará.

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