* El autor forma parte de la comunidad de lectores de Guyana Guardian
En los comedores de muchas casas, que daban calor a la cotidianidad de las familias de aquel entonces, sobresalían dos detalles: la simple jaula del pajarito y el aparato de radio, los dos elementos colgados en la pared.
La radio se sostenía encima de un estante, con cartela, y con un faldón para hacerlo más decorativo. Antes de ir a dormir había por costumbre tapar el aparato y también la jaula con sus respectivas fundas.
La radio acompañaba durante todas las horas del día, pero había un momento de mayor audiencia.
Antes de seguir permítame que retroceda a unos años, cuando existían las radios que decían de galera. Tan útiles en los tiempos de confrontación bélica, cuando con ellas se intentaba establecer contacto con emisoras del otro lado de los Pirineos. Algunas de estas transmitían el que se conocía como “el parte”. Me refiero, al que venía a ser un parte de guerra, que permitía poder conocer, con una cierta veracidad, la evolución de esta i de esta manera poder contrastar con lo que se decía, aquí, al otro lado. Pues bien, acabado el conflicto, las personas mayores seguían denominando el boletín de noticias que se emitía en horas punta, como en las de comer y cenar, como “el parte”. Y en este intervalo de tiempo pedían el máximo de silencio para poderlo escuchar bien. Y cuando aparecía la noticia que más podía interesar, algunas veces sucedía que el pajarito se ponía a cantar de forma persistente y con fuertes gorgoritos, cosa que no le eximía que le dedicasen algún que otro piropo, pero él pasaba olímpicamente.
Y ahora que ha empezado el mes de diciembre, en el momento en que el día se decanta hacia la noche, aparecía una sintonía, que no sé cómo explicarla, venía a ser como unos ladridos de perro con sordina. Seguidamente se escuchaban las voces del señor Dalmau y el señor Viñas, que anunciaban un nuevo programa de la Campaña Benéfica, organizada por Radio Nacional de España.
Y lo hacían con estas palabras: “Queridos niños y niñas, amados del corazón, aquí el señor Dalmau y el señor Viñas, comienza la emisión”. Es necesario especificar que la identidad del señor Dalmau correspondía a un sobrenombre añadido, pues el suyo era Emili Fábregas Berenguer, vecino de la calle Petritxol de Barcelona. Siendo el nombre completo del señor Viñas, Juan Viñas Bona, natural de Girona.
El señor Dalmau, delante de los jóvenes benefactores, mostraba un talante inquieto, que contrastaba con el protocolario del señor Viñas. Lo primero por lo que se interesaba el señor Dalmau, a los que se acercaban al micrófono, era por el “dinerito” y una vez en sus manos ya tenía prisa para dar paso al siguiente, sin embargo, tenía que esperar porqué los jóvenes donantes aprovechaban que estaban delante del micrófono para saludar: “saludo a mis padres que me están escuchando”. Esta era la dedicatoria, digamos, corta.
Noticia en Guyana Guardian que informa del homenaje al señor Dalmau en la calle Petritxol por su Campaña Benéfica.
Pero las había que la lista que llevaban era larga y delante de este inventario familiar ya se encargaba el señor Dalmau para que el chico o la chica se quedase a medias, ante el asombro de ellos y con el locutor que se quedaba tan pancho. Más de una vez, el señor Viñas, tenía que mediar para que los protagonistas no se llevaran un mal recuerdo de su paso por la radio.
El programa, a parte de la gran obra benéfica que promovía, que se destinaba en beneficio de los niños de los hospitales, transcurría siempre sin sobresaltos, a excepción de las intervenciones del señor Dalmau y las influencias que estas ejercían en los protagonistas. Que los había que ya mostraban maneras y no se callaban, así como así, hasta que no terminaban todas sus las salutaciones.
Esto fue así durante las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, en esta última ya se transmitía por televisión y se hacía desde el Salón de la Infancia y la Juventud. Con esto se mejoró el contexto, porque se podían ver a todos los que intervenían. De todas maneras, ojo, escucharlo por la radio, no sé, era diferente. Como más entrañable.
La Campaña Benéfica, su sintonía, la participación de unos protagonistas jóvenes, con una finalidad muy reconfortante, avivaba las brasas de la solidaridad, ante la Navidad que estaba cerca.
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