El hombre inoculado

futuros imperfectos

El hombre inoculado
Consejero editorial

El Gobierno de Estados Unidos lo integra una colección de personajes irrepetibles, a cual más extravagante. Debe de ser difícil encontrar otro Ejecutivo que incluya tanta singularidad. Buscando información sobre Pete Hegseth, el secretario de la Guerra, he descubierto que confesó ante las cámaras, cuando era presentador de la Fox, que no se había lavado las manos en diez años.

El hombre aseguraba que no haciéndolo se protegía a sí mismo, hasta el punto de que se había inoculado. La extraña confesión de Hegseth se produjo ante la audien­cia de Fox and friends, que no daba crédito de que un graduado de Princeton y Harvard pudiera sostener semejante disparate. El tipo está convencido de que los gérmenes no son algo real. Como si los microorganismos infecciosos fueran una cuestión de fe, cuando se trata de un conocimiento científico indiscutible.

26 June 2025, US, Washington: US Defence Secretary Pete Hegseth takes a question from a reporter during a press conference at the Pentagon on the effectiveness of Operation Midnight Hammer. Photo: Kashif Basharat/Planet Pix via ZUMA Press Wire/dpa

Pete Hegseth 

Kashif Basharat/ Europa Press

Pero, como toda locura, sus palabras generaron mucho ruido en las redes sociales, con comentarios a favor y en contra del presentador. Algunos usuarios presumían de hacer lo mismo e incluso uno de ellos aseguró haber llegado a los 70 años sin mantener esta medida higiénica. También hubo quien le preguntó si le gustaría saber que los cocineros de sus restaurantes favoritos se lavan antes de preparar su comida.

El jefe del Pentágono presumió en televisión de no haberse lavado las manos en diez años

Fue un médico húngaro del siglo XIX, Ignaz Semmelweis, quien descubrió­ que desinfectarse las manos antes de tratar a las parturientas disminuía drásticamente los casos de muertes de mujeres y recién na­cidos. Sin embargo, fue ridiculizado en su tiempo por sus colegas y acabó muriendo en un hospital psiquiá­trico, sin el reconocimiento de su época.

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Trump, que suele defender a sus colaboradores, disiente de Hegseth, hasta el punto de ser un germofóbico. En uno de sus libros, El arte de la reaparición, escribió que una de las maldiciones de la sociedad esta­do­unidense es el simple hecho de dar la mano, lo que se vuelve más frecuente cuando uno se convierte en famoso. “No lo soporto, soy un fanático de las manos limpias”, concluyó. Habrá que fijarse si Trump le da la mano al jefe del Pentágono con guantes, para evitar infecciones. Yo no dudaría en hacerlo.

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