El portavoz del PP Elías Bendodo es un digno representante de la comunicación política entendida como veneno social. Recientemente, ha acusado a la jefa de Protección Civil de ser “una pirómana más”. Es un juego de descalificaciones que, por desgracia, no es monopolio de ningún partido: lo practican todos los que tocan poder. Es un juego que no respeta el dolor de los damnificados. Con un notable talento para la irresponsabilidad, los portavoces aprovechan la voracidad que les reclama la actualidad –que no siempre se corresponde con el derecho a la información– para atizar un fuego paralelo en el que la piromanía se convierte en una frivolidad tristemente impune.

Muchos incendios son provocados por conductas negligentes o vandálicas
El fuego, mientras tanto, sigue una lógica que nada tiene que ver con la capacidad de respuesta, forzosamente limitada, de los gobiernos responsables. Las víctimas son las primeras en darse cuenta de la capacidad destructiva del incendio. Y solo exigen una atención responsable, rápida y efectiva de los políticos que, dentro de cuatro días, les pedirán el voto tratándolos con el habitual populismo nauseabundo.
Como daño colateral, también se insiste en la necesidad de ser precisos en la información. De entrada, sobre las causas del fuego. Las hipótesis sobre si los incendios están provocados por la ambición de empresas que buscan territorios para implantar molinos eólicos o minas de minerales raros, o la avaricia de constructores de urbanizaciones han sido desmentidas por los expertos, que no comulgan con la especulación recreativa. Sí hay una coincidencia: que solo un porcentaje mínimo son pirómanos y que el resto son incendiarios, que, según el diccionario, es la persona que incendia con el propósito de causar daño. Puede que esta condición sí ampare oscuros intereses. Pero en muchos casos tienen que ver con la conducta irresponsable, vandálica o negligente de los que tiran colillas encendidas desde un vehículo o de los que deciden hacer una barbacoa en una zona señalada como altamente peligrosa o de los que, como colofón a una fiesta celebrada en la casa rural que han alquilado, lanzan cohetes que serán el germen de una catástrofe. Conclusión: pocos pirómanos, muchos incendiarios y bastantes idiotas.