Cada vez es más difícil ser indiferente a lo que sucede
en Gaza. Ya no se trata de la altísima cifra de muertos –más de 64.000 según fuentes palestinas–, ni de la hambruna que padece la población, sino que los discursos desafiantes del Gobierno de Beniamin Netanyahu indican que la operación militar (cada vez se habla más de genocidio o de exterminio) no parece tener fin. En estas circunstancias, no es de extrañar que la indignación de la ciudadanía se haga sentir de todas las formas posibles, y más cuando los gobiernos que los representan han fracasado en frenar una atrocidad de este tipo.
Beniamin Netanyahu, primer ministro israelí, vive uno de los momentos más delicados de su carrera política
¿Qué se puede hacer? Está claro que la protesta no es contra
Israel, ni contra sus ciudadanos. Muchos de ellos son los primeros que claman contra la deriva de la huida hacia adelante de Netanyahu. Hoy mismo publicamos una entrevista con la historiadora israelí Irit Keynan, que pide ayuda internacional para parar la guerra.
El malestar y la impotencia ante estos crímenes han generado estos últimos días un crecimiento de las protestas en toda Europa. En España, también, y algunas causan indignación y, otras, hilaridad. Se discute, con razón, que no hay motivo para que los ciclistas que disputan la Vuelta a España puedan ver en peligro su integridad física por las protestas de los manifestantes. Y se toma a broma el intento de una flotilla de barcos que intenta llevar alimentos a los ciudadanos que se mueren de hambre en Gaza. En los dos casos subyace una misma voluntad: no estar impasibles ante la situación que padece la población de Gaza.
En este contexto, el Gobierno de España, que ha sido uno de los más críticos con la actuación de Netanyahu desde el principio de la crisis, dio ayer un salto cualitativo con un nuevo paquete de medidas contra Israel. A pesar de que le avala su clara estrategia de confrontación en esta guerra, es evidente que Pedro Sánchez ha captado la irritación y rabia generalizadas que despierta la actuación del Gobierno israelí y no ha querido dejar pasar la oportunidad.
Lamentablemente servirá de poco. Netanyahu se enrocará aún más y aparecerá disfrazado de víctima para decir a sus compatriotas que el mundo está contra Israel. Solo le podría parar Donald Trump y este no parece que esté por la labor.