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Es difícil encontrar en el mundo de la tecnología dos enemistades como las de Elon Musk y Sam Altman -quizás la de Nikola Tesla y Thomas Alva Edison-. Es una guerra que crece a campo abierto desde diciembre del 2015, cuando ambos fueron dos de los once cofundadores de OpenAI, una compañía que nació sin ánimo de lucro y con el objetivo de crear una inteligencia artificial general para el beneficio de toda la humanidad. Ese espíritu positivo se fue envenenando en los siguientes tres años y medio, hasta que Musk dejó la compañía en disconformidad con el rumbo que planeaba Altman y se ha emponzoñado mucho más con el paso del tiempo.
En la noche del lunes, un grupo de inversores capitaneados por Elon Musk intentó la compra de OpenAI con una oferta de 97.400 millones de euros para hacerse con el control de la empresa. La respuesta de la junta directiva llegó por boca de Sam Altman : “No, gracias, pero compraremos Twitter por 97.400 millones de dólares si quieres”. Musk estrenaba ayer nuevo nombre en X (Harry Bolz) y lo llamó “estafador”. El odio entre ambos personajes empieza a ser proverbial.
Altman y Musk llegaron a trabajar juntos, pero su visión de la IA es contrapuesta. O eso expresan. En marzo del año pasado, el fundador de Tesla denunció a OpenAI por incumplir sus objetivos fundacionales (la renuncia al ánimo de lucro) y ponerse en manos de Microsoft, su mayor inversor y una compañía que no crea productos abiertos para que se puedan copiar y cambiar. En algo tiene razón. A diferencia de otras empresas de IA, OpenAI –open es abierto en inglés- no pone sus algoritmos a disposición de los expertos. Su respuesta fue crear su propia compañía de IA generativa, xAI, vinculada a la red social X, que utiliza el chatbot Grok. Hace poco más de un año, Musk abrió Colossus, un gran centro de datos de IA de X en Memphis (Tennessee), con 100 000 chips de Nvidia (cada uno cuesta 45.000 dólares) y ahora prevé doblar su capacidad.

Uno de los fotogramas del anuncio de OpenAI en la Super Bowl
La imagen que corona estas líneas corresponde al primer anuncio televisivo de OpenAI, que se emitió el pasado domingo por la noche en Estados Unidos, durante uno de los descansos de la Super Bowl, la gran final de fútbol americano en la que los anunciantes vuelcan sus mejores creaciones. Fue en uno de estos descansos cuando Apple emitió en 1983 el que es considerado por muchos el mejor anuncio de la historia, para publicitar el computador que descubrió cómo debían ser todos los ordenadores personales: el Macintosh. El primer anuncio de OpenAI tiene esa vocación épica. Con dibujos simples en blanco y negro formados por círculos, en un minuto en el spot se expresa la evolución tecnológica de la Humanidad, del fuego a la rueda, de la agricultura a la navegación, de la revolución industrial, a la medicina, la aviación o internet. La IA es la última frontera: ChatGPT.
La compañía que pilota Altman está en el foco día tras día. La semana pasada, convirtió ChatGPT en un buscador de internet para el que no hace falta iniciar una sesión. Es una página web gratuita que, a diferencia de un buscador tradicional como el de Google, proporciona resultados directos en lugar de ofrecer una serie de opciones para que sea el usuario el que las busque por su cuenta. Esta visión tiene mucho atractivo para un buen número de personas. Especialmente entre los más jóvenes. Las referencias a OpenAI recogen también en los últimos días cómo ha logrado que, después del impacto de DeepSeek, su modelo de lenguaje de IA o3 mini ha superado las expectativas y se alce por encima de sus rivales. Nadie se les acerca. Eso explica los intentos de Musk de hacerse con su control.
Mientras la rivalidad enconada entre gigantes de Estados Unidos invita al mundo a seguir un folletín que promete varias temporadas, Europa intenta subirse al tren de alta velocidad de la IA que ya está en marcha. Ayer, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció una inversión colosal para la IA: 200.000 millones de euros para crear gigafactorías de inteligencia artificial. El anuncio se hizo en la cumbre de IA organizada por Francia, que ha evidenciado los dos diferentes caminos que emprenden Europa y Estados Unidos, con el Viejo Continente como el garante de la seguridad tecnológica y una Casa Blanca que deja correr a los suyos sin control, vallas ni ataduras. ¿Qué puede salir mal?
Gemini se vuelve a equivocar en un anuncio
Google tuvo que editar un anuncio que iba a emitir en la Super Bowl el domingo porque su modelo de inteligencia artificial contenía información falsa extraída de internet. Era un anuncio que promocionaba que la IA Gemini se puede utilizar “para cualquier negocio”. En este caso, ayudaba a un quesero de Wisconsin a redactar una descripción del producto, aunque contenía información falsa, que el queso Gouda representaba “entre el 50% y el 60% del consumo mundial de queso”. Las herramientas de IA de Google han sido criticadas con anterioridad por haber cometidos errores de información falsa.
Google DeepMind, más experto en matemáticas
Google DeepMind ha presentado un artículo en la revista Nature sobre su nueva versitón de AlphaGeometry, un sistema de inteligencia artificial que resuelve problemas de geometría complejos a un nivel cercano al de un medallista de oro humano en las Olimpiadas matemáticas. En una prueba de evaluación comparativa de 30 problemas de geometría, la IA de DeepMind resolvió 25 dentro del límite de tiempo estándar de la competición. La versión anterior resolvía sólo 10 de los problemas frente al promedio de los medallistas humanos, de 25,9 problemas.
Samsung: el 80% de los usuarios valora la IA en el móvil
Samsung ha presentado un estudio realizado por Ipsos que analiza la percepción de los usuarios con respecto a la inteligencia artificial en los móviles. Entre los resultados, destaca que el 80% de los usuarios considera que la IA mejora significativamente la experiencia con su teléfono y el 71% de los jóvenes destacan que la IA les permite realizar tareas que antes no podía realizar. Un 90% expresa preocupación por la seguridad.