En la memoria de Berta –el nombre es ficticio–, una imagen vuelve con nitidez: una mesa larga en el comedor de un piso de la Verneda, papeles esparcidos, portátiles encendidos, jóvenes investigadoras trabajando sin descanso. Al fondo, la puerta de la habitación de Ramón Flecha, prestigioso catedrático de Sociología de la UB. “Veías a chicas entrando y saliendo… Un día, una se echó a llorar porque se dio cuenta de que Ramón se acostaba con otra y que ella no era la elegida, como creía. Recuerdo a las otras consolándola, diciéndole que no pasaba nada, que las relaciones abiertas son positivas, que la fidelidad no era eso, y todas esas cosas que nos repetían. Y la pobre niña que no podía parar de llorar”.
La escena ocurrió hace años, pero forma parte del patrón que varias mujeres han descrito a este diario: un supuesto grupo de investigación académica, que dice trabajar para transformar el mundo desde la excelencia científica y el compromiso feminista, pero que funciona como una maquinaria concebida para el máximo beneficio de su carismático líder, quien –presuntamente y según el testimonio de esas mujeres– dispone sexual, académica y laboralmente de sus integrantes.
En julio, nueve mujeres y dos hombres denunciaron ante el rectorado de la Universitat de Barcelona (UB) a Ramón Flecha, de 73 años, catedrático y fundador del grupo de investigación CREA (Comunidad de Investigación sobre Excelencia para Todos, en sus siglas en inglés), jubilado en septiembre. Desde entonces, se han sumado otras cuatro denunciantes. Aseguran haber sido víctimas de coerción sexual, abuso de poder, violencia psicológica y explotación laboral cuando eran becarias, doctorandas o investigadoras. Los hechos denunciados abarcan más de treinta años e implican potencialmente a decenas de personas.
La UB ha abierto una investigación independiente, inédita en una universidad española, que examina si los hechos encajan en delitos perseguibles o en infracciones graves de carácter administrativo. El informe se presentará en las próximas semanas y si hay indicios de delitos se trasladará a la justicia.
A lo largo de tres meses, 'Guyana Guardian' ha hablado con una treintena de personas cercanas al caso
A lo largo de tres meses, Guyana Guardian ha hablado con una treintena de personas cercanas al caso, incluidas dos de las denunciantes y otras siete personas que formaron parte de CREA en distintos momentos. Sus historias, contadas bajo anonimato por miedo a represalias académicas y personales, dibujan un presunto engranaje de captación emocional, dependencia afectiva y subordinación laboral y sexual que, según sus testimonios, se sostiene en la figura del catedrático y en el apoyo de sus colaboradores más próximos. Entre ellos, destacadas profesoras de la UB.
No es la primera vez que Flecha y CREA afrontan acusaciones similares. Dos denuncias colectivas, en 2004 y 2016, acabaron archivadas por la Fiscalía. Los denunciantes de entonces ven en el contexto actual, con nuevos conceptos jurídicos como el consentimiento o la coerción sexual, una tercera oportunidad.
Algunos de los testimonios recabados participaron en aquellas denuncias y llevan años criticando a CREA. Otros entrevistados optaron por el silencio cuando dejaron el grupo, pusieron tierra por medio o dejaron la carrera académica, e intentaron olvidar. Nunca habían contado a un medio su historia. En algún caso, ni siquiera a sus familias.
Ni Flecha ni Marta Soler, que asumió formalmente la dirección de CREA en 2006 y es jefa del departamento de Sociología en la UB, han respondido a la llamada de este diario, aunque han hecho saber –mediante una carta de una becaria al director– que son acusados injustamente porque ellos protegen a víctimas de abusos.
CREA, fundado en 1991, es un grupo de investigación con proyección internacional
La puerta de entrada a CREA, relatan los testimonios entrevistados, es casi siempre la misma: las aulas de la facultad. Flecha era un profesor carismático, muy disponible para los alumnos –sobre todo, para las alumnas–, hábil para detectar vulnerabilidades o ambiciones, y dotado de un discurso que mezcla compromiso social, feminismo académico y promesas de un futuro profesional brillante. Se fijaba en estudiantes aplicadas e idealistas, muchas con entornos complicados.
“A mí me costó llegar a la universidad. Entonces, ves un profe que te habla de la superación de las desigualdades, y que además te presta atención, y te sientes conectada”, recuerda una antigua integrante. “Soy huérfana de padre, primera en mi familia en ir a la universidad. Estaba muy necesitada de mentores. Y de repente alguien te abre las puertas, te acoge, te ofrece la oportunidad de cambiar el mundo, de tener una carrera académica”, cuenta otra.
En esta fase de aproximación, salta alguna alerta. “La primera vez que lo vi me dijo que era importante conocer mis experiencias sexuales, porque él cuida que la gente de su comunidad no tenga relaciones tóxicas. Luego me dibujó mi futuro académico en un papel: en pocos años sería doctora, iría a Harvard… Con 20 años, te olvidas de lo raro de la conversación y piensas: qué guay”.
CREA es un grupo de investigación con proyección internacional. Flecha lo fundó en 1991, cuando ya se había licenciado en Filosofía y Educación y era profesor de la UB. Su embrión fue la escuela de adultos de La Verneda, barrio popular de Barcelona, donde inició su activismo social y político (Organización de Izquierda Comunista) a finales de los setenta. El grupo se reorientó a la educación de niños, y más recientemente, en violencia de género.
Fotograma de Ramón Flecha recibiendo el premio de sociología 2019 de manos de Marta Soler
El círculo más próximo al catedrático vive en pisos de la Verneda, a menudo separados hombres y mujeres. La vida académica y la personal se mezclan hasta no distinguirse, dicen los entrevistados.
También relatan que los integrantes son conminados a compartir detalles de su vida sexoafectiva, pasada y presente. Y esta información es supuestamente diseccionada y utilizada por Flecha, que decide no solo quién pasa por su cama sino también qué relaciones conviene a cada uno.
“Asegura que puede sanarnos experimentando otras sexualidades; y, aunque dudes, tienes 20 años, quieres ser feliz, y él es una autoridad científica en todo eso”
La retórica científica convive con instrucciones emocionales. “Si quieres ser feliz, tienes que desear a hombres buenos”, repetía el catedrático. “Asegura que puede sanarnos experimentando otras sexualidades y otras amistades. Y, aunque dudes, tienes 20 años, quieres ser feliz, y él es una autoridad científica en todo eso”, recuerda una entrevistada.
Una de las teorías flechianas se basa en la irremediable atracción que sienten las chicas por los chicos violentos y la necesidad de resocializarlas para que les atraigan “hombres buenos”. Esta idea está reflejada en numerosos artículos de CREA. En Las nuevas masculinidades alternativas y la superación de la violencia de género , en el que participan dos figuras centrales de CREA, Ramón Flecha y Lidia Puigvert, se explica que el género masculino se divide en tres colectivos: las Masculinidades Tradicionales Dominantes, que promocionan y ejecutan la violencia, dominan a las mujeres y a otros hombres; las Masculinidades Tradicionales Oprimidas, hombres no violentos, que carecen de atractivo y están dominados por mujeres; y las Nuevas Masculinidades Alternativas, hombres no violentos, atractivos y con una actitud valiente contra la violencia. Estos son los que deberían atraer a las mujeres.
“¿Quién respondía a esta categoría? Pues él, sus amigos o quien él decidiera. Desde luego, no tu novio de fuera de CREA”, dice una ex integrante. “Él piensa, y yo creo que se lo cree y se lo hace creer a todo el mundo, que es un ser especial y que todas las mujeres que le conocen se enamoran de él, sin excepción, con lo cual, si él te elige, te hace sentir una privilegiada, él te está haciendo un favor a ti”. Si ellas no compran la historia, les espeta: “Tú eliges si quieres la felicidad y el éxito profesional y académico conmigo, o el fracaso y la mediocridad con tu novio”.
Hablan las presuntas víctimas
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Cuando Flecha daba la orden, tenías que ponerte a trabajar, aunque fuera de noche, aunque fuera festivo”
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Yo, y otras compañeras, hemos trabajado mucho para otros que no lo hacían; luego entiendes que hacían otros papeles”
"Estás curada cuando eres capaz de tener relaciones sexuales con los buenos; los buenos son los que él y con los que él te diga”
"Las historias sexuales, que le has contado a modo de confidencia y con el único fin de ‘sanarte’, él las saca en público, en cualquier momento, con cualquier error que cometas”
"Yo, como estudiante, buscaba compañeras que tuvieran buenas notas para el grupo, aunque luego ya me di cuenta de que no era solo eso”
"Él piensa, y yo creo que se lo cree y se lo hace creer a todo el mundo, que es un ser especial y que todas las mujeres que le conocen se enamoran de él, con lo cual, si él te elige, eres una privilegiada, te está haciendo un favor”
"Cuando sale una compañera muy querida por mí y el grupo la crucifica, no lo entiendo, deja de tener sentido para mí quedarme”
“Las mujeres debían de ser feministas y desear a hombres buenos, pero feministas depiladas y con minifalda a ser posible”, dice otra. El catedrático, recuerdan algunos sociólogos, solía llegar a congresos acompañado por una nube de chicas sonrientes.
Varias entrevistadas relatan un trato sexualizante, incluso en las que no eran las elegidas para acostarse con Flecha. “Estábamos en el comedor de la universidad y me señalaba con las que ya había mantenido relaciones y con las que deseaba hacerlo”. A una chica la felicitó por un discurso que había dado con la inseguridad propia de la inexperiencia: “Lástima que nadie te ha escuchado porque solo miraban tu cuerpo”.
La mayor parte de las mujeres entrevistadas afirman que Flecha no les atraía, pero aun así se acostaban con él
Marga Barranco, psicóloga experta en grupos coercitivos y que hace años trató a cuatro ex integrantes de CREA, señala que la sexualidad es un anclaje habitual en este tipo de organizaciones. Dentro del grupo se empuja para que una persona acabe aceptando prácticas, desde el celibato a prácticas de todo tipo, que no aprobaría de forma espontánea. La mayor parte de las mujeres entrevistadas aseguran que Flecha no les atraía, pero aun así se acostaban con él o con otros miembros del grupo.
Los hombres también se veían en la tesitura de mantener relaciones con mujeres que, según el grupo, les convenían para reeducarse. “A mí, se me asignó una mujer que se acostaba con Flecha, quien a su vez tenía relaciones con otras, y estaba claro que ella no quería estar conmigo porque lloraba todo el rato”.
Los testimonios coinciden en que Flecha alterna periodos de halago con bruscos episodios de humillación. “Te hunde. No sabes qué has hecho mal porque tu comportamiento no ha cambiado. Los demás dejan de hablarte, como un apestado. Acabas desconfiando de ti mismo y mirando lo que hacen los demás para no fallar”.
Muchas de las mujeres dicen haber escrito sin descanso y sin firmar los artículos
Esto generaba un sentimiento de dependencia que reforzaba con golpes de furia. “Podía ser muy violento y abroncarte durante días. Recuerdo una reprimenda descomunal, yo estaba destrozada. Le llegué a pedir: ‘Si quieres me pegas, pero no me grites más’”.
No todas las personas relatan favores sexuales. Un grupo de mujeres estaba reservado para atender los cuidados del catedrático: su agenda personal, su ropa, preparar la maleta, acompañarlo al aeropuerto o asistirle en congresos. Incluso dormir con él para tranquilizar su miedo. “Temía que lo grabaran o que lo acusaran de denuncias falsas, nos decía”.
Otras y otros escribían artículos sin descanso. Una parte central del funcionamiento del grupo era la incesante producción científica. “Cuando él te llamaba tenías que ponerte a trabajar, aunque fueran las once de la noche, aunque fuera festivo”, cuenta una. Muchas de las mujeres entrevistadas aseguran haber trabajado horas “infinitas” sin remuneración y, en algunos casos, sin figurar en la autoría de los artículos.
Artículos valiosos por cuanto se citaba en ellos a miembros de CREA, aspecto fundamental para sustentar los ascensos en la universidad. Jaume Trilla, catedrático emérito de la UB y uno de los críticos más acérrimos del grupo, ha contabilizado que prácticamente el 70% de las referencias bibliográficas de Flecha sobre violencia de género proceden de artículos de miembros de CREA.
Otras admiten lo contrario. “Yo tengo dos artículos firmados con mi nombre que no escribí ni leí. Querían promocionarme, es así como funciona. Tú te beneficias. Hasta que un día empiezas a oír que tu cátedra no es tuya: es de ellos”, afirma una entrevistada.
Periódicamente, aseguran los testigos, se celebraban reuniones para explorar las posibilidades de crecimiento del grupo en proyectos, puestos universitarios, asociaciones, universidades. El grupo (o Flecha) decide quién firmará los artículos, quien optará a una plaza universitaria o a una beca en el extranjero. Se imponen las prácticas endogámicas: profesores de CREA califican con sobresalientes ejercicios que no lo merecen a alumnos de CREA. O se aprueban tesis de doctorandos de CREA evaluadas por un tribunal formado por docentes de CREA.
Hay miembros de CREA en la UAB, UdG, URV, URL, y en centros del País Vasco, Valencia, Extremadura, Andalucía y Aragón
Además de la UB, hay miembros de esta comunidad en la Autònoma de Barcelona, la de Girona, la Rovira Virgili y la Ramon Llull. También en centros del País Vasco (Universidad de País Vasco y Deusto), Valencia, Extremadura, Andalucía, Aragón, además de México, Chile y Brasil, que haya podido saber este diario.
También está en sociedades científicas. La más significativa es la Associació Catalana de Sociologia (ACS), adscrita al Institut d’Estudis Catalans (IEC). Soler fue su presidenta desde 2017 hasta el año pasado. Después de su mandato, ocuparon este cargo otros dos miembros de CREA, Teresa Sordé (que abandonó el grupo el pasado enero) y, hasta la semana pasada, Olga Serradell.
El pasado jueves, el IEC anunció la suspensión de la junta directiva de la asociación, la cesión inmediata de la actividad y el bloqueo de las cuentas por su vinculación a CREA. Abrió también una investigación a las actuaciones llevadas a cabo en los últimos ocho años. En el 2019, Soler entregó el premio Catalunya de Sociología del IEC al catedrático Ramón Flecha.
CREA: “Nunca hemos tenido nada que ocultar”
CREA rechaza las acusaciones, que atribuye a una campaña de difamación contra el grupo, desviando la atención del “verdadero” problema: “El posicionamiento contra los abusos y la defensa de la verdad y la justicia” de esta comunidad y, en concreto, de Ramón Flecha. “Nunca hemos tenido nada que ocultar (...) Tenemos tolerancia cero hacia cualquier tipo de violencia o abuso de poder, una violencia cero que se pone de ejemplo en las mejores universidades del mundo”, afirma un comunicado publicado en su web.
Explica que algunas de estas presuntas víctimas anónimas que han acudido a la prensa o a la UB son, en realidad, agresoras o encubridoras de maltratadores. “Pedimos que se escuchen las voces de las personas con contratos inestables que reportan comportamientos presuntamente inapropiados por parte de algunas de las personas que, de forma anónima, nos acusan a través de los medios”.
Para el grupo, algunas de las denunciantes que han acudido a la prensa o a la UB son, en realidad, agresoras o encubridoras de maltratadores
El grupo sostiene que cuando publicó un código ético laboral, algunas investigadoras séniors salieron de la comunidad al verse incapaces de cumplirlo. Y como Flecha defendió a las víctimas, se resarcen en los medios.
El catedrático también estaría, supuestamente, defendiendo dos casos de abusos sexuales. Una profesora de CREA abusada cuando era menor y una exmiembro que también habría padecido abusos infantiles y ahora no quiere denunciar a su tío, un sacerdote ortodoxo que, según el grupo, sigue violando a niñas de 10 y 12 años. Dan la bienvenida a la investigación de la UB porque “permitirá presentar pruebas y demostrar con claridad la falsedad de todas estas acusaciones anónimas”.
