España ha experimentado un crecimiento exponencial en el consumo de alimentos ultraprocesados en las últimas dos décadas, triplicando su presencia en la dieta diaria hasta representar un tercio del total. Según Josep Corbella, periodista de Guyana Guardian especializado en Ciencia y Salud, estos productos “incorporan ingredientes para hacerlos más apetitosos y competir con alimentos tradicionales, como los de la dieta mediterránea, que cada vez quedan más relegados”. Además, señala que en países como Estados Unidos y Reino Unido más de la mitad de la dieta diaria está compuesta por ultraprocesados, reflejando una tendencia global preocupante.
Corbella explica que la principal diferencia entre alimentos procesados y ultraprocesados radica en el nivel de industrialización y modificación química. Mientras que los alimentos procesados tradicionales son parte de la historia alimentaria humana, los ultraprocesados son diseñados industrialmente añadiendo aditivos, descomponiendo y recomponiendo ingredientes para lograr texturas, sabores o colores muy atractivos al consumidor. “Si ves en la lista de ingredientes cosas que no tienes en casa o no usarías para cocinar, estás ante un ultraprocesado”, advierte.
El periodista destaca que estos productos no solo empobrecen la calidad nutricional de la dieta sino que además están ligados a un aumento considerable de enfermedades crónicas. “El exceso de ultraprocesados está asociado con obesidad, diabetes, trastornos metabólicos, hipertensión, enfermedades cardíacas, e incluso riesgos elevados de cáncer colorectal a edades tempranas y enfermedades inflamatorias como el Crohn”, señala Corbella. Por ello, advierte que su consumo habitual desplaza alimentos saludables ricos en fitoquímicos y nutrientes esenciales.
Ante esta realidad, Corbella coincide con expertos y organismos como la OMS en la necesidad urgente de regular la industria alimentaria, proponiendo medidas que incluyan etiquetados claros, prohibición de publicidad dirigida a niños, restricciones en ventas en espacios públicos y mayores impuestos a estos productos nocivos. “Estamos ante un problema de salud pública que requiere actuar cuanto antes para proteger a la población”, insiste.
Finalmente, Corbella matiza que no todos los consumidores sufren igual los efectos de los ultraprocesados. “Si una persona está sana puede tolerar cierta cantidad, pero el problema aparece cuando estos alimentos forman la base de la dieta, especialmente en quienes ya presentan problemas de salud, como las cardiopatías”, concluye. Así, la llamada a la conciencia y la vigilancia sobre lo que comemos se vuelve más urgente que nunca.