En los márgenes de muchas ciudades está ocurriendo una revolución silenciosa. No se oye, pero se siente: menos jaulas, más luz, más juego. Es el cambio de paradigma en refugios y centros de protección animal. De la misma manera, está cambiando el paradigma de la gestión de los gatos comunitarios. Una transformación que en España empieza a abrirse paso con profesionales como Laura Arena, etóloga clínica con más de 15 años de experiencia y colaboradora de Mishilovers en formación técnica para refugios destinados a gateras municipales y protocolos de reubicación responsable.
Arena, veterinaria y doctora en Bienestar Animal, especializada en Etología Clínica, Antrozoología y Ciencias Forenses Veterinarias, es directora del Observatorio de la Fundación Animal Shelter Standards (FASS). Trabaja en centros de protección animal como etóloga, asesora en adopciones y colabora con administraciones públicas en la gestión ética de colonias felinas y centros de protección. Como veterinaria forense, interviene en casos de maltrato animal. Desde la FASS, en equipo con la directora de la fundación, Zarah Knebel, desarrolla proyectos para promover estándares de bienestar animal en la gestión de los centros de protección animal.
La Fundación Animal Shelter Standards trabaja para impulsar una mejora continua en la gestión de los centros de protección animal en España. Uno de los principales objetivos de la Fundación es contribuir activamente al proceso de transformación en la red nacional de centros de protección animal, promoviendo un enfoque integral que garantice el bienestar de todos los perros y gatos acogidos, que se basa en entender y atender sus necesidades y resulta en mejorar su estancia y acelerar el proceso de salida. El modelo de centro al que aspira la fundación es innovador, ético, eficiente, profesionalizado y donde cada animal reciba una trayectoria personalizada que optimice su bienestar y facilite su adopción. La FASS trabaja a través de la investigación, la formación, la adaptación de buenas prácticas internacionales tanto de los centros como de las administraciones públicas responsables de su contratación, y el soporte técnico especializado a las autoridades competentes en la vigilancia de los centros.
¿Cuál es la situación actual en España en relación con la protección de los animales de compañía?
En España, la protección de los animales de compañía ha avanzado significativamente en los últimos años, especialmente tras la aprobación de la Ley 7/2023, de protección de los derechos y el bienestar de los animales, que establece nuevos estándares. El mayor cambio introducido por la ley es la prohibición del sacrificio por motivos económicos o de espacio y regula con mayor detalle la gestión de los centros de protección animal y de las colonias felinas, y promueve la adopción responsable y la identificación mediante microchip. Sin embargo, a pesar de estos avances legales, la implementación práctica aún enfrenta desafíos, como el abandono, la saturación de los centros, la falta de recursos y la necesidad de mayor formación para las autoridades y el personal implicados.
A pesar de los avances legales, la ley aún enfrenta desafíos, como el abandono, la saturación de los centros, la falta de recursos y la necesidad de mayor formación
Historias animales
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Y, en algunos casos, falta regulación.
Es importante destacar que algunos animales, como perros de caza o de guarda, quedan excluidos de ciertas regulaciones específicas para los animales de compañía. Esto ha generado gran indignación entre los defensores del bienestar animal, ya que estos animales también sufren situaciones de maltrato y abandono sin la misma cobertura legal que los animales de compañía tradicionales. En general, España está en un proceso de transición hacia un modelo más ético y sostenible en la protección de sus animales, aunque queda camino por recorrer para garantizar un bienestar integral.
¿Cómo afecta la nueva ley a la gestión de gatos comunitarios y abandonados?
La nueva ley 7/2023 establece por primera vez un marco específico para la gestión ética de los gatos comunitarios, reconociéndolos como parte del sistema de protección animal y asignando responsabilidades concretas a las administraciones públicas. La ley diferencia claramente entre gatos abandonados y gatos comunitarios, entendiendo que se trata de poblaciones con características y necesidades distintas, lo que justifica estrategias de intervención diferenciadas.
¿Por ejemplo?
Los gatos abandonados, por lo general, están socializados con los humanos, por lo que pueden ser acogidos en centros de protección animal y preparados para su adopción. En cambio, los gatos comunitarios son animales que viven en libertad, organizados en colonias estables, y que no son aptos para la convivencia en hogares ni para su ingreso prolongado en instalaciones cerradas. Esta distinción es clave desde un punto de vista operativo porque permite aplicar estrategias adecuadas para cada grupo, como el método CER (Captura-Esterilización-Retorno) para controlar de forma ética y efectiva las poblaciones de gatos comunitarios sin causarles daño ni alterar su entorno natural, y la acogida en los centros para su futura adopción para los gatos abandonados.
¿De qué manera influye la ley en la gestión?
Obliga a las administraciones públicas a gestionar las colonias de manera responsable, garantizando la esterilización, identificación y control sanitario de los gatos, así como su protección frente maltratos, desplazamientos injustificados y confinamientos en recintos cerrados. Para ello, deben crearse protocolos claros de gestión, planes de formación y coordinación con entidades de protección animal, veterinarios y la ciudadanía. La incorporación de los gatos comunitarios al sistema de protección representa un cambio importante, pero también supone un reto para muchos ayuntamientos y centros que históricamente se han enfocado en modelos pensados para animales adoptables, principalmente perros. Esto exige adaptar infraestructuras para que puedan acoger de forma temporal los gatos comunitarios que por motivos sanitarios lo necesiten, reforzar recursos y avanzar hacia una red de gestión más especializada.
La incorporación de los gatos comunitarios al sistema de protección representa un cambio importante, pero también supone un reto para muchos ayuntamientos y centros
¿Qué consecuencias está teniendo la nueva normativa de “sacrificio cero” en unos centros ya saturados?
La implantación del principio de “sacrificio cero” que establece la Ley 7/2023 representa un avance fundamental en la protección de los animales, pero también está generando importantes tensiones. Al prohibirse la eutanasia de animales por motivos económicos, de espacio o falta de adoptabilidad, los centros se ven obligados a asumir la estancia prolongada de animales, lo que incrementa la presión sobre sus recursos económicos, materiales y humanos. Esta situación evidencia que, si bien el objetivo es éticamente incuestionable, la infraestructura actual y la capacidad operativa de muchos centros no están aún preparadas para sostener este modelo de forma eficaz y sostenible.
¿Y cómo se puede llegar a que el “sacrificio cero” sea una realidad viable?
Se requiere una reforma estructural profunda: mayor inversión pública, redes de casas de acogida bien articuladas, servicios de adopción especializados, atención a las necesidades emocionales y conductuales de cada individuo para mejorar su adoptabilidad, así como programas de sensibilización ciudadana para fomentar la adopción responsable, implementar masivamente la identificación de los animales y prevenir el abandono. Sin estos apoyos, el riesgo es que el principio ético del “sacrificio cero” se convierta en una carga insostenible que comprometa el propio bienestar de los animales que pretende proteger.
¿Qué papel pueden desempeñar las casas de acogida y los santuarios felinos en un sistema de protección animal saturado?
En el contexto actual de saturación de centros de protección animal, las casas de acogida juegan un papel fundamental como herramienta complementaria dentro del sistema de protección animal de los gatos. Ofrecen un entorno más tranquilo y seguro para los animales, especialmente para aquellos que no toleran bien el estrés del encierro o que requieren atención especial, como cachorros, animales mayores, enfermos o convalecientes. Lejos de ser un recurso informal o secundario, las casas de acogida están reconocidas legalmente como parte del sistema público de protección y ahora mismo son indispensables, ya que los centros de acogida en muchos casos no disponen de instalaciones y lugar suficiente para gatos, dejando la carga a entidades de protección animal que no reciben subvención o ayuda alguna para esta tarea. Su integración permitiría descongestionar los centros y mejorar de forma directa el bienestar de los animales, pero se necesita todavía la formalización de protocolos claros de colaboración, seguimiento veterinario y mayor apoyo institucional.
¿Y qué hay de los santuarios felinos?
Pueden cumplir un rol clave en este nuevo modelo, especialmente para aquellos gatos que no son adoptables por su falta de socialización con el ser humano. Estos espacios, si bien gestionados, pueden ofrecer una vida digna en libertad controlada, con atención veterinaria. Incluirlos en el marco legal oficial garantizaría su regulación, calidad y sostenibilidad, además de abrir una vía realista para muchos animales que hoy no tienen alternativa viable dentro del sistema actual. Las dos opciones son, por las distintas poblaciones de gatos, alternativas útiles al confinamiento en los centros, ya que muchos gatos, sobre todo los más sensibles o con escasa socialización, sufren un profundo deterioro emocional y físico en ambientes cerrados, ruidosos y sobrepoblados. Es importante recordar que el bienestar no se mide solo en supervivencia, sino en calidad de vida. Por esto es necesario ampliar y diversificar el modelo de protección animal, dejando atrás la lógica de la reclusión prolongada y avanzando hacia un sistema más ético y adaptado a las necesidades individuales de cada animal, garantizando entornos enriquecidos y relaciones humanas positivas.
Sin apoyos, el riesgo es que el principio ético del “sacrificio cero” se convierta en una carga insostenible que comprometa el propio bienestar de los animales que pretende proteger
¿Qué tres cosas cambiarías mañana mismo si pudieras rediseñar un centro desde cero?
Cambiaría tres cosas fundamentales. La primera, el enfoque arquitectónico y ambiental, creando espacios adaptados al bienestar emocional de los animales, con zonas amplias, enriquecidas, silenciosas y con acceso a luz natural, en lugar de jaulas o espacios cerrados y estresantes. Los centros deberían estar diseñados para garantizar plena comodidad y seguridad para los trabajadores. La segunda, la estructura de gestión, incorporando equipos multidisciplinares con veterinarios, etólogos, educadores y personal formado en bienestar animal, y estableciendo protocolos individualizados para cada animal, desde su ingreso hasta su salida, con procesos de adopción profesionalizados.
¿Y la tercera?
La relación con la comunidad, fomentando la implicación ciudadana a través de redes activas de casas de acogida, voluntariado, programas educativos y campañas de adopción y convivencia responsable con los animales, integrando el refugio en una red de protección abierta, accesible y colaborativa, y no como un espacio aislado y desconectado de la sociedad, como tristemente ocurre en muchos casos hoy en día.
Laura Arena deja claro que el camino hacia refugios más humanos —y más felinos— pasa por comprender que la salud emocional es tan importante como la física, y que un refugio no es un lugar para “guardar” animales, sino para darles una segunda oportunidad real. El futuro del bienestar felino no está en los barrotes, sino en el diseño, la empatía y la ciencia. Mientras miles de gatos esperan un hogar, el reto ya no es solo salvar vidas, sino salvarlas bien.