Ábalos, el hombre multitarea

Cuando estalló el caso del crimen de la Guardia Urbana, todas mis amigas atropelladas por la vida, y yo también, hacíamos el mismo chiste, hasta que casi dejó de ser un chiste: ¿cómo conciliaba Rosa Peral? Nos tenía fascinadas que una trabajadora a tiempo completo con dos niñas pequeñas tuviera tiempo para compaginar un exmarido, un novio, un amante, varios affaires paralelos, intrigas laborales y una vida familiar envidiable, con comidas dominicales. Seguro que encima hace cardio y entrena fuerza, con semejante cuerpo en llamas, nos maravillábamos.

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Manuel Bruque / Efe

Me asaltan pensamientos similares cuando me asomo a las informaciones del caso Koldo y quedo asombrada ante el multitasking que manejaba José Luis Ábalos siendo ya ministro. Nosotras que nos creemos tan capaces, y tan disociadas, porque contestamos e-mails de trabajo en la reunión del cole y preparamos la bolsa de la piscina mientras atendemos un zoom.

Los mensajes de esta trama tan cutre se leen juntos como un relato de ficción sucia

 Lo nuestro no es nada comparado con lo de Ábalos, que a la que salía del Consejo de Ministros estaba comprando pulseras de Tiffany’s (“más gorda y plana”, la pidió) para Jessica y sosteniendo vía transferencias una compleja estructura familiar que implicaba hijos, exesposas, parejas oficiales y varios rollos simultáneos. Ni siquiera se hacía un lío con los nombres, Ábalos, y eso que a la misma mujer, en sus mensajes, podían llamarla “España”, “Princesa” y “Loca 2”. Tiraban de numeración a veces. En una ocasión, Koldo García le dice a su mujer, Patricia Úriz, que también trabajaba como conseguidora de la trama, que han de comprar “pulseras para la puta” y ella le pregunta: “¿Pero para la 1, no?”.

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Los mensajes de esta trama tan cutre se leen todos juntos como un relato de ficción sucia, con esos hombres al frente embriagados por su propio poder, enviando chistorras, comprando flores por San Valentín, llevando al terreno más cochambroso el ideal del hombre ocupado que grita sus deals en el vagón preferente del AVE y le hace un comentario baboso a la camarera. Lo peor de todo es que sabemos que ese es un modelo inmortal, que existen Ábalos y Koldos operando de idéntica manera, aunque a escala, unos cuantos en cada capital de provincia. Ahora mismo hay alguien comprando, con dinero de extraña procedencia, una pulsera plana, gorda y cara.

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