El siglo XXI pasará a la historia como la centuria en que la intimidad saltó por los aires. La privacidad ha dejado de ser un valor a proteger, no solo porque lo facilita la tecnología y la digitalización, sino porque las nuevas generaciones han hecho del exhibicionismo su sentido de la vida y su negocio. Las redes y las plataformas digitales han impactado en la sociedad y la intimidad se ha convertido en un valor en desuso.

Leo que Emmanuel Macron y su esposa, Brigitte, presentarán pruebas científicas para demostrar que ella es una mujer. ¿De verdad estamos obligados a probar públicamente lo que somos o sentimos? Me parece una inmoralidad tener que desmentir la difamación de la influencer estadounidense de extrema derecha Candace Owens, después de que ella difundiera repetidamente que Brigitte nació hombre. Y no solo eso, sino que esta indocumentada dama asegura, sin ninguna prueba, que su verdadero nombre es Jean-Michel Trogneux, que es como, en realidad, se llama su hermano. Según esta teoría, recogida de un canal de videncia de YouTube hace tres años, ella habría muerto muy joven y su hermano se habría cambiado de sexo asumiendo la identidad de Brigitte. Una locura, que, sin embargo, ha circulado como la pólvora en Francia y ha resultado perturbadora para la esposa del presidente de la República Francesa.
Brigitte Macron va a aportar pruebas para denunciar a la influencer que dijo que es un hombre
El matrimonio Macron ha denunciado ante un tribunal de EE.UU. a la influencer, que sorprendentemente le obliga a demostrar que ella es una mujer, cosa que la pareja está dispuesta a hacer, aportando fotografías de Brigitte embarazada y criando a sus hijos. En cualquier caso, quien debería haber aportado pruebas en las que basar sus delirantes afirmaciones es la tal Owens.
José Saramago dijo en una ocasión que estamos llegando al fin de una civilización, sin tiempo para reflexionar, en la que se ha impuesto una especie de impudor que nos ha llegado a convencer de que la privacidad no existe. La actriz Joan Cusack lo decía en el filme Armas de mujer: “En casa a veces canto y bailo en ropa interior y eso no me convierte en Madonna”. Nadie tiene que dar explicaciones de su intimidad y mucho menos de su identidad. Pero, a veces, parece que no hay más remedio.