La ruptura es la única salida que le quedará al presidente Sánchez si opta por seguir. Y es la propuesta que le hace Carles Puigdemont en su reciente artículo en El País, en el que se define así: “No me siento interpelado como ‘español’ porque solo lo soy por obligación y no por voluntad, identidad o sentimiento”. Su diagnóstico de la situación de España es este: “España hierve, la división social no puede disimularse y el clima se parece mucho al de otros periodos convulsos que tuvieron, todos, un final trágico (guerras y dictaduras) o tragicómico (el 23-F)”. Y esta es su propuesta: “Si el socialismo español quiere salir del abismo, solo tiene una opción: emprender la ruptura que se negaron a hacer hace 50 años. Y la ruptura empieza por reconocer el derecho a la autodeterminación de los pueblos, que es un concepto que el Partido Socialista había defendido durante décadas”.
Esta ruptura se articularía en tres etapas y un epílogo: 1.ª etapa: Exaltación de la plurinacionalidad de España: Galicia, País Vasco, Navarra y Catalunya son naciones; España no lo es, solo es un Estado. 2.ª etapa: Establecimiento de relaciones singulares o bilaterales entre estas cuatro naciones y el Estado español. 3.ª etapa: Mutación constitucional (por un Tribunal Constitucional ad hoc) del Estado autonómico a un Estado confederal, que admita el derecho de autodeterminación. Epílogo: Derrocamiento de la monarquía e instauración de una Tercera República Confederal Ibérica.
Todo ello quizá no sea más que una ensoñación enloquecida e imposible de quienes lo proponen, pero va implícito en un nuevo pacto de San Sebastián, similar al que trajo la Segunda República. Este pacto es hoy un acuerdo entre todas las izquierdas y las derechas separatistas vasca y catalana que invistieron a Pedro Sánchez (“somos más”), y que, en aras de la ruptura, promueven ahora una revancha en toda regla de la Guerra Civil. Una revancha que comienza con una idealización falsaria de la Segunda República, sigue con una crónica sesgada de la Guerra Civil y de la posterior dictadura, denigra la transición y la Constitución de 1978 como una taimada secuela del franquismo, y apuesta por “volver a empezar”, es decir, por acometer una nueva transición, esta vez con las tres etapas y el epílogo dichos, que conduzca a la ruptura, es decir, al final de España como entidad histórica y como proyecto político de futuro.
Podría evitarse el enfrentamiento si PP y PSOE eludiesen pactar con partidos menores
Al día siguiente de la publicación del artículo del señor Puigdemont, remití a algunos de mis amigos una nota en la que recogía lo que antecede. Me sorprendió mucho la respuesta de uno de ellos, conocido político catalanista activo en la etapa anterior al procés. Dice así: “Sí, es un artículo importante y peligroso. Por el contenido, el destinatario, el medio escogido y el momento político. No hay que decir que el PSOE estaba perfectamente avisado de su publicación. Más aún, es su coautor. En definitiva, es una apelación convenida a iniciar, sin reservas, una dinámica revolucionaria”.
Lleva razón mi amigo: es imposible una ruptura de calado sin una previa y potente dinámica revolucionaria, dirigida a socavar primero y a sustituir después todo el entramado institucional existente por otro nuevo. Ahora bien, esto que es fácil de decir, es muy difícil de hacer, porque el “muro”, que es la plasmación sanchista de las dos Españas, ha dividido a toda la sociedad española en dos mitades: una, “netamente progresista”, y otra, la “fachosfera”.
Así las cosas, la perspectiva de futuro es oscura: un enfrentamiento frontal entre estas dos mitades, sin recursos democráticos suficientes para impedirlo. Pero, pese a todo, aún estaríamos a tiempo de evitarlo si los dos grandes partidos españoles (PSOE y PP) recuperasen una brizna de sensatez, pactasen media docena de temas esenciales e inaplazables y eludiesen todo pacto con aquellos partidos menores cuyo objetivo declarado es la negación de España como nación y la demolición de su Estado. Si estos dos grandes partidos no lo hacen, nos llevarán al despeñadero. A todos: ¡media España contra la otra media! Otra vez.
