Leí Algo va mal de Tony Judt en el 2011. Es un libro maravilloso, una declaración de amor a lo público y a los valores progresistas. Uno de los elementos que ya entonces me llamaron más la atención fue cómo situaba el inicio del declive de la izquierda en los años sesenta. Fue entonces cuando empezaron a hacerse fuertes las batallas identitarias y a diluirse la causa común que era la justicia social. Y en los últimos años esta tendencia a centrar el discurso en las minorías ha debilitado propuestas progresistas de diversa índole.
El alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani
Véase el caso de la demócrata Kamala Harris, que, en una situación muy compleja, no supo encontrar una narrativa que aglutinara a un electorado y a su vez dio por descontado el voto de unas minorías que están dejando de votar azul. O los partidos a la izquierda del PSOE, que, más allá de las peleas intestinas, han puesto más atención en las batallas culturales basadas en la identidad que en dibujar un horizonte común. Lo que podría llevar a la paradoja de que el PSOE gane las próximas elecciones, pero que la flaqueza de las fuerzas a su izquierda propicie un gobierno PP-Vox o, al ritmo que vamos, Vox-PP (el sorpasso en la derecha empieza a ser una posibilidad real).
Mamdani articuló su campaña en torno a hacer de Nueva York una ciudad asequible
Decía Eric Hobsbawn que “el proyecto político de la izquierda es universalista: es para todos los seres humanos” y que “la conquista de las mayorías no es lo mismo que sumar minorías”. Y para muestra, la exitosa campaña de Zohran Mamdani, alcalde electo de Nueva York, que, sin renunciar a un férreo compromiso con los colectivos LGTBI, el feminismo, la lucha contra la discriminación racial o la condena del genocidio en Gaza, articuló la narrativa de su campaña en torno a hacer de Nueva York una ciudad asequible para todos sus vecinos.
El futuro alcalde de Nueva York ha demostrado que, en un contexto de precarización de una gran parte de la sociedad por una agenda neoliberal que ha convertido en activos financieros derechos básicos como la vivienda, hace falta recuperar una causa que interpele a la mayoría. Si tras la Segunda Guerra Mundial esta fue la justicia social, hoy lo es hacer la vida cotidiana asequible a todos los ciudadanos, infundiendo esperanza en un futuro mejor, y, también, ilusión. Porque, lo vimos también en los últimos comicios de Holanda, a los candidatos enfadados les votan menos que a los que contagian optimismo.
