Gary Oldman es Jackson Lamb, el protagonista de una serie impagable, titulada Slow Horses, que discurre en la Casa de la Ciénaga, un purgatorio administrativo para los espías rechazados por el MI5. Llevan cinco temporadas, a cual mejor. Lamb, el jefe de este recinto de fracasados, le dice a uno de ellos, que se excusa por no haber cumplido con su misión: “Claro que no querías matarlo; si hubieras querido matarlo, todavía seguiría vivo”. Como ayer emitieron el capítulo final de la última temporada, pensé que metafóricamente algo así se podría decir a Carles Puigdemont, pues pretendía acabar con Pedro Sánchez, pero está más vivo que nunca.
Y esto es lo fascinante del líder socialista. El Confidencial titulaba después de la rueda de prensa en Perpiñán que Sánchez está en respiración asistida, pero ni los medios de Madrid se atreven a darlo por muerto. Seguramente, Puigdemont solo pretendía que se sintiera aislado. El problema es que tengo dudas razonables de quién va a sentirse más solo, si Sánchez o Puigdemont, porque, siendo cierto que el presidente del Gobierno ha perdido la mayoría en el Congreso, Junts se ha convertido en un partido zombi en el Parlamento.
Junts escuchará a un par de miles de militantes, pero se olvida de que le votaron 675.000
En cualquier caso, no debemos precipitarnos, pues la militancia de los posconvergentes estará votando hasta la tarde de hoy sobre el acuerdo de romper con el Ejecutivo socialista. Lo de consultar a los militantes resulta impecable, pero dudo que sea una buena idea. Todos los militantes de Junts son apenas seis mil, de los que, como mucho, ejercerán su derecho la mitad, mientras que los votantes fueron 675.000 en las elecciones autonómicas. A estos habrá que explicarles muy bien el movimiento, cuando, según las encuestas, aprueban la gestión de Sánchez.
El abogado y exdiputado Joaquim Jubert escribía anteayer en el Ara que votará en contra de romper el acuerdo con el PSOE, con el argumento de que la aritmética electoral ha dado a las fuerzas soberanistas una posición única en el Congreso, que habría que aprovechar en lugar de menospreciarla. Lo advierte Lamb en uno de los capítulos: “Lo malo es cuando las cosas empiezan a desmoronarse antes de que las atornilles.”
