Poseídos por nuestros propios quehaceres internos, no hemos vislumbrado lo que se estaba cociendo desde la crisis del petróleo de 1972 y la caída del telón de acero. En el ambiente irrespirable y confuso en el que vivimos, no podemos obviar la falta de investigación, el exceso de cultura consumista y la conciencia histórica menguada que nos ha impedido discernir acerca de cuáles eran los verdaderos enemigos de la civilización europea. Desconocemos las claves que podrían configurar un criterio certero acerca de quiénes son los que controlan el mundo, las directrices que promueven y las correas de transmisión que alcanzan hasta nuestros gobernantes pasados, presentes y futuros. Por tanto, no sabemos cómo crear y ejecutar las alternativas de la UE que hubieran podido y puedan contrarrestar las directrices de quienes moldean esa red tentacular que dictamina nuestra forma de vida.
El cambio abrupto que vivimos es el fin de las normas que han movido la relación entre naciones desde la paz de Westfalia de 1648. El único poder que mueve a los reaccionarios de Estados Unidos, Rusia e Israel que han tomado el poder político es utilizar la fuerza destructiva que han acumulado, tecnológica, militar y económica, en contra de cualquier situación que vaya contra sus objetivos. Como muestran los medios y las redes sociales, las leyes constitucionales democráticas han dejado de existir en estos tres mercados, mientras la imposición de un imaginario cultural, productor de un exceso de impactos y de estímulos, difumina la claridad mental de las ciudadanías e impide una crítica activista que despierte ilusiones y expectativas. La capacidad de reacción es escasa.
El mandato de Trump con Rusia: aniquilar la civilización europea por aplicar los valores de la Ilustración
Las claves de cómo funciona el poder real en el mundo occidental son más opacas de lo que se cuenta. Los amos de las redes y de la IA forman parte del conglomerado, pero los que las financian, las regulan jurídicamente y marcan los objetivos son los fondos de inversión. ¿Quién los maneja? Son estos fondos billonarios los que buscan archivar las conductas mediante el robo de datos, voluntades y comportamientos de millones de ciudadanos en busca del control total. Afortunadamente, los acumulan sin dar importancia a que el almacenamiento en los centros de datos gasta una energía y una cantidad de agua dulce que la naturaleza no da. Muchos científicos advierten que la IA es un negocio fraudulento parecido a la especulación de los tulipanes en los Países Bajos del siglo XVII. Quizá sea esta una de las crisis posibles que pulvericen los fines que el nuevo enemigo americano persigue. También puede ocurrir que las victorias de las dos senadoras demócratas en Nueva Jersey y Virginia sean el brote de una fuerte oposición democrática que articule una reacción en cadena contra los actuales desmanes de la Administración Trump hasta derribarla. Lo que está ocurriendo en el corazón de la oposición estadounidense también es opaco.
Los portavoces de los actuales mandatarios de una parte del poder estadounidense ya han declarado el mandato en comunión con los rusos: aniquilar la civilización europea por aplicar los valores nacidos en la Ilustración: sociedades laicas, separación de poderes, libertad de prensa, abrir vía hacia la igualdad social, derecho de las minorías y políticas migratorias que hoy son como son, pero que en el pasado permitieron la extinción de los indios norteamericanos y la repoblación europea en la que se colaron los esclavos de raza negra. En las últimas décadas, se han colado millones de latinos ya legalizados que trabajan en EE.UU. El método para acabar con la UE es manipular la percepción de la realidad y apoyar a los partidos de la extrema derecha europea contrarios a los valores morales de la UE para trasformar los estados democráticos en vasallos, deconstruyendo los derechos y las constituciones. Tras los pactos de Estados Unidos con Rusia, inconcebibles hasta hace nada, y con un Israel que sí ha sabido armarse tecnológica y militarmente, la suerte de Europa podría estar echada si continúa aferrada a un pasado que ya no existe. Europa ha de plantar cara. Es fuerte y no solo puede resistir. En contraataque dependerá del poder de decisión de los mandatarios que la dirigen desde dentro.
