Tiene interés la biografía de Zbigniew Brzezinski, el polaco que llegó a dirigir la seguridad nacional en la presidencia Carter y que se sitúa entre los más lúcidos ideólogos de la guerra fría, con el permiso de Henry Kissinger. Uno sirvió a los demócratas y el otro se arrimó más a los republicanos. Los dos eran inmigrantes de Europa central y tenían proyectos dispares para combatir el comunismo del Kremlin.
El espionaje, las mentiras y las miserias habituales de la política estaban envueltas en las formas de la diplomacia, las reuniones en las cumbres entre adversarios y las cláusulas secretas de acuerdos que solían convertirse en papel mojado.
Se hacía comedia y se mentía, pero el gran público apenas lo notaba. En nuestros tiempos acelerados en los que los gestos viajan más rápido que las ideas, la presencia física de los líderes, sus gestos y sus ocurrencias son el argumento. Es imposible comparar las maneras de Donald Trump y Pedro Sánchez. Representan a dos gobiernos que hoy avanzan en direcciones opuestas.
Los gestos pesan más que los hechos y la mentira se borra con desmentidos rotundos
Trump parece salir del Oeste caricaturizado por Hollywood. Irrumpe en los escenarios como un viejo actor que llega a un poblado de Colorado y que dispara a diestro y siniestro con balas de fogueo. Exagera, improvisa, hace alarde de su ignorancia y habla de fuerza y de dinero. Desprecia el periodismo crítico. Sus gestos y su retórica son el mensaje. Se exhibe con el puño cerrado, con una gorra roja de béisbol, una mueca altiva y un dedo que señala culpables invisibles. Anuncia guerras inmediatas o armisticios temporales como el de Gaza o acuerdos improbables entre Rusia y Ucrania. Va de farol y se aventura a bailar en público como un adolescente.
Pedro Sánchez confunde la verdad y la mentira, las promesas y las realidades, las ideas y los hechos. No le importa demasiado. Camina despacio con una serenidad estudiada que se dibuja en la tensión de su rostro. Es un malabarista que hace equilibrios sobre el trapecio con la seguridad de que, si cae, será recogido por la red del circo que han tendido los suyos.
Los dos, Trump y Sánchez, utilizan su lenguaje corporal como altavoces silenciosos. Los gestos pesan más que los hechos y la mentira se silencia con negaciones rotundas. Los dos han levantado muros de confrontación interna en sus países.
